sábado, 6 de diciembre de 2008

✒ PAPELES AMARILLOS, poemas, Barcelona, 1978


el poema
es el puente
entre el hombre
y su mundo desconocido






i

sueñas las almas
en las remotas arenas rosadas;
la lluvia deja sus cabellos en la tierra
el poeta juega al equilibrista
en un circo azul inmenso
a veces cae,
y con las alas quebradas
camina apenas;
las nubes llegan como olas
como manos, como trenes.

el puente se ha construido.

ii


el descuido desnuda tu sonrisa
mientras simulas ser una paloma
y te detienes en el aire.
el viento mueve tu belleza,
el movimiento del reloj te busca
enciende i apaga luces
cecilia con su amor
dibuja fantasmas
entre los intersticios de la lluvia
tu llanto frágil rebasa la tristeza.
los árboles callados;
más abajo el río.

iii

buenos días, amigo
me dirijo a ti, el de la nariz rajada
de los ojos de luto
y las pupilas de ángel;
el silencio se refugia
entre la duda i la esperanza.
la solitaria habitante
de tu boca sonríe,
entre la cortina gris de la barba.
te alejas temeroso de ti mismo,
juntador de estrellas
y en tu prisa, prisionero
dejas caer de tu bolsillo
una estrella azul
envuelta en un periódico.




iv

la luna danza solitaria
en medio de una nube transparente
los minutos son juguetes
en manos del viento
del sudor y de la niebla.
como un murmullo
llegan a los oídos de la noche
las palabras de tu timidez embriagada.
de un estuche de plata
sacas un corazón jadeante;
y te entregas a la danza
que absorbe tu sombra vaporosa
y giras y giras y giras
en el frenesí tu mente devora
los instantes ajenos
de pronto
con movimiento de himno
caes al ataúd ondulante de la tierra
los aplausos burlones se precipitan
a tu sonrisa de niño.
el alba se te ofrece
como un espejo polvoriento

vi

lo elemental se transforma
en lo expansible de la palabra
y surgen sin motivo aparente
en la escalera colgante del tiempo
los sonidos de la calle
dime que viste los ojos que se quedan
viendo los ojos que ya no están
el más fuerte deseo
ha aniquilado al pensamiento
en el viento se edifican laberintos
el agua pasa y queda el puente
coronado de diamantes falsos
el día se ha convertido
en una moneda dorada
y juega en tus manos.
a veces cae sol a veces un número indeciso.
te detienes un momento
y sigues caminando





vi

exaltamos que ya nadie puede decir
lo que la lluvia ha callado
que el grito del agua
aunque siga cayendo
ya no será jamás el mismo.
la dicha se ha quedado dormida
ahora que no hay nadie puedes callar
pon sobre la mesa
el equivalente del crepúsculo
deja tu armadura de tela
ya no sirve
habla de tus caídas,
de la esperanza con voz de niña
habla de todo
todo es importante
pero si tus deseos han muerto
deja de hablar
el tren se ha detenido

vii

dibuja las montañas y las nubes
que recogiste con los ojos
las sombras y las caídas
que recogiste en el sesgo
curvo de tus zapatos
vestido de árbol
viste pasar los trenes mientras
construías con las manos
casas y calles con algodón
de tierra y arena
subías por una escalera de aire
hacia la luna desastrosa
imaginando encontrar rieles de plata
y muchachas ávidas de sueños
en tu abrigo de viajero
tenías muchos bolsillos aéreos.


viii

los paraguas se abren
de una estocada en el aire
en tanto la lluvia canta silenciosa
su estribillo de luz
el sol se pone de cabeza
los bolsillos se llenan
de manos húmedas
los periódicos de siempre
duermen bajo el brazo
los cabellos mojados
son un collar argentino;
al quedarse casi inmóviles
moviéndose apenas.

la calle es un inmenso espejo.

ix

con su piel de metal
atada a un poste
con sus cabellos grises sueña
detrás de su velo ceniciento
ligeramente rosado
la bella floriana.
su nariz curvada
de inocente cordillera
su boca hecha de besos
construye con sus dientes
una sonrisa de dolor
coge entre sus manos
de cera y huesos,
una flor que sangra
no dice nada, nadie la escucha
y se aleja anidándose en la noche
las luces rojas se devoran el murmullo

x


una fotografía agoniza en tus dedos
abre puertas cerradas al pasado
y ventanas azules al vacío,
envueltos en un dulce misterio
se fueron se han ido
al mirarlos te vas también.
tus ojos se pierden
en los ojos ausentes
las caricias no están
como un trapecista
en medio de la vida,
tomas una escalera de arañas
para no caer
tus arterias se calman sin prisa
arrojas los pedazos y te abrigas
con el frío de la calle
una lágrima se ha convertido en océano.

xi


como a un inmenso tambor negro
cae la lluvia pegajosa y fresca
en un intenso retumbar de techados
en algún lugar inclemente
un moribundo conversa con la noche
alguien no acudió a una cita
o simplemente olvidó el lugar
el ratón busca el intersticio del muro
mientras un ciego
talla en la pared
su retrato imaginario.
alguien regala un pedazo de estrella,
las abejas enloquecidas desean romper
el cristal de las ventana
¿quién se atreverá a decir con palabras
lo que le dice la lluvia a las calles ?
me arrodillo ante el mundo
y empiezo a ensayar un largo sueño,
como si fuera solo el peregrino fugitivo
la noche continúa, hermosa y religiosa




xii

no importa que vengas
y me hables
¿qué podrías añadir hoy
a este día?
tu imagen suena detrás
de las paredes como una
campanita tu voz de flores
rojas tu cuerpo de nubes
transparente trepa
los costados del crepúsculo
los trenes siguen acostados
adivinan lo que no puedo decir
ya no importa que hables
si puedes hazlo no obstante
habla y en tus palabras
pon el silencio oportuno
habla como hablabas
con los bordes de la hierba
aunque sólo sea para irte
mis ojos están cansados
pero así fuera ciego
adivinaría el ritmo de tus pasos
mis ojos sollozan hacia adentro
si no puedes venir ven
igual ya nada importa
ven

xiii

la lluvia otra vez ciega
clavando sus dedos de agua
en el alfiletero de la ciudad
los habitantes se reúnen bajo
los toldos de los comercios
alguien juega haciendo
despertar los charcos
los gatos en los tejados
maúllan con rabia al presentir
la húmeda caricia del viento
en los colectivos la promiscuidad
se torna en compañía
la luna pasea redonda y blanca
por la avenida azul del firmamento
como si estuviera detrás
de una ventana sin vidrios
un ciudadano con pies de pájaro
camina hacia una puerta
mientras pone a secar sus zapatos
un avión allá lejos ha caído vencido
por la esbeltez de la muerte
todo huele a agua humana
sólo lo pequeño puede eternizarse
contínuamente


xiv

si de cabeza te arrojan
a un papel en blanco
como a un juguete absurdo
en manos de un extraño niño
si el azar baja por la ventana
y huye persiguiendo a la agonía
algo inexplicable sucede
y embelesado sueñas que sueñas
la botella es una mano hueca
que estrangula toda euforia
toda danza continua en movimiento
unos ojos que son a su vez labios
besan la ventana añorada
un hombre de negro
hace de trapecista en los cables de luz
acariciando los focos de los faroles.
nadie se fijó en el rojor
de la cabeza riente
de un enano en el suelo.
¿recuerdas esos cabellos que ya no puedes asir ?
vagas como un insecto
alrededor de un foco ardiente.

xv

nada le pidas a este cielo amarillo
ya nada todo te ha sido concedido
lo escondido es sólo aquello que ignoras
busca la respuesta a todas tus interrogantes
en el camino áureo que se dibuja
en la línea interminable del ocaso
ponte una escafandra de astronauta
y flota por entre las nubes
conversa con los ángeles y bebe
con los fantasmas el viento
no simules en la tumba circular
de tus sueños ocultos
ni en el silencio vago de las sombras
huye por los andenes desiertos
de alguna estación trasnochada
ensarta el cielo con una sonrisa pura
esculpe en las blancas nubes
una mujer imaginaria
y no pienses en nada


xiii

con un vaso vacío
entre cinco dedos delirantes
ubicas tu existencia
entre la angustia y la temeridad
el vidrio es una inmensa vitrina
y a través suyo se ve el mundo.
observa en esa casa sin fachada
cerca al riachuelo escuálido
junto a la ventana gris del costado
la sombra azul de una muchacha
apoyada al marco del visillo
allá más arriba de las laderas
en otras callejas cortadas a cuchillo
un boxeador negro camina sereno
enfundado en una bufanda de rayas
el viejo anacoreta de la esquina
incita a la viuda solitaria
a canjearse por poco
el mito se reinicia
se levanta un brazo
el vaso es mil espejos
curvos y temblorosos

xiv

la alegría, el dolor y el frenesí
se encuentran en una esquina
como viejos amigos
la una habla del vivir de la vida
en una felicidad arremolinada
e intransitable
el otro no habla no necesita hacerlo,
se aleja erguido y confusamente arrogante
mientras disimula su cojera
el frenesí vestido de niño
hace temblar los instantes,
y desaparece de improviso
como el arrepentimiento
la alegría hace temblar el suelo
desesperada en su densa furia
corre tras de su amante fugitivo
y juntos abrazados y abrasados
rotan sin piedad durante la noche
la vieja discoteca con su rabioso neón
deja escapar entre rumores
un himno de nada de nadie


xv

los sonidos aéreos
de algún avión extraviado
entran por las pupilas de la ventana
la habitación somnolienta
se esparce entre cosas diminutas
llenando un espacio inmenso y diminuto
no hay nadie
alguien se olvidó cerrar la ventana
y la noche entró navegando
en la densa oscuridad


xvi

la novia de nadie
vestida de rojo escarlata, oropeles ondulantes
lleva flores funerarias entre sus cabellos negros
sus dedos curvados se mueven como araña
ocultando su rostro de inocente gaviota
la embriaguez dibuja su rostro
entre el racimo abigarrado de gente
el rouge se tiñe de rojo escupe sangre
en medio de la música ritual que explota
levanta los brazos y llora a carcajadas
del bracero tiznado escapan negros fantasmas
más abajo el río oscuro
y el resplandor de plata de los cerros
es la muerte que esperaba a sus amantes
para contarlas una a una


xvii


tu mirada perdida en el espacio extraño
dice palabras que desmienten tus ojos
de bella durmiente de la fábrica
tratas de inventar un mundo sin escaleras
con pisos de oro y las cosas limpias de tu casa
el perpetuo hacer y rehacer
lo que nunca fue tuyo
has invertido tu existencia.
de mariposa te convertiste en oruga
tu piel de manos temblorosas
ha olvidado las caricias
te has quedado sola
como un tren sin pasajeros
y sin tren
como un guante gris
en el suelo de un andén
con la promesa eterna
de miles de metros de rieles
pesadas ausentes y paralelas
el amor fue sólo una paloma mensajera
extraviada en algún ático oscuro y frío
aún posees lo que queda de ti,
y ya no piensas en lo que siempre fue ajeno.
debajo del abrigo sombrío
juegas a la gallinita ciega.
estás jubilada.

xviii

en un abanico de calles
dormía la plaza un viento
nervioso hace temblar los techos
los altos árboles oscuros
se mueven como alas negras
las ventanas abren sus ojos miopes
tamizados en amarillos
tu corazón es un obituario
un directorio de nombres y números
lleno de flores secas y de sacrílegas cruces
callado te despides de tus manos.

la plaza es una extraña bandeja
donde los hombres beben raros licores

xix


Exprime la luna
como a un limón gigante;
haz con el jugo un océano
donde se bañen las putas tristes.
pon tus manos entrelazadas
en un intenso abrazo
y sé el amante de esa niña gigantesca
pasea su corazón
como a un niño de nubes
y en algún momento
calla y devuélvela al silencio

xx


en el bosque humano
la maquinaria adolorida
se detiene a oír una sirena que canta
y se ahoga al mediodía
pasan racimos de muchachas
de hermoso colorido
caminan conversan
la sirena se detiene
y ya no hay nadie
sólo yo añorándolas


xxi

los edificios altos ocultan
sus escalinatas de flores muertas
los adoquines son aquellos espejos sucios
en las puertas abiertas
se pasean los dueños de nada
alguien llama por teléfono a cualquier otro
el anciano alcohólico canta en el silencio
viejas roncas y rumorosas canciones.
su aliento es un río amargo
que cruza el puente de sus barbas grises
su bastón es una línea oscura
su boca deletrea un nombre que no escucho.
el cuerpo tambalea sus alas ya no le sirven
un murmullo extraviado devora un callejón
todo transcurre tranquilamente amarillo
la calle se quedó apoyada en su bastón

xxii


herida de negro
en su corazón de nubes
se levanta el vestido en ademán de diosa
su voz ronca su mirada
hecha de puñales y miel
la mueca oculta sus últimos dientes
sus ojos tras las cortinas de sus pestañas
su cuerpo invita a la embriaguez
estúpidamente bella en su rincón
sonríe se brinda, como un bello cadáver
invita a la embriaguez.


xxiii


Sus alas de insecto caídas de un abrigo gris
acaricia con sus dedos largos
el estuche del viejo violín.

La fila parece una carreta lenta e interminable;
las máquinas de escribir se devoran los ojos vacíos
(como moscas ávidas, pero sin sed).

Los nombres se repiten y se tornan anónimos;
las boletas son palomas blancas sin retorno.

Un instante cualquiera y se inicia
el viaje al almacén oscuro,
del estuche negro y otras cosas más.

Pasa el siguiente, los ruidos permanecen dormidos.

Algo ya no está, afuera llueve.

xxiv


Como un barco náufrago de mar
como la gaviota que añora el destierro
de su playa desierta
ebria de arena, de brisa y de huesos.

Como un sonámbulo caminas despierto
sin presentir la presencia del astronauta
que arroja un alfiler en el espacio.

Desmayada en la calle desierta,
empedrada de voces y de desperdicios,
acaricias el suelo con tus manos
llenas de anillos de barro;
siguiendo con los ojos de muñeca
los miles de los pies
de la procesión interminable,

Más allá, tus sueños duermen como niños.

xxv


Depositado en una tarde adolescente,
engendraba formas, huellas,
hallando movimientos y palabras.

En la ancha calle de tierra,
en las veredas desnudas de árboles
que saludan alborozadas,
levantándose como suaves enredaderas
al contacto con las ruedas viajeras
de esos animales gigantes con corazón de hierro

La tarde transcurría,
los ruidos ingresaban al aire;
las nubes de papel blanco, transparente
jugueteaban en el cielo azul vidrioso
como en una ciudad de estrechas callejuelas.

La lluvia había dejado su flor ausente
en las canaletas de los techos,
en esas gargantas secas, ávidas
del jugo de los dedos celestes.



xxvi


Ataúdes sin muertos,
muertos sin ataúd,
Ataúdes muertos,
Ataúdes vivos,
vivos con ataúd,
inmenso cementerio
pleno de ventanas y flores de olvido.

Lágrimas que el ayer transforma
en la necesidad del adiós
y la sequedad de las maderas
Mantos negros
Ataúdes blancos
rojos y de arcoiris
pequeños, grandes, espaciosos,
rústicos, honrados, estrechos y vacíos.

Epitafios solemnes, insolentes
cirios de cabellera plúmbea
Manos profanando escaleras;
nombres furtivos, manos escondidas.

Orbitas de planetas que se ocultan
en la cavidad de las pupilas;
la tarde se refugia en la fosa nocturna.

El rito se reinicia.

xxvii



Ya nada esperes de este cielo amarillo
ya nada, todo ha sido concedido;
y lo escondido es sólo aquello que ignoras.

Busca la luminosidad de la tierra aérea,
ponte escafandra de astronauta
y camina por las nubes
al lado de los ángeles.

Bebe con ellos el viento
apoyado en la cabeza de un dios diminuto.

Ya nada, no disimules ni siquiera en la tumba,
esa silla inclinada en la oscuridad del silente eco;
salta de los andenes trágicos
en la estación sin trenes.

Ensarta al cielo con tu mueca de sonrisa,
estruja lo transparente de tu sombra
mientras tallas un ser hecho de plumas.

Hazlo y no pienses en nada.

xviii

Digamos las cosas sencillas,
como cuando corríamos
con un papel volador entre los dedos,
llevando suavemente su hilo delgado.

Aunque sepamos que siempre van más lejos
la brisa, tu sombra y la infancia.

Y queda flotando el aire, el hilo azul
mientras oscurece la tierra fresca
con la densa presencia de la noche,
o cuando se deshoja al claro
fragor que camina al mediodía

xxix


Ya no importa que vengas y me hables
¿ que podrías añadir hoy a este día?

Tu imagen suena detrás de las paredes
como una campanita tu cuerpo
transparente de nubes trepa tenaz
por los hombros del crepúsculo.

Yacen los hombres de pie
(adivinan lo que no puedo decir)

Ya no importa que hables,
si puedes, hazlo no obstante.
Habla, y pon tu voz en mis palabras;
habla, aunque sólo sea para desintegrarte.

Mis ojos están cansados,
pero, aunque fuera ciego modelaría
el aire que te rodea;
el vacío que en mi cuerpo se dobla

Y el farol que vislumbró la escarcha,
le dijo gota a gota, desaparece.

xxx


Te volviste picaflor al confundir las agujas
de tu máquina de coser con los ojos de la luz;
ella se bebe tus ojos de remota princesa,
hija de un manantial que cayó del cielo.

Con puntadas delgadas como el aire
y angostas como las lágrimas del amanecer,
cosiste un sendero color del tiempo y de los ojos.

Con las tijeras recortaste la luna
y del pespunte te hiciste un hijo de piel.

Tu calidez natural de niña se extravió en un baile,
y tornó a encontrarse en el río de leche
con el que te vestiste de árbol,
y te quedaste a contemplar el viento.

En una montaña intensa y cálida como una plancha
rústica, dulce y larga con su cordón de oro.

xxxi


Las uñas de alas de abeja
cortadas como hojas de árbol;
rojas como manzanas madura,
con una imprecisa suciedad de tren.

Sus labios con una sonrisa móvil
de barco o de canoa, se esparcen
en un arcoiris de palabras.

Luego, la lluvia
luego el río que se cansa.

Sus dedos de ramas, de un árbol
que hace cosquillas a la brisa,
que raspa el borde de las alas de los pájaros.

Su rostro de ventana,
sus ojos de vidrio mojado,
sus cabellos desprendidos
como una cascada ascendente
que sin embargo, cae.

Su voz ronca o chillona adormecida en el viento,
como el espacio entre una lágrima y otra

Ella, está allí
como una niña tan solo.

xxxii


El negro había llegado,
los resplandores de plata de las piedras,
parecían lágrimas de alguna mujer,
desprendidas de alguna carta extraviada.

El muñeco sonreía arqueando
sus cejas de medialuna,
y caía, caía la noche,
tejiendo una espesa capa oscura.

En ella las tijeras del aire
habían recortado un círculo blanco
(como ojos de niño recién nacido)

Y miles, miles de agujas
dejaron agujeros brillantes
al pasar la bandada interminable.

Alguien había muerto de frío
y subía una escalera llena de hilos,
hacia la red sin hoyos,
más arriba de la noche.

xxxiii
(1)

La lluvia otra vez, ciega
clavando sus dedos de agua
en un alfiletero inmenso y fresco.

La gente se reúne bajo los techos advenedizos
de las antiguas casas de comercio;
Alguien empieza a jugar
haciendo despertar el agua de los charcos,
mientras de varias estocadas
se abren los paraguas.

Los gatos en los techos
lanzan maullidos de ira al ser interrumpidos
por algún perro proselitista.

En los colectivos, los racimos de gente
elaboran un vino común que luego beben,
en tanto que se mueven y alejan
como viejos raquíticos con los bolsillos llenos.

La luna es pisoteada por el barro
de muchos zapatos; redonda y blanca
cubierta por un velo, parece una novia
que no quiso asistir a su boda,
y corre apresurada por la avenida gris
(como detrás de una ventana sucia)

En algún lugar, sin saberlo
un moribundo conversa con la muerte
y en su despedida se acuerda de algo
que no alcanza a pronunciar,
y es devorado por el silencio.

No podía, no pudo despedirse de sus manos.

La caravana acuosa del dolor mentía, más allá
un hombre con pies de pájaro
derramaba una lágrima detrás de la ventana
que devoraba la luz de un farol
que permanecía parado como un cojo,
con un solo y largo pie.

Todo sonido tanto más insignificante
cuanto más lejano;
entre los dos ríos flotantes,
uno lleno de agua cansada
y el otro pleno de líquido humano.

Todo olía a hombre,
lo diminuto comenzaba a eternizarse.

La lluvia, intermitente y eterna.



xxxiv
(2)

La ciudad descansaba
en su eterna posición inclinada,
dejando transcurrir los ríos y riachuelos
venidos de todos los costados.

Aparecían silenciosos
entre las jorobas de la tierra
que procreaban miles de espejos brillantes
por todos los lados.

Las casas cuanto más cerca al epicentro
de la camélida ubre, más empeñadas
en agregarse unas con otras,
en un crecer de inmóviles gusanos
indiferentes al claro olor de las nubes.

El abanico de las estaciones
obligado a extender su hacer cotidiano;
de las calles de tierra emergían
los rostros mezclados de tierra y piedra.

Un parque jugaba con los niños.

Más allá, una calle torcía
hacia un costado extraviada,
por unas gradas milagrosas
comenzaba una peregrina ascendente;
el seno de tierra se sentía acariciado.

El cielo estaba tan cercano como un sombrero claro,
la calle no terminaba en su garganta,
se abría cada vez más y en algún momento era colina.

Montañas desnudas que acordonaban las pajabrava,
las hierbas verdes agitadas por el viento
(en cualquier momento volverán a ser calles)

La noche.

xxxv
(3)

La avenida permanecía indiferente y torpe
como abierta por el impulso de una gubia,
a las temblorosas caricias de las abejas.

En los jardines de la campiña
abiertas sus ventanas y terraza,
plácida como una mendiga anciana.

Repartida en dos frentes
como una cabeza dividida
en dos trenzas geométricas.

Casas canosas de estuco viejo,
estridentes rosados momificados
en la pasada fiesta.

Los grises a veces, pero a menudo el blanco
los postes del alumbrado herían el aire
lanzando sus alámbricos brazos
en un ademán de ronda infantil.

La gente lo llenaba todo,
los gestos, la danza, las palabras
los sombreros eran cuencos protectores
que daban a la luz el aire y la gracia
de las trenzas que caían
sobre el triángulo de las mantas.

Belleza vegetal, terrestre
comparable sólo a sí misma
se muestran, se atrapan y se pierden
en las palabras y las muecas
y se descubren en la danza.

xxxvi
(4)

Esculturas de arcilla y piedra
rostros modelados por el paisaje
alimentados por el frío andino,
- sobrecogedor y aéreo -

El gélido contacto con lo urbano
todo lo cambia, lo transforma
deforma la apariencia y el habla

Habitantes de inmensas playas terrestres
dueños de lo agrario que parcela
lo aéreo de lo polvoriento
lo hondo de lo fugitivo.

Habitan el anillo circundante de la hoyada
laderas, colinas, puentes y abismos
todo es cubierto por viviendas
que no son chozas ni habitaciones

Miradores todos de panoramas extensos
dueños sutiles de los castillos colgantes
al bajar, son solo rincones cargados de peso
devorados, recónditos, fugitivos y ajenos

No poseen ni la tierra ni el cielo
la cordillera los examina de lejos
y se pregunta si alguna vez los conoció
si alguna vez acarició su plegaria

Aprenderán las letras y las calles
sus nietos conocerán paredes y ventanas
el crepúsculo del altiplano con su éxtasis
será un enigma, una esfinge que pregunta


xxxvii

La plañidera ha caído dentro de sus lágrimas
bastones como manos dobladas
acarician la espalda de la tarde
llena de murmullos

Teatro de conversaciones la calle
almacén de besos, casa de citas eternas

Un ala de paloma roza los cables cercanos
y despierta las barbas de capuchino

Aviones de papel se han detenido en el aire
mientras los niños buscan gusanos
en la tranquilidad de la hierba

Las moscas se posan en los trozos de muñeca
esparcidos en la ladera desnuda

Procesiones de hombres emigran
hacia el remolino del éxtasis

Llega el tren y se lo llevan
alzado como a un niño delicado.
16.05.76

xxxviii

Niñas huérfanas necesitadas de amor
sujetan sus medias transparentes
en las piernas rasas y lechosas

Senos que parecen uvas del verano
vibran bajo el traje de vino y miel

Sus calzones, las fundas de su carne
resistentes al tiempo pasajero
arqueólogas de sémenes antiguos

Buscadoras de carrozas
en las noches de luna roja y húmeda

Las nubes se empujan unas a otras
en los recovecos de las calles angostas

Oscuramente pobladas de pisadas.



xxxix

Ven gato brillante a mi pecho amoroso
reteniendo las uñas en tus patas
tus ojos bellos hundidos
de mármol y piedras preciosas
Ven, mis dedos alargan
tus caricias de tren
tu lomo elástico de barco
tu cabeza que encaja en mi mano

xl

Y las cintas de las muñecas
y las palabras en el cristal de medianoche
y en el puente cantan las maderas con los pasos

Y el pezón dulce de ese agudo seno
y que nunca ha contenido un corazón

Y la sombra del guardador de trenes
y el ropero del viento, abierto

xli

El poste
la casita de madera
en la esquina
del callejón que entra

Las piedras de su suelo
la luna verde detrás de las casas
y tú detrás de ti
siempre tú

xlii

Los ciegos han construido las catedrales
y se han sentado en sus gradas a descansar
portando en su penumbra
la sombra de la fe, huidiza y constante

Imperturbable y con otra prisa
los dedos de sus manos cogen el aire
y recogen las monedas delgadas del azar
de aquellos que se sienten
huéspedes ajenos de su territorio
de ecos y sin colores


xliii

El cristo oxidado de metal de un ataúd de 30 años
un papel que vuela en el aire asido a un cordel

Los guantes que quieren tomarse de la mano
cantando rondas de niño y sones de tarde

En la azotea caminan los gatos ondulados
y en el zaguán conversan quedas unas sombras

La casa de la muñeca deja caer de su ventanita roja
una sonrisa sobre la mesa de cuatro patas de pirata

En el rincón un perro recuerda la infancia de su piel
bajo un banco de la plaza, plácida y arbolada

Un anciano se apodera del tiempo pasajero
recogiendo las últimas monedas del sol naranja y azulino

La radio habla como una vieja chismosa y chapucera
que no puede ver dos espejos juntos

Los papeles ordenados como soldados blancos
desfilan debajo del pincel alucinado

El enano azul del circo amarillento
baila con una música imaginaria

Los granos de azúcar son arenas movedizas
de una dulzura que cae a los pies del café

El agua construye burbujas de aire al cruzar
por el patio a cuadros, verde y gris

Marmitas y arcoiris de papel moneda
aretes de oro falso o fingido

Marionetas madres que hacen danzar hilos sabios.


xliv

La dirección de su mirada
se perdía en la ventana blanca
azul, descansaba el cielo
echado de bruces
en la fosa circular del aire

Dos sombras caminan unidas
detrás de un reloj detenido
la niebla perlada oculta
los cabellos de plata de la noche

La ciudad de repente
se puso a llorar en los tejados
03.76

xlv

Cuida la niña en su cuna de madera
alimenta sus sueños de cristal
y al cambiar la luz del día
pon tus brazos en su cuerpo de algodón
- ligeramente aéreo -

Mécelo como si esperara al viento
si llora, haz de sus pedazos de lluvia
un ramillete para adornar la mesa

Y en el momento preciso
déjala flotar en sus alas de nubes
31.03.76

xlvi

Parada junto a la pila antigua
tienes el temblor de las abejas
la danza de tus pies
busca descanso en los zapatos
blancos y angostos
de cristal de cuero

Los ojos son espacios negros
por donde salen desde dentro de la tierra
lágrimas color de río y arbusto

El viento levanta las hojas amarillas
y juntos bailan una ronda
que termina en cualquier parte
22.07.76

xlvii

La lluvia ha terminado
los hombres que vinieron a encontrarse
se han despedido apenas

Algún viento solitario y fatal
se ha ocultado debajo de la mano
que esconde un sombrero negro

El cansancio apresurado anuda los pasos
el polvo ha aumentado edad a los vagones
y las calles de la estación
parecen una escalera dormida

Sentado sobre un banco anhelo ser
una locomotora o un abanico
26.08.76

xlviii

Como un guante
que cubre la mano del frío
coloco mi indiferencia doliente
junto a tu dolor distraído y lejano

Y quiero inundarte con los brazos
que cuelgan de mi pecho abierto

El brusco movimiento de los objetos, aterra
y obliga a no decirte todo
a no decirte nada


xlix

Noche de apariciones y de pérdidas irremediables
sentada la oscura en su sillón azul nocturno
Las estrellas chillan como viejas rameras
en la inmensa desolación de sus sábanas vacías

La electricidad camina sin remedio en su larga
peregrinación de postes y líneas cansadas
atrapando pájaros insomnes, papeles voladores
y muñecos que el aire, el polvo y la noche tejen

La sombra de los humos se prolonga en las aceras
enconada entre los marcos de los portones,
sale la luz rabiando y a corte de cuchillo
por entre las puertas que de súbito se abren

La calle reparte su lechos a los ebrios y agotados
oculta entre sus senos húmedos a los desamparados
su silencio lleno de rumores y gemidos lejanos
brinda una eternidad petrificada y fugitiva

Los fantasmas pasean la ciudad por dentro
y pájaros noctámbulos con nostalgia de rondines,
olvido de amante y furia de humillados huéspedes
dan vueltas alrededor de su paciente búsqueda

A veces la noche sangra y al amanecer el día
todo lo disipa, todo lo hace distante e inexistente.
02.07.76

l

Era viernes
los pasos desordenaban las calles
por los hombros de la ciudad
se mecían los camiones y los collares de seres

Era un bullicio lleno de sonidos
que pellizcaban las ventanas abiertas

La ciudad sentada con los pies cruzados
se mira a sí misma en el espejo blanco
de su diamante olvidado
que hace mucho tiempo dejara
un matemático divino

Voces dentro del laberinto
confunden sus ecos de colores

El color es un gran señor
y por sus bolsillos agujereados
salpica de vida los rincones

Era un viernes
con la cara pintada y habladora

li

Nadie ha barrido esta tarde la calle

Dicen que fue un entierro elemental:
la difunta, la tierra y los huérfanos

En algún rincón la escoba de carrizo
también guardaba un luto mudo

Los velos se levantaron de la tierra sudada
despertando las piedras y el polvo de seda amarilla

El negro se apoderó de todo
y en donde no pudo, colocó una cruz

Nadie ha barrido esta tarde la calle
y en algún rincón azul
dos niños se han transformado en hombres.

lii

Haciendo surcos en la tela
rondando el carretón de hilo interminable
la maquina de coser sentada en su mesa
como un animal doméstico

La aguja salpica la pies de la tela
amontonando montañas el motor que ronronea
hace girar su rueda de timón

La noche hace pasear su luna blanca
y ahí está mi madre
añadiendo puntadas al camino

El hilo se devora sus ojos
arrojándola al sueño

Se duerme como una niña
y espera a los reyes magos que todavía no llegan

liii

La lámpara encendida deja escapar su luz
impúdica, amarilla y aneblinada
denunciando la demencia de las noches

Más allá, apoyadas en su bastón de aire
los pedazos de nubes, sienten lo acumulado
en las sillas color de adolescencia

Las cenizas retratan un desastre inmenso
una lucha circular que da miedo

Un lápiz dibuja el peine y los cabellos
el collar rosado brilla en la silla giratoria

Se escuchan los pasos, y la puerta queda abierta
detenida por el viento, por quién sabe qué

liv

Las ruedas de las bicicletas levantan el polvo
de la calle ancha en cuya ingle un hombre
caga distraído leyendo trozos de periódico
jugando con las moscas revoltosas
con las coronas quebradas de las botellas
los papeles llenos de mugre,
los brazos desperdigados de los muñecos,
los zapatos domingueros mirando al cielo,
los lápices que ya no escriben,
los paños higiénicos, las canastas sin fondo
los pedazos de vidrio.

A todo ello, invaden el territorio
de la sinceridad humana el cúmulo de ocultaciones
que torna toda verdad intransigente

El viento pasajero devuelve las heces
a los pulmones que cruzan por la calle

Una mujer orina recogiendo sus vestidos
y un espejito sin brujas apoyado en un alambre
tirita frente a un espejo grande
22.08.76

lv

Las orejas han inventado los aretes y los equilibristas
y más allá los cables y las paredes no robadas

Los violines han renacido en brazos de los mendigos
ciegos al borde de las catedrales

Y los sombreros viejos han hecho un río de monedas
que llega a la pureza de lo definitivamente oscuro
que esconde delicadas mariposas fosforescentes

Y esos ojos que han mirado a las hormigas
y la temerosa escapatoria de los cigarrillos ardidos

Son su propia ánfora los laberintos del sonido
que llegan a las cuevas del silencio
(debajo de los cabellos húmedos de lluvia)

Del miedo a los ojos han nacido los espejos
y han crecido las lágrimas transparentes

En los vasos diminutos pueden caber estrechamente los mares.






lvi

Como las sombras de las cosas
y los hombres allá arriba
donde descansa el crepúsculo rosado
antes de irse corriendo
como un pasajero atrasado
en el último tren
del último resplandor del día

Los brazos son brazos aéreos
que cogen el aire y lo transforman.

lvii

Las nubes jugueteaban en el cielo rosado
empujándose unas a otras al abismo del aire;
por los recovecos de las calles angostas, llovía.

Y la lluvia era un piano azul inmenso
en la húmeda musicalidad de la tarde

La ciudad dejaba sus cabellos desnudos
sobre la espalda escarpada de las laderas

Pedazos de agua naufragaban en las canaletas
de las casas herrumbrosas y quejantes

Las calles se extraviaban en el barro de los pasos
los charcos como pupilas sucias
disimulaban la claridad de sus reflejos

Parada como una estatua solitaria
está en ningún lugar su cara larga y pintada

Oculta detrás del puente entre sus dedos
oculta una moneda desierta en la marmita vacía

Como una sirena gigante chorreando agua
reaparece fresca y resplandeciente la ciudad

lviii

El paraguas de rocío cubre la inmensa cúpula del aire
todo ha sido colmado por la lluvia larga y diminuta

El monte ha sido colmado del ánimo fresco
de las huertas y jardines que sollozan amorosos y fragantes

Más abajo el río entrega sus largos cabellos a la ventisca
como alucinaciones que la quimera de una infancia
en el temblor de la tierra hayan sido creadas de repente

Las mesas blancas avisando el pan cálido recién nacido
los gallos caminando por las calles elementales

La noche cenicienta se introducía en todas partes
como un paisaje imaginado por un ciego eterno y soñador

Absolutamente negro, con diminutas luminosidades de cristal
muyupampa 05.10.76

lix


¿ Por qué ese silencio interminable y peregrino
que me asalta con su garras agudas e inasibles ?

¿ Fue mi torpeza un equilibrista sin cuerda floja
o mis palabras un presentimiento tenebroso y feliz ?

¿ Extravió las alas el pájaro mordaz de mi memoria
que insolado voló a través de un paraíso perdido ?

¿ No puedes tornar tus ojos de plumas y miel
hacia mi sombra impúdica y triste, que sin embargo te ama

¿ No ves los ojos lejanos que miran la orfandad nocturna
que atraviesa como un rayo todo aquello que jamás veras ?

lx

Pedazos de sol caídos del raído
bolsillo agujereado y azul

El cielo nació de una separación de bocas
y el transparente arcoiris de su aliento de vapor

lxi

Saltimbanqui de circo ambulante saludando con tu danza
la fatalidad de las horas transcurridas
en los alrededores de la muerte

Como una abeja solitaria, sin aguijón ni alas
desierto en la inminente trayectoria del sol

Poseído por la palidez de los instantes, tardas en caer
tu salto es historia que alimenta al viento

El estremecimiento de tus ojos hace presentir lo eterno
y estremece el movimiento giratorio de las ruedas

Vuelve a hacer caminar tus pasos hacia la larga procesión
que a lo lejos, ruidosa e intermitente espera

La luz identifica el final de la jornada
y tu sombra se pierde cada vez más diminuta
28.01.76

lxii

Estuviste quieta como una piedra fría
ni siquiera el viento pudo hacer música de tu cuerpo

Te volviste un rayo de luz y te devoró el aire
el montículo de arena detuvo tus sensaciones

Y las convirtió en polvo, nubes y sonidos
nada quedo sino la tierra verde con su sombrero azul

lxiii

El ventilador no funciona
la tarjeta postal con una playa tropical
y largos árboles dorados

Los archivadores en pilas
y bajo el suelo como un pianillo
como una novia enana y solitaria
la máquina de escribir

La empleada observa tarjetas de visita
imaginando posibles pretendientes

Los periódicos, los almanaques pasados
la puerta cerrada, el teléfono sonando
la ventana abierta, afuera los pájaros,
los sillones, los tarros de basura
el cigarro tenido de rouge en el escupidero
libros de citas imposibles

Nadie sueña en la cabecera de esa silla
en pasos detenidos tras las puertas
en ojos tornados y rodillas dobladas

Es la locura en horas de trabajo.
10.12.76

lxiv

El viento mojado no podía esconder la luna
y la dejaba escapar entre los bolsillos

La noche oscura aún más oscura que la noche
hace brillar su magistral botón de plata

El pasto llora en la meseta, hace noche
25.10.76

lxv

Caes como la moneda al platillo de limosnas
como un beso de tu boca pintada de frutillas

En el almanaque los días idos y sin venir
permaneces callada y miras hacia el cielo

Caen tus cabellos como cartas de una baraja
Ondulado el aire te recorre entera

Unos ojos detrás de la ventana de la casa gris
una voz que se ahoga en un grito hondo

lxvi

Para enterrarnos juntos
debemos morir juntos
debemos ser nubes
en perpetua lluvia


lxvii

ESa mirada que tiene las pupilas diminutas
como marionetas negras de cera en un escenario blanco

Del techo cuelgan serpentinas decoloradas de papel
las almohadas se tornan los senos de la cama

Del basurero florecen papeles con jeroglíficos
y pedazos de vidrios y espejos rotos

Las agujas y los clavos junto a la bicicleta
hecha de madera, latones y telas

El abrigo azul tirita de frío cerca a la ventana
sus largos brazos caen ligeramente inclinados

Debajo del sillón tapizado de oro viejo
está el baúl policromado y oscuro

Los periódicos pasados cubren la paredes
tapando los agujeros de la pared

Los ojos miran sin ver la cárcel invisible
y los párpados al caer inauguran otra más visible
26.08.76

lxviii

Los pájaros picotean las piedras de los ríos
y dejan agujeros por donde pasan hilos de agua

El solo vende minutos de luz sentado en la tarde
sus labios dejan escapar la fiebre que lo cubre

Por los senderos los pastores siembran sus ovejas
y en el verde sacuden al aire las calientes manos

Y los árboles poblados por palpitaciones de color
se mecen inermes y febriles en el fragante sopor

Una moneda por tus pensamientos

Y los campos sedientos de sí mismos
se devoran lo húmedo del aire y se llueven

Mas allá, en el azul primoroso y lejano
los cisnes danzan lo ondulado de la isla
05.10.76

lxix

Herida de negro con su corazón de nubes
se levanta el vestido en actitud de diosa
su mirada hecha de puñados de luz y sangre

La mueca oculta la fresca sonrisa
sus ojos se ocultan detrás de las pestañas

Sonríe, se ofrece en una bandeja de colores,
invita a la embriaguez como una novia viuda
serena en la ceremonia que nunca que no acaba
Sus uñas corcovean y el perfil se dobla
el gesto invitador la ha rendido
el rouge se ha teñido de rojo

Levanta su rostro oculto por cascadas de cabellos
extiende los brazos florecientes y tiembla

Ebria, ha caído sobre un cuenco aletargado
las risas y los brindis ensordecedores
se alejan de su mente rumorosa
29.12.75

lxx

El puente verde alimenta ecos extraños
detrás de sus piernas bajo las gradas húmedas
duermen frágiles algunos alcohólicos

Las arañas penden de los hilos invisibles
más abajo, los alfareros petrifican sus manos
en los jarrones y las ollas cubiertas por la paja gris

A un lado, los altos eucaliptos se mecen suavemente
las calles apaciguadas como ríos de tierra
donde la gente navega descendiendo de sus islas

De las escalinatas de piedra, empieza a nacer el viento
en los amaneceres inconclusos que llegan de lejos
05.10.76

lxxi

La ausencia va devorando el tiempo
con sus manos que cortan la sombra del viento

Horada y horada la memoria hasta que quede inerme
como un hijo recién nacido, sin llanto ni alimento

La voz que del silencio hace ferviente la totalidad
de la lluvia que cae al alfiletero de la tierra

Los extraños ruidos que hieren la voz
han oxidado el cáliz de los hombres

La fe y la esperanza permanecen ocultas
detrás de los ojos las mariposas

Dejan sus larvas en lo alto de las casas
y acarician el cristal del agua y callan
30.03.76

lxxii

Escribiré un poema ancho y largo
que abarque el aire,
el suave viento de tus ojos
junto a la noche que nos devora
Caminaré aunque no sonría tu voz
este otoño inquieto y presuroso
Buscaré donde escribir
aquel poema interminable
1975

lxxiii

Llueve de repente en la cara sucia
de los techos de impúdicas terrazas

En la ciudad de los sueños de ojos y camisas
que caminan como grandes bultos

Los duendes de mi entrecielo están jugando
con los agujeros del viento y el polvo
que atesoran las paredes ávidas

La silueta tenue de los cabellos
rosados y azules de intensidad opaca
celebran una fiesta de agua en las calles

lxxiv

Manos etéreas tejerán racimos ligeros
abejas enardecidas beben las flores secas
rumor de cataratas sobre la hierba joven
el cielo sobre la tierra como espada llameante

Visitador de sombras desleídas en el viento
dentro del polvo como en ninguna parte
los huesos serán hilos blancos, como nubes
como plumas frescas y filosas

Hendeduras de luz en los orificios celestes
vestiduras descarnadas en el último abrazo
eternidad de acuario y de arena
bajo las coronas de hojas y polvo

B.10.01.79

lxxv

Salid días de vuestra apacible inexistencia
deslumbrados ante el espectáculo de vuestros hechos
ved como vuestro sueño encantado no duerme
ni vuestra voz deja de hablar en silencio

Muros de luz en los amanecientes resplandores
aguijonean el perfil agostado de las calles
envejecidos en vuestro incesante nacimiento
lozanos en la penumbra majestuosa de las noches claras

Refrescad vuestra memoria de hilanderas locas
la delicadeza lívida de estrellas matutinas
como cisnes haciendo rondas en su propia imagen

Expandid el canto ronco sin murmullos de la piedra
de cuanto yace postrado sobre la tierra
de cuanto se yergue, flota y desaparece
03.79 B

lxxvi

Un abrigo negro se bambolea lentamente
la loca camina sin prisa por la calle
parece una taza oscura con la oreja rota
esperando una calidez líquida que no llega nunca

Se detiene delante de todas las ventanas
i mira oculta detrás de sus ojos
la tarde crepuscular teñida de violeta
con su ternura de niña solitaria y lejana

Si alguien podría verse en el espejo de sus ojos
jamás tendría que pensar en la salvación de su alma
Las miradas como moscas se posan en su figura inquieta
y se espantan al más leve movimiento de sus dedos

El brillo de las niñas de sus ojos aumenta y resbala
por su rostro diáfana i sin cicatrices
con la mano recoge el papel volátil y se aleja como vino
tambaleante como una diosa dormida por siglos


lxxvii

Nada le pidas a este cielo amarillo
ya nada, todo ha sido concedido
y lo escondido es sólo aquello que ignoras

Busca la respuesta a todas tus interrogantes
en el camino dorado y transparente
que se dibuja como una línea interminable

Ponte escafandra de astronauta,
camina despacio por las nubes
y conversa con los ángeles de alabastro.

Escancia con ellos el viento fugaz
apoyado en la cabeza de algún diocesillo
y devuelve a la tierra el fruto de tu voz

Ya nada pidas, ni siquiera en la tumba circular
de tus sueños, tus desvaríos y tu lógica
ni al silencio fangoso de los difuntos

Desde alguna estación desierta y oscura
ensarta al cielo con una sonrisa pura
y esculpe en el viento una mujer ansiosa

Y ya no pienses en nada.

lxxviii

Tu mirada perdida en el espacio extraño
dice palabras que desmienten tus ojos
Tratas de inventar un mundo sin escaleras
con pisos de oro y las cosas limpias de casa

En el perpetuo hacer y rehacer aquello
que poseíste y que nunca fue tuyo
ha invertido tu existencia tenue y azul
naciste mariposa y te convertiste en oruga

Tu piel, tus ojos, tus manos temblorosas
han olvidado las caricias elementales
Te has quedado sola como un tren sin pasajeros
como un guante vacío en el suelo sin pasos

Entre las miles de rieles surcadas como ríos
el amor fue sólo una paloma mensajera
que se paró en uno de los cables tiritantes
y se marchó con el primer ocaso de lluvia

Sólo posees lo que queda de ti misma
te despojaste de lo ajeno y peregrino
debajo del abrigo gris tímidamente juegas
como una niña abandonada y huérfana.

Estás jubilada.


lxxix

La lluvia ha terminado
los hombres que se han encontrado
se han dicho adiós
algún viento solitario y fatal
se ha ocultado debajo
la mano que coge el sombrero

El cansancio presuroso del polvo
ha aumentado años y sombra
a los vagones de la estación

La calle parece una escalera dormida
26.08.76


lxxx

Esa mirada que deja las pupilas diminutas
como marionetas en un escenario blanco e inmóvil

Ese techo del que cuelgan serpentinas de papel
descoloridas y torpes, sin luz ni sombra propia

Ese lecho gris con sus múltiples almohadas
que a ratos se mueven como senos cálidos

Ese basurero oscuro del que florecen papeles
fragmentados llenos de signos y arrugas

Esa bicicleta hecha de madera, fierros y clavos
cuya rueda delantera se mueve sin motivo

Ese abrigo agarrado del muro que tirita de frío
en el rincón cerca a la ventana abierta

Esos periódicos sin fecha que en el tumbado
tapan los orificios del techo descubierto

26.08.76

lxxxi

Un negro sartén recostado
en un bracero de carbón gris

lxxxii

Fotografías, puertas intactas al pasado
ventanas abiertas al vacío
ya se fueron, ya se han ido
y al mirarlas también nos vamos

¿Dónde están , dónde estamos?
nada responden y nos miran,
y se quedan en silencio
como una tumba tibia

Y las fotografías caen de las manos
huyendo de aquel que no desea
agonizar dentro de ellas


lxxxiii

Yo la quiero cambiante y compleja
con dos ojos tibios de abismo
que se vuelvan fantasmas

En su boca, fuente perfumada y bermeja
que destila más miel que dos panales
a veces nos asalta un aguijón temblante,
unos raptos feroces, gestos implacables

Y me sorprende en su prisa
el dolor de una queja
que su mano descubre
ciega de caricias y puñales

Al vibrar desmaya y ruge y resbala
siendo águila, tigre, gata y paloma
en un instante que solo anhelo
crucificar.

Que el universo quepa en sus vahos
que deje titilar su voz
que suspenda, que inflame
que sea una fuente erguida

que chorreen de su frente narcisos
que las sombras la reclamen
y las espinas que la rodean
se devoren a sí mismas

lxxxiv

a Delmira Agostini

Suicida asesinada
que al compartir tu muerte
has recogido
las aguas olvidadas
del ay y de la lluvia
y de cada rincón que has conocido

Después de cada muerte tuya
caes con gesto de paloma
y te dispersas en el aire
y hablas, te quejas, y nos miras
tu voz no dejan que te entierren viva
ni te quemen en la hoguera

Solo la tierra hizo confuso tu silencio
y la tierra misma al recibirte
acariciaba como una boba
tus largos cabellos negros

Como escribir de ti, de tus ojos
sin olvidar que respirabas
que palpitabas en cada instante ajeno
como niña, como doncella, como meretriz
como el agua verdosa donde
revoloteabas como abeja ebria
con alas transparentes y pies descalzos

Como el viento, lamiendo todo
heriste por un instante, fugitiva y grácil
pasmada, fugaz, dicharachera
la inconsistencia de la muerte.

lxxxv

El poste
el quiosco de la esquina
el callejón que entra
i las piedras de su suelo
la luna detrás de las sombras
de las casas oscuras
i tú, siempre tú

lxxxvi
como en un barco naufrago de mar
como la gaviota que añora el destierro
como una playa desierta de arena
como un sonámbulo que camina despierto

sin presentir la presencia del astrónomo
sin arrojar un alfiler en el espacio
sin estar desmayado en medio de la calle
sin estar rodeado de voces y desperdicios

el barro con su piel oscura acaricia tu cráneo
y los ojos inmóviles, jadeantes y ajenos
miran la caravana de ojos y gestos
que pretenden pedirte que no vivas

lxxxvii

El aguacero invernal incapaz de esconder la luna
la deja escapar de su puño; mientras en el camino
sobre la helada, pisas relámpagos de mi linterna.
Entre los rastrillos, el estiércol azul de los caballos
humea cálido, sin manchas, al aire
Si se quiebra el aire, no será sino la bruma, el oscurecer
del mar, hastiado de peces, de agua y olas
Ah este camino que nadie recorre sino el crepúsculo
La luna de las montañas ilumina el perfil de los árboles.
También esta porción de paja húmeda, en el portal entreabierto
ha de tornarse en una casa recostada.
¡Que gloria las hojas húmedas, temblorosas de rocío
bajo el sol fresco y quebradizo!

lxxxviii

Sobre la calle de adoquines de piedra oscura y azul
la niebla joven juega a que cada uno sea su espejo;
se mueve, sus huellas se pierden en el barro
Los faroles, más arriba atrapan insectos inquietos
en los cabellos ondulados de las calaminas.
Los postes viejos en este mundo tornadizo,
en el esqueleto de calles y callejones
cantan pesados y silenciosos al moverse
una canción húmeda y fantástica

25.10.76

lxxxix

el chaleco amarillo, los lápices insomnes
el relicario de madera roza elefantes de jade blanco
pedazos de medias de mujer, viejas monedas
pedazos de huesos perfectos, piedras, muñecos
lejanas fotografías, palomas estacionadas fuera
llaves huérfanas y el inefable polvo de tierra
que pretende acariciar todo, al descuido

22.8.76


xc
la plañidera ha caído dentro de sus lágrimas;
bastones como manos dobladas acarician
la tranquilidad de la tarde rosada y amarilla;
llena de murmullos la esquina sin ángulos,
teatro de conversaciones, almacén de besos
templo de citas cotidianas y eternas

xci

con la mirada perdida en e espacio
con los desiertos ojos de princesa a medias
sueñas un mundo donde no caben escaleras
el trabajo en la fábrica ha estropeado
las mariposas inquietas de tus manos,
tu piel de mango ha olvidado las caricias;
te has quedado sola, como un tren sin pasajeros
ni ventanas, ni rieles; sólo los recuerdos,
el humo del bosquecillo y esa voz que no te deja
Estás jubilada

xcii

Vistes con lujo tu belleza infernal y divina
siempre vaporoso tu rostro depositado
en el ánfora vaporoso de tus cabellos
Tu rostro tajante y bello, de niña valerosa
tu caminar danzante, tus pies alargados y firmes;
tú, amante mía, diosa, ¡cuanto amo tus pliegues!
que importa que no estés, si dejas aura
si cuando doblas la esquina, tu sombra se defiende
y la sombra de tu sombra con fuego me acaricia

xcii

Bajando la calle oscura, más allá del viejo poste de madera
alguien canta suavemente: “ me voy por esta calle,
ya no me has de ver”. Dicen que es la sombra
del viejo amante que siempre vuelve de la noche
y siempre se va cantando, con sus pasos de péndulo
en las noches sin luna, ni estrellas, ni focos.

xciii

El puente de capa de verde hierba, curvado en su vientre
alimenta ecos extraños debajo de sus graderías
siempre duerme alguien sentado con los brazos extendidos
Debajo los bultos amarrados de las vendedoras, el sereno
con su cigarro en un rincón; un aroma de naranjas y verdura
más allá la carpintería; las chozas de los alfareros
y la callecita que me lleva a la avenida, desde donde lo veo
como un gato inmovilizado a punto de saltar.

xciv

Los largos edificios al fondo perturban el paisaje;
abajo, luego de los atardeceres, los adoquines
- espejos sin bruñir - y los charcos de agua,
el divertimiento de los grupos de alcohólicos
que lanzan piedras y se ríen, niños sin retorno.
Las viejas calles con sus aceras habitadas
el aliento que emerge de los ríos embovedados
el valetudinario ebrio de barba blanca y sombrero alado
levanta su bastón de caña, como una línea oscura.

La noche camina encima de la luna
(como una sonámbula transparente)
no penetra en los charcos grises de sus pupilas;
los niños merodean por el rincón y se burlan.
El viejo se levanta, el gigante reducido tambalea
impotente los mira, reviste cada risa con un gesto
y se aleja tambaleante hacia el tambo
olvidó su bastón, olvidó los niños y a la noche
que lo devora, que lo tranquiliza, que lo entierra.

xcv

Tu boca es dos labios y no los puedo besar
tu sombra un puente cóncavo que no atravieso;
como un borde estás en ningún lugar amable

Ninguna es la luz que te alumbra ahora,
no más de un brillo te aconseja desaparecer
como un camino tus cabellos desaparecen

Tren gris del último resplandor del día
cuelgas de allí como una nube pasajera
que se adhiere a mi piel y respira.

xcvi

Caes como la moneda al platillo sucio de limosnas;
tu boca pintada de fuego lanza el último beso
al almanaque de los días que no caminarás.

En hileras descarriadas tus cabellos huyen por el piso;
como una diminuta baraja tus dedos se crispan,
y arañan la tierra que acoge tu cuerpo aún tibio.

Los ojos rompen la cortina de tus pestañas gruesas;
brillantes y temblorosas las niñas de tus ojos
humedecen la mejilla izquierda.

Tu voz se deshace en dos palabras que nadie oye;
la helada caricia sube por los pies desnudos
y detiene tu aroma al llegar al centro de tus senos.

Solo una muñeca tenue y pálida que fue bella
solo un manojo de tela, carne, sangre, sudor y barro
se queda por primera y última vez en la vida, quieta.

xcvii

Como de detrás de la cola de una melodía
delicada de los cabellos de alguna mujer;
suspendido en el aire del cuenco azul,
combado en el viento, camina, camina
apaciguado por los costados del aire.

¡ Dame agua de la fuente paliducha !
Son muchos los que se han ido
y casi nadie ha vuelto....
casi rosado el mar mueve sus peces
¡Tanto han hablado, tanto han dicho!
¡ No dejen silencio, no dejen voces!

Mis ojos están flotando, casi los veo;
han sacado aquella puerta, con prisa
y otra más grande están poniendo

Como un anillo en el dedo
con un nombre en el anillo

Por los pliegues de la lluvia, caen

¡ No te mueras, no te partas, yo te quiero!
Tres cosas te quise dar, tres te las he dado

En la arboleda la alfombra de la hierba
los trenes ya se han ido,
ya no llores pensarosa.
10.8.78

xcvii

Uuuuuuuuuuh!
Uuuuuuuuuuu...

Ulula la sirena
la clara sirena de siempre
con sus sonidos de escama

Son las doce del día
saldrán los obreros
Doña Josefa pensará en Dios

Los ventanales del taller
recibirán al sol
en sus bandejas transparentes

Uuuuuuuuuuh!
Uuuuuuuuuuu...

Ulula la sirena
la sirena sin tiempo
en los oídos de las gentes

Las vendedoras cubrirán sus puestos
sube el Uuuuuuuh por las calles
Volverán todos a sus sitios
la sirena a su soledad de canto

Uuuuuuuuuuh!
Uuuuuuuuuuu...
la sirena de siempre

5.10.79


xcviii

Los muertos son compañeros silenciosos
que sacan del bolsillo del chaleco de la oscuridad
los botones que han sobrado en el momento oportuno

Reconstruyen su vida pasajera, por eso están quietos;
sólo hablan cuando algo han olvidado pronunciar
o si al tornar un gesto se olvidaron la caricia

Pedazos de sol, caídos del bolsillo agujero del azul;
el cielo nació de una separación de labios,
de una ruptura del silencio y de la luz.

No hay comentarios: