"YOLANDA BEDREGAL" 2004
1
acostada gruñe cada piedra insomne
durmiendo sin fin un sueño vacilante
el vago lecho en las calles desierto
del empedrado alfombra congelada
de pasos inmemoriales un fantasma
sin opacidades vastas transparentes
a ambos lados amplias se extienden
de cada sombra testigos sin cargo
los lechosos charcos temblorosos
agitado de capullos el sendero
la alfombra inquieta del río fuera
el rubor pálido que acometiera sus bordes
hecho incierto reflejo de ansiedad herido
gris inserto en la penumbra templada
donde inmóvil pasar el tiempo hoy miras
algo húmedo tras los encajes atisba
relente sin armonía duro tembloroso
su alucinado lomo liso se encabrita
perplejo del amanecer balsámico
que hosca un ave hiere translúcido
intenta seducir dividida nuestra alma
un sabor a miel construido espacio cruel
que decapita sorpresas minuciosos abalorios
un hermafrodita denso y tajante parto
que vuela sangra come y se dispersa
su sonrisa su de libélula tibia espalda
su de blanca alegría frágil vaporosa
de miedo entre muros el regado paisaje
la recíproca afición del cárdeno tejado
tierra de sofocante ávida espesa leche
2
valoro que sediento lobo es cuando
interminable febril por las vías aúlla
atrapado por esa ciega errante luna
que un tacto frío de su lomo araña
como si de sí mismo saldría la presa
pezuñas eran las que sin tocar el suelo
casi del polvo pálido flotaban en la bruma
ensartadas oscuras en la fría celeste
coronada de vientos gris sonora lluvia
presagio conjuro ira presentimiento
asqueada de hondas pupilas se dilata
un quieto incendio que en ascuas devora
todo cuanto se mueve respira o repta
húmedo semen quería del cuerpo zafarse
de la sin pelos piel sudor sin aire
de ojos carminados tierna babosa fiera
precioso artefacto preso pedernal
aérea jadeante taciturna gota coral
cola ríspida aguja látigo de miedo
vaporosa noche vaharina muerte
3
de rostro nebuloso pleniluna intensa
del alma puñal la noche reina brumosa
rada ululante anclada mágica ilusoria
detenida campana transparente
oscilar de una vida o un instante
nívea transparente salvaje caricia
curvas hirsutas de miedo ensartadas
sombras tenues de cráteres lejanos
donde se iniciaran de astronautas
las horrendas cataratas del vacío
por las oscuras latentes barandas
penetra sudorosa la neblina densa
orificio cautivo de insondables pupilas
alucinadas crudas devorándose espejos
donde tropieza cae e inmóvil se detiene
de cristal devuelve miradas ninguna laguna
demente paraíso de brujas duermevela
el tiempo no existe ni el rumor que late
súplica vientos de amor alucinados besos
ebrias aves succionando la bermeja aurora
los que pasos tenues trajeron han borrado
no existe huella del retorno camino alguno
pero aún brilla dorada de día la riente luna
entre celeste plata recostada y blanco
sarcófago hondo de la transparente noche
4
insólito néctar las manos ciegas rasguñan
como surcos de líneas arando destinos
en la piel flotante de arácnido las patas
arbustos sin dedos donde agazapados
a amar destrozar o petrificar se mueven
gestos aguardan en su negrura espuria
florestas y colinas angulosas donde
crispada entretejida vaga geografía
calado yace dentro un cóncavo cuenco
de instantes y caricias ensartadas
reptan cuando palpan tocan o carcomen
pueblan de cicatrices tus aéreos territorios
uñas irregulares badajos y ovaladas garras
escudos de un tacto intermitente que
roza otra araña otra fluctuante rama
nacidas donde ciertas muñecas acumulan
diminutos huesos o un compacto tren
que gira se alarga retoza y se extingue
buscan manos invertidas unos guantes
otros dedos soterrados y colgadas todas
5
tiembla mariposa tornasol que
desde el rosa nube al carmesí
aéreas agita líneas tersas si
encima tuyo se posan moros los ojos
de seda negro que de tus alas miran
de tu gris y fragmentada sombra
reptan risueños por rugosas ramas
remolinos ondulantes sobre el lomo
simulas ser un gris y dúctil helminto
para abrir sobre tu piel la oruga
ni gusarapo simple siquiera un gusano
lágrima densa y cascada inabordable
duerme la crisálida mielosa un sueño
que en invierno cabe lo que es nada
flores frescas tallan la futura caricia
flotas intangible aéreo lepidóptero
rompiendo tu celda cálida desnuda
emerges de colores como un grito
que el mediodía en silencio azota
furiosa aérea inmanente cabellera
6
sin tocar camina húmedas las aceras
el resquicio que añora vagos ventanales
que palpan en el aire un terciopelo sombrío
un vagaroso destello y un tímido gemido
que de la brisa terca parece un agujero
temeroso latido el áspero taparaku
trozo de sombra en el azul nocturno
por un eco luminoso e inicuo cautivado
de una médula agitada atosigante
de desesperación y sosiego presa
es un aura fresca en un reloj flotante
el noctívago vuelo del cóncavo insecto
por creerle trozo de guadaña le temen
porque buscando luz tirita el responso
una cruz en el aire o la simple tregua
aquellos bañados por un débil eco
de tierra tibia humo agitado herido
persiguen agitados su silencio aéreo
la suma tenue del negro su opaco brillo
que oculta garras filas de infinita ternura
cuando por la mano cae aniquilado
por espantadas almas que de la simple
y clara ventisca solo miran una nada
devorada por la sombra de una sombra
en un sacrificio sin rincón ritual ni sangre
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transparente de alas su lobreguez
de niebla de lluvia y lagrima se esparce
noche aguda de angustiadas aves
que rugen veladas en el perfil tardío
presentimiento deseo ansiedad de ojos
camina las húmedas aceras sin tocar
recodos sin nubes sin ninguna parte
insecto nocturno vuelo circular fosforescente
bosque de gotas donde aletea y gime el viento
tirita un reloj y huérfano de sol se devora
agitado humo herido en la tierra fría
recorren infinita ternura tus zarpas
arañan las paredes claras transparentes
que el hilo de tu caparazón tensa
donde mi sombra la tuya devoraba
se encabrita sensual su lomo ceniciento
de un dios desertor como la ciega ira
se inflaman de tierra las raíces frescas
gotean tornasoles tus verdes esmeraldas
de la noche de lomo transparente el felino
clavadas las zarpas en las nieblas rosadas
acosados carruajes fugitivos que se chocan
alarmas que el cielo brillante las espanta
que sangra los eternos instantes de su fuga
que el principio del caos saboreó distinto
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anticipa su leve presencia el silencio
es ligera vorágine de ascuas alimentada
acróbata aérea que moverse no simula
una distinta presencia en cada meneo
cada silencio una inconstante música
brillan de piedra preciosa sus ojos
de tu oscuridad en cada intersticio
algo desde un ciego sosiego atisba
donde se expande una ávida lujuria
lasciva floración intensa de su aliento
como un arco tensado curva su lomo
intenso un beso sagitario se devora
donde roza sesgado el lábil espacio
de una volátil copulación dolorosa
que sonora sofoca de espasmos todo aire
amante lleva en la piel su hálito espumoso
peina la áspera lengua su tersa indumentaria
celestial de suave ardiente pelo acariciable
aéreas voces tocan un ronco instrumento
resbalan ecos en su obstinada garganta
como esperando recostado siempre
un destello se cobija tras la sombra
donde lúdica y espantada se confunde
la caricia densa que en la flotante oscura
densidad del alma se entiende como un ascua
9
arrancado de cuajo de rústicas tinieblas
su fiero perfil elegante áspido camina
avanza el carnicero como si la noche
alucinada y gris en él tierna se posara
en lo hondo de su ánima errante agazapada
de ébano brioso cubierta flota la osamenta
transitada por ondulantes árboles ungidos
acicalan sus suaves cerdas duras las ramas
como si supiera que otra alma taciturna
le envía un aéreo denso beso carnal devoratriz
es un bello ritual fugaz la sangre ajena
ilumina y refresca su meneo de sombra
bebe sus fauces embriagadas huracanada
su cola como cetro musical agita nubes
oscuros pubis oscilantes serpenteando
como un travieso gato azul ronronea
su deleite imagina áureas sus presas
apasionadas deseando visitar sus fauces
su canicular aliento retoza carnes tibias
minúsculas manoseando sus entrañas
10
de irisados colores fantástico abanico
metálicos pigmentos su plumaje abate
de azules jaspeados su gaznate aparatoso
de vuelo circular la cimera abierta
donde se escurre temerosa la ventisca
de fastuosidades semejante artilugio
en el verde el oro frágil matizado
hiere el garzo los fatuos amarillos
ovales mil ojos ciegos que no miran
el espejo opaco de sus brillos ariscos
cetrina cola rumorosa húmeda y dorada
peina un fresco aire cuando en celo
la lujuria adorna inquieta sus entrañas
pardos y concéntricos agita sus anillos
con que su potestad detenta su realeza
tanto adorno su frágil cuerpo oculta
diminuto incierto en su interior precario
sufre este mágico plumero el áureo peso
cada una de sus plumas oculta la mirada
no vive sino para ser espejo de un espejo
fastuosidad lujo y vagas prestaciones
del oficio lúdico y deudoras apariencias
destellan en la noche rugen en el día
no abren sus llaves de oro la puerta
del único vagón del último tren del sol
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aéreas tertulias casi han olvidado sus alas
que en otra vida con nubes grises tuviera
sus cenicientas patas la tierra arañan
al correr gris por la apergaminada puna
sin límites translúcida como el cielo
torre sinuosa su cuello gris meneante
dos atalayas fijas por dos ojos húmedos
una curva redondeando un gris penacho
dos alas de adorno en su lomo de barca
aljofaradas de brisa sus etéreas plumas
sedoso plumaje su cetro majestuoso
que cofre precioso el suri silencioso
simple ajuar aéreo simple vida efímera
naces de nuevo en trajes ilusorios
que mecidos por el viento flamean
son puentes entre el aire y la distancia
metálico chillido la fresca música
sedosas nubes los fastos coloridos
del etéreo sicuri o la eterna morenada
vaporosas plumas vestidos embriagantes
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dos ojos serenos el acariciador lomo
desde el firmamento te han ubicado
hasta el portal del infierno sin dejar
ni un resquicio de la tierra donde
no hubieras llenado con tus huesos
del trashumante primer compañero
guardas del más allá la puerta amplia
a los espectros ves más claro que nadie
si eres negro las brujas te amamantan
si pelado un tesoro de arrumacos
en las estepas gigante y musculoso
mínimo adorno dulce en las faldas
de ciegos sagaz guiador de rebaños
leal cazador agudo ladrador insomne
doméstico circense artista diestro
de la amistad su prenda transparente
sincero y consecuente nunca olvidas
al incondicional camarada al feroz enemigo
presientes a veces los fugaces instantes
que con los eternos hados se mezclan
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es una dolorosa y honda carcajada
que lenta gotea de su babeante hocico
sus ojos de nocturno can apaleado
gris su pelambre grotesca agazapada
hiena enmarañada su sombría turbiedad
temerosa mirada cínica y sesgada
cualquier sueño espanta con deleite
sus ojos truncados puñales sin luz
su hosca ferocidad sin miedo ni placer
melancolía honda siente de sí misma
gruñe cuando su pavor ruge espantado
sus pezuñas arañan húmedo el barro
mientras de fétido calor la luz lo baña
es una estocada fila su canto de amor
del que huyen las rústicas zalemas
ríe ríe como un espejismo delirante
parece que perdió en la agitada bruma
la tersura febril y el calor de su amante
se devora a sí en adoración demencial
la vieja carne amada en los rincones
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hábil bordadora de redes encajera
simple es tu rastro diestra geometría
alimento de penumbra rincón y miedo
ese cuerpo de estrella oscura tuyo
sutil definitiva inexistente casi
son lanzaderas tus patas aéreas
lúbricas pacientes arman sus hilos
uno a uno alucinantes finos todos
juntos un bello abismo donde aterrizan
los ingenuos los cándidos domesticados
encantados alucinados por la obra sutil
silenciosos cantos de amor y muerte
apenas lo tocan desaparece el embrujo
un lento suicidio nace de la agonía densa
el placer de disfrutar una ilusoria muerte
mecido entre telarañas habita el tiempo
el olvido caduca en sus intensas redes
un espejismo tan solo es la ausencia
donde atrapadas las tenues presencias
no hacen sino recordar soñar y vivir
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este lago cuya febril joroba de gato acaricio
ardiente la luz de un sol rojo reverberante
pez dormido dentro de sueños desvariados
densos arrebatos de lejanas furias húmedas
entre algas y piedras talladas por el agua
sedoso el cascabeleo eco de su respirar
desgasta los pedruscos grises y llorones
rumorosa en lontananza imperturbable
se vuelve cielo un ave oscura y violácea
estrellas parpadeantes fuegos más lentos.
milagros extraños el silencio brumoso
la empapada arena las inmensidades
se hunde más al sumergido letargo
dormido estás despierto y deambulas
brisa eres noche ausente golondrina
licor viscoso que sabe a rostro salado
una marea ondulante teje remolinos
sirenas remotas espejos transparentes
fundidas en entrañas de sangre flotante,
llegas aquí asido a la grava temulento
16
hay firmamentos que de nodelcielo surgen
son trozos oscuros de húmeda tierra poblada
donde diminutos zahoríes temblorosos nacen
pueden al caminar coger estrellas fugaces
cercanos simples frutos limbos sudorosos
basta presentir el brillo intermitente
que sobrecoge gentil la mano ansiosa
tan tímidas como una luciérnaga brillante
arconcito fosforescente que traduce
canto de pasión ansiedad desesperanza
en la hierba dormida rutilante fulgor
canto de la oscuridad un sueño de luz
una curucusí habita los instantes
en que veo palpo y no recuerdo nada
sino un lejano frenesí desconcertado
no eres acaso una nocturna cortina
por insistentes miradas agujereada
que desean huir de la ceguera
beber de la abundante espaciosa
playa viva de piedras preciosas
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esparce en el charco cientos de huevos
rememorando el germen de sus renacuajos
milenarios en la espuma de sus fangales
nada como pez respira como hierba
salta de sí un arrebato que se aquieta
de rústica gelatina piel lisa y helada
manchadas sus bubas membranosas
ojos fijos pupilas ambarinas rezumantes
escupe a todo insecto embriagado
que a su triste boca paciente atrae
se traga la luna en los oscuros eclipses
de hosca ternura su canto es un motor
ser alquímico venerado y despreciado
saltando al vacío sapo alado lo creen
habita en su boca la suerte inequívoca
dice beberse las almas irredentas
que vagan por los vagarosos arroyos
eres escuerzo de aquelarres lunares
copulas rabiosa bajo una piedra por días
y al empezar todo vuelve como quieres
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todo comenzó en un haz enmarañado
donde un remolino se hizo carne fría
pus serpentina de sensuales escamas
bífida lengua de hirientes besos
ojos que hipnotizan las miradas
tenía que ser el paraíso su primer
enjambre pleno de incestuosos ritos
meneante como un miembro viril
como una vulva que flagela el aire
y a sí misma se viola al reptar
en pleno orgasmo lanza ponzoña
exquisito mucílago hechicero
voluptuosa tu boca se complace
succionando pezones de hembras
como la húmeda tierra voraces
sus escamas sin hogar itinerantes
tallan de signos un largo camino
ilegibles misteriosos donde la vida
y la muerte convergen confusas
dejando de voces senderos y gritos
basiliscos terribles dragones encantados
han nacido de tus espeluznantes sueños
de tus guerreras y ocultas maniobras
báculo arremolinado sin brazos ni manos
eternizas el beso sin fin de las pasiones
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humareda mágica en la penumbra herida
quimérico genial resquicio de garras
mínimas colgado de la tenebrosa nada
lóbrego observas al mundo invertido
ruges tras las estalactitas indolente
como un angustiado pájaro en la vigilia
agitas de leviatán tus negras alas
ángel caído minúsculo y ágil pavor
pasas transparente las mudas paredes
quiebras la endrina ventisca nebulosa
obnubilado ratón que rascas el aire
succionando sonámbulos en la sangre
ciego mur bebedor de negrura y sed
vuelas agitando marmitas de hechiceras
presagios ven en tu tímido revoloteo
dicen que envidias del día la luz rutilante
cuando atesoras las onduladas sombras
será que poco conocen tu propia umbría
tu laboreo clandestino tu ronco trinar
que palpa sin tocar que mira sin mirar
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sorprenderás la madrugada robando
un trozo de noche fresca imperecedero
donde un letargo no soñado habita
en esa flotante oscuridad bizarra
la umbrosa cercenada cálida negrura
penetra dentro de un traje que no ajusta
sin luz se mojan de aire los colores
camina los brazos grises levantando
bestias fantasmales disfrazadas de nadie
quieren decir algo todo o casi nada
prestarás tu fiebre para que camine alucinado
en los burdeles del viento esa esquina celeste
donde su destierro las sombras copulan
carne abierta fuego lento oscuridad a gotas
clara insurgencia detrás de una hondonada
nada más absurdo que un bosque imaginarte
entre unas piedras mudas desarmar tu voz
reconstruir de un árbol cortado el calor
en el espejo dilatado mirar tu sombra
donde tu ausencia se devora mi presencia
monstruo diminuto que esclaviza los huesos
esculpe sus pasiones insufla las rotas venas
el frenesí por sus fauces ardientes exhala
deja parecida al cielo una caricia azul
furia ciega que esconde trepidantes huellas
todo se mezcla en tu génesis improbable
aire vacío cielo sinuoso tierra sobria agua impura
y todas sus criaturas existenciales e imaginarias
que arman y desarman en lenta ingeniería
tu rústica errante desvalida licantropía
fin
Crónica de una travesía
Escribir la historia de una historia poética es de por sí, una aventura feliz que permite añadir un nuevo espejo a la caleidoscopia del lector. Un portal de coincidencias que acompañaron un embarazo cálido y un parto inesperado con alumbramiento y todo.
La circunstancia inicial fue un hecho mágico y colectivo: las fogatas de san Juan en la noche del 2003. Caminaba yo, sin rumbo, presa de pensamientos duros y confusos que suelen ser frecuentes en cualquier persona conflictuada.
Caminando, llegué sin querer a un mirador generoso, un montículo donde la noche se expandía inmensa y oscura. Las fogatas surgían por doquier, no en la intensidad ni cantidad de siempre, desde las laderas hasta calles cercanas. Aquel fuego primordial, una de mis primeras pasiones, estaba por todas partes. Podía presentir e incluso ver sus lenguas de fuego asumiendo formas, devorando todo, danzando por el aire. El rito inmemorial renovado en mis entrañas. Lentos, cada uno de mis pesares, se llenaron de alegría súbita. Mis pasos buscaron el calor y así en una caminata interminable divagué por todas las fogatas que estuvieron a mi alcance. Lleno de humos, de cenizas, llegué a mi casa al filo de un amanecer lleno de bruma gris y con un sol aneblinado.
La metamorfosis del fuego, disminuida, se tradujo en unos versos simples:
mariposa tornasol que tiembla
desde el rosa nube al carmesí
flagrantes manos bordando sangre
ojos solares cavando tiniebla
Inmediatamente apareció un poema melancólico dedicado a aquella noche:
Sanjuanito
es una noche dulce y transparente
humo y niebla vagando por el aire
pájara mía flotando entre mis dedos
en mis ojos, en la luz, y en su aire
inquietud en sus labios de viento
temblor en sus pupilas de bruma
es el vacío donde jamás está
el nunca, el no, el nadie permanente
el fondo de un tajo donde no sangro
camina cada rincón de las sombras
voz infantil de fuego revocando perfiles
es la noche, mi sol, el lugar donde habito
la niebla, lo frágil de sus pasos, los párpados
de nubes en la oscuridad de sus cabellos
el relámpago mínimo que me abrasa
en cualquier esquina
Luego vinieron poemas algo más palpables…
Fiera de luz
estimo que un inquieto lobo fui
en la interminable travesía
vieja y errante de una luna
de luz fría y rubor infiltrado
cuando enjambrada mi voz aullaba
como si de una presa se tratara
eran los pasos sin tocar el suelo
que transparentes flotaban entre
el polvo pálido y la niebla densa
enrejada entre arboledas vagas
sentía mis pupilas incendiarse
en un espejo que miraba gris
los avíos alucinantes del día
los sudorosos cuerpos del aire
en las filosas zarpas enredadas
dentro de un pellejo acechante
sin guedejas sin crines el viento
horadada luz babosa y fiera
la lobreguez del lobo miraba
la manada diluirse al alba
Paseo en las nubes
cada piedra
acostada en el lecho de la calle
forma parte del empedrado
en cuyo mar de opacidades
se extienden a ambos lados
como testigos de cada paso
los charcos temblorosos
las flores del camino
del río fuiste la alfombra quieta
el rubor pálido que acometiera los bordes
herido de ansiedad hecho reflejos
inserto en la penumbra cálida
donde hoy miras pasar el tiempo
estimo que fui un lobo mientras
aullaba por la calle interminable
cogido por una luna ciega y errante
que me palpaba con su tacto frío
como a una presa que salía de mí mismo
y eran los pasos casi sin tocar el suelo
que flotaban entre el polvo pálido
ensartado en una niebla celeste
coronada de vientos sonoros
que me hacía presentir que aún existía
sentí en mis pupilas dilatarse
un incendio que miraba quieto
todo cuanto se movía o reptaba
húmedo mi cuerpo quería zafarse
de la piel sin pelos ni sudor ni aire
fiera babosa de ojos carminados
artefacto preso preciso precioso
jadeante taciturna ávida aérea
vaporoso aliento de la noche
transparente y tierna caricia
en cuya curva de miedo
se ensarta una sombra
que horrenda cabalgaba a mi lado
Subitánea
Una por una, cada una, subía las gradas
lomos serpenteados, ríspidos, callados
cada rellano sumido en el aire, gris
como soplo, páramo o encrucijada
Hondas distancias, patéticas, lobadas
aires intemporales amoriscados
caminados rituales, modelados oasis
sobre la cornisa larga y gibada
Simula una sonrisa la curva suave
desciende al ajiméz sueño de tormenta
gota a gota cae ruge y se desploma
aleve, una cascada en miniatura
huidiza y rústica, jardín perenne,
lúdica escalera de vivos colores.
Subitánea (variación)
una a una sube cada una de las gradas
lomos angulosos trabados en una
adarga ondulada alfombra ascendente
cada paso más sumido en un sonido
todo descanso anida encrucijadas
una ventana intemporal trastornada
la honda distancia dueña de cornisas
del viento huye en un tropiezo
el laberinto en un sismo concentrado
la luz una mirada gris encandilada
Ya las cartas estaban echadas y una inquietud constante daba vueltas, como el fuego o la luna, como el humo, como la metamorfosis de las formas animales…
lunera
luna blanca oculta en la axila gris de la noche
me observas de frente y yo te miro de lado
camina un hilo de luz por las alforzas del aire
y divide la oscuridad con tus ojos alborotados
pero un fantasma transparente se llena de vos
y yo me lleno del estanque alado de la noche
de los rincones florecientes que respiran gotas
que une lentamente la nube que cubre tu rostro
el terliz que acurruca tu espalda y mi pecho
vaporoso apenas ayer un repentino céfiro
aneblinado vestido con alas y carne de voces
a esa hora fresca en que la tarde se adelgaza
hasta volverse la sombra única de un océano
se diluyen las nubes inaugurando un rayo
y golpean en las piedra su gorjeo húmedo
llueve y se desfloran miles de caminos
velando la esfera de besos en la oscuridad
parturienta que clama por un amanecer
Sólo faltaba la palabra que convocara a las demás y fue hallada: el viejo Ti Noel y su viejo maestro Mackandal –personajes de El reino de este mundo, de alejo Carpentier–. Mackandal es un shamán, un mago, un mandinga, un hombre investido de poderes. Pasa a dominar la licantropía, la ubicuidad del hombre en el instinto; la metamorfosis latente.
Era el eslabón encontrado. Era la posibilidad de la escritura de asumir un inicio de metamorfosis en el instinto animal, en una licantropía redimida.
Escribí cinco versiones, cuya evolución fue compleja, lucha de elementos y una paz final, que no es tal, hay todavía componentes inasibles e inabordables.
Ya todo esta dado y surgen de la baraja de imágenes, los poemas. El particular contenido implica formas particulares, herramientas del lenguaje, que permiten a las palabras asumir su ritmo y sus sentidos. Elijo el hiperbaton y la forma del sexteto; no por azar o juego, sino por ser los canales adecuados para completar mi búsqueda. El primero permite alterar la sintaxis, desempedrar el camino de la lectura y hacerla, no más difícil sino más intensa. La densidad asume un papel importante en el lenguaje, porque el flujo, pese a no ser lento, la requiere.
El sexteto permite articular las pausas estróficas (dos plantean, dos desarrollan y dos hacen el entronque). Muchos de los versos son dodecasílabos y con métrica; otros la quiebran. ¿Por qué? La métrica es para mí la recuperación de ciertos cánones rítmicos que reinterpretan el habla natural; un servilismo a ella, sería eso, un servilismo, y no es mi caso.
Evite nominar los poemas ya que era innecesario, ¿para qué titular lo que es intitulable? Los signos de puntuación y las mayúsculas fueron desterrados; no por una irreverencia llana, sino porque la continuidad visual se complementaba con la densidad interior.
Es posible que esta breve reseña de la construcción
acostada gruñe cada piedra insomne
durmiendo sin fin un sueño vacilante
el vago lecho en las calles desierto
del empedrado alfombra congelada
de pasos inmemoriales un fantasma
sin opacidades vastas transparentes
a ambos lados amplias se extienden
de cada sombra testigos sin cargo
los lechosos charcos temblorosos
agitado de capullos el sendero
la alfombra inquieta del río fuera
el rubor pálido que acometiera sus bordes
hecho incierto reflejo de ansiedad herido
gris inserto en la penumbra templada
donde inmóvil pasar el tiempo hoy miras
algo húmedo tras los encajes atisba
relente sin armonía duro tembloroso
su alucinado lomo liso se encabrita
perplejo del amanecer balsámico
que hosca un ave hiere translúcido
intenta seducir dividida nuestra alma
un sabor a miel construido espacio cruel
que decapita sorpresas minuciosos abalorios
un hermafrodita denso y tajante parto
que vuela sangra come y se dispersa
su sonrisa su de libélula tibia espalda
su de blanca alegría frágil vaporosa
de miedo entre muros el regado paisaje
la recíproca afición del cárdeno tejado
tierra de sofocante ávida espesa leche
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valoro que sediento lobo es cuando
interminable febril por las vías aúlla
atrapado por esa ciega errante luna
que un tacto frío de su lomo araña
como si de sí mismo saldría la presa
pezuñas eran las que sin tocar el suelo
casi del polvo pálido flotaban en la bruma
ensartadas oscuras en la fría celeste
coronada de vientos gris sonora lluvia
presagio conjuro ira presentimiento
asqueada de hondas pupilas se dilata
un quieto incendio que en ascuas devora
todo cuanto se mueve respira o repta
húmedo semen quería del cuerpo zafarse
de la sin pelos piel sudor sin aire
de ojos carminados tierna babosa fiera
precioso artefacto preso pedernal
aérea jadeante taciturna gota coral
cola ríspida aguja látigo de miedo
vaporosa noche vaharina muerte
3
de rostro nebuloso pleniluna intensa
del alma puñal la noche reina brumosa
rada ululante anclada mágica ilusoria
detenida campana transparente
oscilar de una vida o un instante
nívea transparente salvaje caricia
curvas hirsutas de miedo ensartadas
sombras tenues de cráteres lejanos
donde se iniciaran de astronautas
las horrendas cataratas del vacío
por las oscuras latentes barandas
penetra sudorosa la neblina densa
orificio cautivo de insondables pupilas
alucinadas crudas devorándose espejos
donde tropieza cae e inmóvil se detiene
de cristal devuelve miradas ninguna laguna
demente paraíso de brujas duermevela
el tiempo no existe ni el rumor que late
súplica vientos de amor alucinados besos
ebrias aves succionando la bermeja aurora
los que pasos tenues trajeron han borrado
no existe huella del retorno camino alguno
pero aún brilla dorada de día la riente luna
entre celeste plata recostada y blanco
sarcófago hondo de la transparente noche
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insólito néctar las manos ciegas rasguñan
como surcos de líneas arando destinos
en la piel flotante de arácnido las patas
arbustos sin dedos donde agazapados
a amar destrozar o petrificar se mueven
gestos aguardan en su negrura espuria
florestas y colinas angulosas donde
crispada entretejida vaga geografía
calado yace dentro un cóncavo cuenco
de instantes y caricias ensartadas
reptan cuando palpan tocan o carcomen
pueblan de cicatrices tus aéreos territorios
uñas irregulares badajos y ovaladas garras
escudos de un tacto intermitente que
roza otra araña otra fluctuante rama
nacidas donde ciertas muñecas acumulan
diminutos huesos o un compacto tren
que gira se alarga retoza y se extingue
buscan manos invertidas unos guantes
otros dedos soterrados y colgadas todas
5
tiembla mariposa tornasol que
desde el rosa nube al carmesí
aéreas agita líneas tersas si
encima tuyo se posan moros los ojos
de seda negro que de tus alas miran
de tu gris y fragmentada sombra
reptan risueños por rugosas ramas
remolinos ondulantes sobre el lomo
simulas ser un gris y dúctil helminto
para abrir sobre tu piel la oruga
ni gusarapo simple siquiera un gusano
lágrima densa y cascada inabordable
duerme la crisálida mielosa un sueño
que en invierno cabe lo que es nada
flores frescas tallan la futura caricia
flotas intangible aéreo lepidóptero
rompiendo tu celda cálida desnuda
emerges de colores como un grito
que el mediodía en silencio azota
furiosa aérea inmanente cabellera
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sin tocar camina húmedas las aceras
el resquicio que añora vagos ventanales
que palpan en el aire un terciopelo sombrío
un vagaroso destello y un tímido gemido
que de la brisa terca parece un agujero
temeroso latido el áspero taparaku
trozo de sombra en el azul nocturno
por un eco luminoso e inicuo cautivado
de una médula agitada atosigante
de desesperación y sosiego presa
es un aura fresca en un reloj flotante
el noctívago vuelo del cóncavo insecto
por creerle trozo de guadaña le temen
porque buscando luz tirita el responso
una cruz en el aire o la simple tregua
aquellos bañados por un débil eco
de tierra tibia humo agitado herido
persiguen agitados su silencio aéreo
la suma tenue del negro su opaco brillo
que oculta garras filas de infinita ternura
cuando por la mano cae aniquilado
por espantadas almas que de la simple
y clara ventisca solo miran una nada
devorada por la sombra de una sombra
en un sacrificio sin rincón ritual ni sangre
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transparente de alas su lobreguez
de niebla de lluvia y lagrima se esparce
noche aguda de angustiadas aves
que rugen veladas en el perfil tardío
presentimiento deseo ansiedad de ojos
camina las húmedas aceras sin tocar
recodos sin nubes sin ninguna parte
insecto nocturno vuelo circular fosforescente
bosque de gotas donde aletea y gime el viento
tirita un reloj y huérfano de sol se devora
agitado humo herido en la tierra fría
recorren infinita ternura tus zarpas
arañan las paredes claras transparentes
que el hilo de tu caparazón tensa
donde mi sombra la tuya devoraba
se encabrita sensual su lomo ceniciento
de un dios desertor como la ciega ira
se inflaman de tierra las raíces frescas
gotean tornasoles tus verdes esmeraldas
de la noche de lomo transparente el felino
clavadas las zarpas en las nieblas rosadas
acosados carruajes fugitivos que se chocan
alarmas que el cielo brillante las espanta
que sangra los eternos instantes de su fuga
que el principio del caos saboreó distinto
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anticipa su leve presencia el silencio
es ligera vorágine de ascuas alimentada
acróbata aérea que moverse no simula
una distinta presencia en cada meneo
cada silencio una inconstante música
brillan de piedra preciosa sus ojos
de tu oscuridad en cada intersticio
algo desde un ciego sosiego atisba
donde se expande una ávida lujuria
lasciva floración intensa de su aliento
como un arco tensado curva su lomo
intenso un beso sagitario se devora
donde roza sesgado el lábil espacio
de una volátil copulación dolorosa
que sonora sofoca de espasmos todo aire
amante lleva en la piel su hálito espumoso
peina la áspera lengua su tersa indumentaria
celestial de suave ardiente pelo acariciable
aéreas voces tocan un ronco instrumento
resbalan ecos en su obstinada garganta
como esperando recostado siempre
un destello se cobija tras la sombra
donde lúdica y espantada se confunde
la caricia densa que en la flotante oscura
densidad del alma se entiende como un ascua
9
arrancado de cuajo de rústicas tinieblas
su fiero perfil elegante áspido camina
avanza el carnicero como si la noche
alucinada y gris en él tierna se posara
en lo hondo de su ánima errante agazapada
de ébano brioso cubierta flota la osamenta
transitada por ondulantes árboles ungidos
acicalan sus suaves cerdas duras las ramas
como si supiera que otra alma taciturna
le envía un aéreo denso beso carnal devoratriz
es un bello ritual fugaz la sangre ajena
ilumina y refresca su meneo de sombra
bebe sus fauces embriagadas huracanada
su cola como cetro musical agita nubes
oscuros pubis oscilantes serpenteando
como un travieso gato azul ronronea
su deleite imagina áureas sus presas
apasionadas deseando visitar sus fauces
su canicular aliento retoza carnes tibias
minúsculas manoseando sus entrañas
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de irisados colores fantástico abanico
metálicos pigmentos su plumaje abate
de azules jaspeados su gaznate aparatoso
de vuelo circular la cimera abierta
donde se escurre temerosa la ventisca
de fastuosidades semejante artilugio
en el verde el oro frágil matizado
hiere el garzo los fatuos amarillos
ovales mil ojos ciegos que no miran
el espejo opaco de sus brillos ariscos
cetrina cola rumorosa húmeda y dorada
peina un fresco aire cuando en celo
la lujuria adorna inquieta sus entrañas
pardos y concéntricos agita sus anillos
con que su potestad detenta su realeza
tanto adorno su frágil cuerpo oculta
diminuto incierto en su interior precario
sufre este mágico plumero el áureo peso
cada una de sus plumas oculta la mirada
no vive sino para ser espejo de un espejo
fastuosidad lujo y vagas prestaciones
del oficio lúdico y deudoras apariencias
destellan en la noche rugen en el día
no abren sus llaves de oro la puerta
del único vagón del último tren del sol
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aéreas tertulias casi han olvidado sus alas
que en otra vida con nubes grises tuviera
sus cenicientas patas la tierra arañan
al correr gris por la apergaminada puna
sin límites translúcida como el cielo
torre sinuosa su cuello gris meneante
dos atalayas fijas por dos ojos húmedos
una curva redondeando un gris penacho
dos alas de adorno en su lomo de barca
aljofaradas de brisa sus etéreas plumas
sedoso plumaje su cetro majestuoso
que cofre precioso el suri silencioso
simple ajuar aéreo simple vida efímera
naces de nuevo en trajes ilusorios
que mecidos por el viento flamean
son puentes entre el aire y la distancia
metálico chillido la fresca música
sedosas nubes los fastos coloridos
del etéreo sicuri o la eterna morenada
vaporosas plumas vestidos embriagantes
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dos ojos serenos el acariciador lomo
desde el firmamento te han ubicado
hasta el portal del infierno sin dejar
ni un resquicio de la tierra donde
no hubieras llenado con tus huesos
del trashumante primer compañero
guardas del más allá la puerta amplia
a los espectros ves más claro que nadie
si eres negro las brujas te amamantan
si pelado un tesoro de arrumacos
en las estepas gigante y musculoso
mínimo adorno dulce en las faldas
de ciegos sagaz guiador de rebaños
leal cazador agudo ladrador insomne
doméstico circense artista diestro
de la amistad su prenda transparente
sincero y consecuente nunca olvidas
al incondicional camarada al feroz enemigo
presientes a veces los fugaces instantes
que con los eternos hados se mezclan
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es una dolorosa y honda carcajada
que lenta gotea de su babeante hocico
sus ojos de nocturno can apaleado
gris su pelambre grotesca agazapada
hiena enmarañada su sombría turbiedad
temerosa mirada cínica y sesgada
cualquier sueño espanta con deleite
sus ojos truncados puñales sin luz
su hosca ferocidad sin miedo ni placer
melancolía honda siente de sí misma
gruñe cuando su pavor ruge espantado
sus pezuñas arañan húmedo el barro
mientras de fétido calor la luz lo baña
es una estocada fila su canto de amor
del que huyen las rústicas zalemas
ríe ríe como un espejismo delirante
parece que perdió en la agitada bruma
la tersura febril y el calor de su amante
se devora a sí en adoración demencial
la vieja carne amada en los rincones
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hábil bordadora de redes encajera
simple es tu rastro diestra geometría
alimento de penumbra rincón y miedo
ese cuerpo de estrella oscura tuyo
sutil definitiva inexistente casi
son lanzaderas tus patas aéreas
lúbricas pacientes arman sus hilos
uno a uno alucinantes finos todos
juntos un bello abismo donde aterrizan
los ingenuos los cándidos domesticados
encantados alucinados por la obra sutil
silenciosos cantos de amor y muerte
apenas lo tocan desaparece el embrujo
un lento suicidio nace de la agonía densa
el placer de disfrutar una ilusoria muerte
mecido entre telarañas habita el tiempo
el olvido caduca en sus intensas redes
un espejismo tan solo es la ausencia
donde atrapadas las tenues presencias
no hacen sino recordar soñar y vivir
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este lago cuya febril joroba de gato acaricio
ardiente la luz de un sol rojo reverberante
pez dormido dentro de sueños desvariados
densos arrebatos de lejanas furias húmedas
entre algas y piedras talladas por el agua
sedoso el cascabeleo eco de su respirar
desgasta los pedruscos grises y llorones
rumorosa en lontananza imperturbable
se vuelve cielo un ave oscura y violácea
estrellas parpadeantes fuegos más lentos.
milagros extraños el silencio brumoso
la empapada arena las inmensidades
se hunde más al sumergido letargo
dormido estás despierto y deambulas
brisa eres noche ausente golondrina
licor viscoso que sabe a rostro salado
una marea ondulante teje remolinos
sirenas remotas espejos transparentes
fundidas en entrañas de sangre flotante,
llegas aquí asido a la grava temulento
16
hay firmamentos que de nodelcielo surgen
son trozos oscuros de húmeda tierra poblada
donde diminutos zahoríes temblorosos nacen
pueden al caminar coger estrellas fugaces
cercanos simples frutos limbos sudorosos
basta presentir el brillo intermitente
que sobrecoge gentil la mano ansiosa
tan tímidas como una luciérnaga brillante
arconcito fosforescente que traduce
canto de pasión ansiedad desesperanza
en la hierba dormida rutilante fulgor
canto de la oscuridad un sueño de luz
una curucusí habita los instantes
en que veo palpo y no recuerdo nada
sino un lejano frenesí desconcertado
no eres acaso una nocturna cortina
por insistentes miradas agujereada
que desean huir de la ceguera
beber de la abundante espaciosa
playa viva de piedras preciosas
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esparce en el charco cientos de huevos
rememorando el germen de sus renacuajos
milenarios en la espuma de sus fangales
nada como pez respira como hierba
salta de sí un arrebato que se aquieta
de rústica gelatina piel lisa y helada
manchadas sus bubas membranosas
ojos fijos pupilas ambarinas rezumantes
escupe a todo insecto embriagado
que a su triste boca paciente atrae
se traga la luna en los oscuros eclipses
de hosca ternura su canto es un motor
ser alquímico venerado y despreciado
saltando al vacío sapo alado lo creen
habita en su boca la suerte inequívoca
dice beberse las almas irredentas
que vagan por los vagarosos arroyos
eres escuerzo de aquelarres lunares
copulas rabiosa bajo una piedra por días
y al empezar todo vuelve como quieres
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todo comenzó en un haz enmarañado
donde un remolino se hizo carne fría
pus serpentina de sensuales escamas
bífida lengua de hirientes besos
ojos que hipnotizan las miradas
tenía que ser el paraíso su primer
enjambre pleno de incestuosos ritos
meneante como un miembro viril
como una vulva que flagela el aire
y a sí misma se viola al reptar
en pleno orgasmo lanza ponzoña
exquisito mucílago hechicero
voluptuosa tu boca se complace
succionando pezones de hembras
como la húmeda tierra voraces
sus escamas sin hogar itinerantes
tallan de signos un largo camino
ilegibles misteriosos donde la vida
y la muerte convergen confusas
dejando de voces senderos y gritos
basiliscos terribles dragones encantados
han nacido de tus espeluznantes sueños
de tus guerreras y ocultas maniobras
báculo arremolinado sin brazos ni manos
eternizas el beso sin fin de las pasiones
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humareda mágica en la penumbra herida
quimérico genial resquicio de garras
mínimas colgado de la tenebrosa nada
lóbrego observas al mundo invertido
ruges tras las estalactitas indolente
como un angustiado pájaro en la vigilia
agitas de leviatán tus negras alas
ángel caído minúsculo y ágil pavor
pasas transparente las mudas paredes
quiebras la endrina ventisca nebulosa
obnubilado ratón que rascas el aire
succionando sonámbulos en la sangre
ciego mur bebedor de negrura y sed
vuelas agitando marmitas de hechiceras
presagios ven en tu tímido revoloteo
dicen que envidias del día la luz rutilante
cuando atesoras las onduladas sombras
será que poco conocen tu propia umbría
tu laboreo clandestino tu ronco trinar
que palpa sin tocar que mira sin mirar
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sorprenderás la madrugada robando
un trozo de noche fresca imperecedero
donde un letargo no soñado habita
en esa flotante oscuridad bizarra
la umbrosa cercenada cálida negrura
penetra dentro de un traje que no ajusta
sin luz se mojan de aire los colores
camina los brazos grises levantando
bestias fantasmales disfrazadas de nadie
quieren decir algo todo o casi nada
prestarás tu fiebre para que camine alucinado
en los burdeles del viento esa esquina celeste
donde su destierro las sombras copulan
carne abierta fuego lento oscuridad a gotas
clara insurgencia detrás de una hondonada
nada más absurdo que un bosque imaginarte
entre unas piedras mudas desarmar tu voz
reconstruir de un árbol cortado el calor
en el espejo dilatado mirar tu sombra
donde tu ausencia se devora mi presencia
monstruo diminuto que esclaviza los huesos
esculpe sus pasiones insufla las rotas venas
el frenesí por sus fauces ardientes exhala
deja parecida al cielo una caricia azul
furia ciega que esconde trepidantes huellas
todo se mezcla en tu génesis improbable
aire vacío cielo sinuoso tierra sobria agua impura
y todas sus criaturas existenciales e imaginarias
que arman y desarman en lenta ingeniería
tu rústica errante desvalida licantropía
fin
Crónica de una travesía
Escribir la historia de una historia poética es de por sí, una aventura feliz que permite añadir un nuevo espejo a la caleidoscopia del lector. Un portal de coincidencias que acompañaron un embarazo cálido y un parto inesperado con alumbramiento y todo.
La circunstancia inicial fue un hecho mágico y colectivo: las fogatas de san Juan en la noche del 2003. Caminaba yo, sin rumbo, presa de pensamientos duros y confusos que suelen ser frecuentes en cualquier persona conflictuada.
Caminando, llegué sin querer a un mirador generoso, un montículo donde la noche se expandía inmensa y oscura. Las fogatas surgían por doquier, no en la intensidad ni cantidad de siempre, desde las laderas hasta calles cercanas. Aquel fuego primordial, una de mis primeras pasiones, estaba por todas partes. Podía presentir e incluso ver sus lenguas de fuego asumiendo formas, devorando todo, danzando por el aire. El rito inmemorial renovado en mis entrañas. Lentos, cada uno de mis pesares, se llenaron de alegría súbita. Mis pasos buscaron el calor y así en una caminata interminable divagué por todas las fogatas que estuvieron a mi alcance. Lleno de humos, de cenizas, llegué a mi casa al filo de un amanecer lleno de bruma gris y con un sol aneblinado.
La metamorfosis del fuego, disminuida, se tradujo en unos versos simples:
mariposa tornasol que tiembla
desde el rosa nube al carmesí
flagrantes manos bordando sangre
ojos solares cavando tiniebla
Inmediatamente apareció un poema melancólico dedicado a aquella noche:
Sanjuanito
es una noche dulce y transparente
humo y niebla vagando por el aire
pájara mía flotando entre mis dedos
en mis ojos, en la luz, y en su aire
inquietud en sus labios de viento
temblor en sus pupilas de bruma
es el vacío donde jamás está
el nunca, el no, el nadie permanente
el fondo de un tajo donde no sangro
camina cada rincón de las sombras
voz infantil de fuego revocando perfiles
es la noche, mi sol, el lugar donde habito
la niebla, lo frágil de sus pasos, los párpados
de nubes en la oscuridad de sus cabellos
el relámpago mínimo que me abrasa
en cualquier esquina
Luego vinieron poemas algo más palpables…
Fiera de luz
estimo que un inquieto lobo fui
en la interminable travesía
vieja y errante de una luna
de luz fría y rubor infiltrado
cuando enjambrada mi voz aullaba
como si de una presa se tratara
eran los pasos sin tocar el suelo
que transparentes flotaban entre
el polvo pálido y la niebla densa
enrejada entre arboledas vagas
sentía mis pupilas incendiarse
en un espejo que miraba gris
los avíos alucinantes del día
los sudorosos cuerpos del aire
en las filosas zarpas enredadas
dentro de un pellejo acechante
sin guedejas sin crines el viento
horadada luz babosa y fiera
la lobreguez del lobo miraba
la manada diluirse al alba
Paseo en las nubes
cada piedra
acostada en el lecho de la calle
forma parte del empedrado
en cuyo mar de opacidades
se extienden a ambos lados
como testigos de cada paso
los charcos temblorosos
las flores del camino
del río fuiste la alfombra quieta
el rubor pálido que acometiera los bordes
herido de ansiedad hecho reflejos
inserto en la penumbra cálida
donde hoy miras pasar el tiempo
estimo que fui un lobo mientras
aullaba por la calle interminable
cogido por una luna ciega y errante
que me palpaba con su tacto frío
como a una presa que salía de mí mismo
y eran los pasos casi sin tocar el suelo
que flotaban entre el polvo pálido
ensartado en una niebla celeste
coronada de vientos sonoros
que me hacía presentir que aún existía
sentí en mis pupilas dilatarse
un incendio que miraba quieto
todo cuanto se movía o reptaba
húmedo mi cuerpo quería zafarse
de la piel sin pelos ni sudor ni aire
fiera babosa de ojos carminados
artefacto preso preciso precioso
jadeante taciturna ávida aérea
vaporoso aliento de la noche
transparente y tierna caricia
en cuya curva de miedo
se ensarta una sombra
que horrenda cabalgaba a mi lado
Subitánea
Una por una, cada una, subía las gradas
lomos serpenteados, ríspidos, callados
cada rellano sumido en el aire, gris
como soplo, páramo o encrucijada
Hondas distancias, patéticas, lobadas
aires intemporales amoriscados
caminados rituales, modelados oasis
sobre la cornisa larga y gibada
Simula una sonrisa la curva suave
desciende al ajiméz sueño de tormenta
gota a gota cae ruge y se desploma
aleve, una cascada en miniatura
huidiza y rústica, jardín perenne,
lúdica escalera de vivos colores.
Subitánea (variación)
una a una sube cada una de las gradas
lomos angulosos trabados en una
adarga ondulada alfombra ascendente
cada paso más sumido en un sonido
todo descanso anida encrucijadas
una ventana intemporal trastornada
la honda distancia dueña de cornisas
del viento huye en un tropiezo
el laberinto en un sismo concentrado
la luz una mirada gris encandilada
Ya las cartas estaban echadas y una inquietud constante daba vueltas, como el fuego o la luna, como el humo, como la metamorfosis de las formas animales…
lunera
luna blanca oculta en la axila gris de la noche
me observas de frente y yo te miro de lado
camina un hilo de luz por las alforzas del aire
y divide la oscuridad con tus ojos alborotados
pero un fantasma transparente se llena de vos
y yo me lleno del estanque alado de la noche
de los rincones florecientes que respiran gotas
que une lentamente la nube que cubre tu rostro
el terliz que acurruca tu espalda y mi pecho
vaporoso apenas ayer un repentino céfiro
aneblinado vestido con alas y carne de voces
a esa hora fresca en que la tarde se adelgaza
hasta volverse la sombra única de un océano
se diluyen las nubes inaugurando un rayo
y golpean en las piedra su gorjeo húmedo
llueve y se desfloran miles de caminos
velando la esfera de besos en la oscuridad
parturienta que clama por un amanecer
Sólo faltaba la palabra que convocara a las demás y fue hallada: el viejo Ti Noel y su viejo maestro Mackandal –personajes de El reino de este mundo, de alejo Carpentier–. Mackandal es un shamán, un mago, un mandinga, un hombre investido de poderes. Pasa a dominar la licantropía, la ubicuidad del hombre en el instinto; la metamorfosis latente.
Era el eslabón encontrado. Era la posibilidad de la escritura de asumir un inicio de metamorfosis en el instinto animal, en una licantropía redimida.
Escribí cinco versiones, cuya evolución fue compleja, lucha de elementos y una paz final, que no es tal, hay todavía componentes inasibles e inabordables.
Ya todo esta dado y surgen de la baraja de imágenes, los poemas. El particular contenido implica formas particulares, herramientas del lenguaje, que permiten a las palabras asumir su ritmo y sus sentidos. Elijo el hiperbaton y la forma del sexteto; no por azar o juego, sino por ser los canales adecuados para completar mi búsqueda. El primero permite alterar la sintaxis, desempedrar el camino de la lectura y hacerla, no más difícil sino más intensa. La densidad asume un papel importante en el lenguaje, porque el flujo, pese a no ser lento, la requiere.
El sexteto permite articular las pausas estróficas (dos plantean, dos desarrollan y dos hacen el entronque). Muchos de los versos son dodecasílabos y con métrica; otros la quiebran. ¿Por qué? La métrica es para mí la recuperación de ciertos cánones rítmicos que reinterpretan el habla natural; un servilismo a ella, sería eso, un servilismo, y no es mi caso.
Evite nominar los poemas ya que era innecesario, ¿para qué titular lo que es intitulable? Los signos de puntuación y las mayúsculas fueron desterrados; no por una irreverencia llana, sino porque la continuidad visual se complementaba con la densidad interior.
Es posible que esta breve reseña de la construcción
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