domingo, 7 de diciembre de 2008

✒ DELAGUADULCE, poemas, inédito










Recodo

Mientras dormía la húmeda sirena recostada
frente al mármol oscuro, pleno de noches frías,
un pecho abandonado y temeroso temblaba
entre palpitaciones de fantasmas enjalmados

Un otro amanecer esperado, vigoroso de abrazos,
evaporado al otro día su cortina de púrpura e incienso
De dónde viene ese extraño pesar que nos cabalga,
sobre los cabellos encabritados de nuestro encante, precipicio a ras del suelo, hondo vaivén de la tierra

Algo atisba tras los ventanales húmedos y sin viento
sombra abismal, dura y sin armonía, en sesgo,
nos carga de bruces sobre su lomo y se encabrita,
agujas azules las luces balsámicas del amanecer

Hay algo que seduce nuestra alma compartida:
un espacio construido con un cruel sabor a miel,
un abalorio minucioso que depara emboscadas,
una enrarecida y tajante separación de torsos

Cómo acaricio la su salvaje sonrisa, su tibio costillar,
aquellos fuegos níveos, la frágil y vaporosa alegría,
los paisajes rociados de miedo, los muros frágiles
nuestra mutua afición por las plateado bóvedas,
la luna llena, el viento rudo, la leche espesa…




rústico velero que tembloroso apacigua la noche,
de oscuras básculas sin miedo ni tardanza;
agitado como un tambor ceroso y manso
juguete de aire sin corazón, impecable ríes

inquieto, con claridades y extensos resplandores
rasgada su venérea caminata entre ralos humos
a dónde va esa barriscada sonrisa que relamida
los devora a trozos, remuerde entre perlesías,
resumida e inconclusa concavidad maternal

–no es tu intangible gaviota la causante del rubor–
convulsiva, extenuada su turbada mirada gris
sus fauces extenuadas, sus alas en punta, finas
cenicientas fauces reverberando entre dos luces

un temblor vertical que desposeído de lo asible
cae pleno a dos torsos, a desangelados paisajes
perlas entre algas, piedras flotando en los reflejos
donde rabiosa la brisa sólo aconseja: ¡no te quiebres¡

el cuenco donde resbala húmeda la tarde cerúlea
la espuma agobiada entre la arena acariciante
extendidos los límites de la tramontana dicha
las islas lejanas –quietas como senos del agua,
la niebla raída, los ojos cansados, la luz fugitiva…




OSCURA

Porque cogí del aire esta sospecha que me duele
que llega a mis manos más gozosa y más pura
como una página transparente que atravesó
mi voz, el viento y cuanto callo a veces

Se remoza, se disfraza, su pellejo juega con el albor
corre donde éste huye, reúne todo en perfil,
mueve los dedos de mi mano para asustarla
y me los devuelve óseos y felinos en el muro
No puedo medirla, se escabulle, me sonríe;
y yo la recuerdo cuán larga era por la mañana
cuando apareció bajo un halo de luz y tierra

Estimo que me abandonará por la noche, si es
o tal vez será ése su triunfo y ése mi consuelo;
la noche quizá sea un piano y yo sólo una tecla oscura




RESPLANDORES

En los quietos charcos que reflejan sucio e inocente
al cielo, al viento que es un remoto aire transparente
al sol que es una liturgia curva e inflamada,
algo que desea al vendaval y ama la ciénaga

Su brillo es ligero y sobrevive en un sinuoso remolino
penetra las partículas de barro; balancea el simulacro
en ondulados baladros, cara a cara en las aceras,
nada perturba su rugosidad silente y escampada

Algo empuja su escotada opacidad de encajes
su despertar de humo, su maternidad emulsionada
su inquieta muerte que presume muy pronta
sus bordes confusos, irredentos buscando algo

El vaho desdibuja gris sus constelaciones diminutas
lo inmediato pierde su continuidad y el nombre su eco
el mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones
las charcas un universo donde uno puede ahogarse




me palpa como el reflejo impreciso a la plata viva
irrecuperable, infinita, inasible, absolutamente nada
su serena e intangible mirada, el territorio fastuoso
sin necesidad de decir lo inevitable, lo sin sonido

la acariciante luna de argento que navega allá lejos
en tonos fríos tomados en instantáneo destello
me mira y no sé que decirle, le entrego mis ojos
repartidos en la piel, recostados entre las piedras

dice que sus cabellos de alga son un artificio de luz
un atisbo imaginario de las olas inacabadas e inertes
que masticaba sus instantes en una calidez gélida

o tal vez no será, ni siquiera la cóncava concha nácar
que imagino o concibo como un milagro de paciencia y
una cadencia que suena sin necesidad de ser oída




la vida traducida a un incipiente y simple espejo
un río de voces inaudibles que estalla en mis oídos
una jauría de luz hecha por millones de volcanes
que se refugia en un pedazo de agua detenida

formado de serpentinas imprecisas sus alas cortadas
su fragor inmóvil, su tersura de nubes apaciguadas
en las esquinas, bajo los pasos que quiebran su paz
su casi nada que le permite un perfil irrepetible

su minuciosa laboriosidad de espejo y su voz sin canto
nada deja en su lenta evaporación sin surcos
llegará tarde o temprano a ser parte de una nube
que desistirá caer, hacerse gotas o simplemente lágrimas

ya no queda casi nada y sus imágenes los abandonan
el sol seca con sus fauces de fuego su antiguo lecho
el charco sólo es una vaguedad impenitente
la vida un charco donde flotan los destinos



PUERTO FLOTANTE


Lago tiritante de luz que cabalga el horizonte
repica su voz en esta imperceptible inmensidad
de ámbar, rosada, celeste, verdosa, casi amarilla

sus dedos ondulantes transitan por ciertos algares
cavado en la arena como un reloj titilante, sin tiempo
poco a poco su sombra vaga, se transforma en noche

alguien ha venido a ver relumbrar simples las estelas
fantasmales y ubicuas de los peces las luces
el lomo cóncavo de las ondas de agua, irrepetible

anudados con sogas al puerto transparente
temiendo ser raptados se remueven los botes
húmedos, lamidos por crestas diminutas

pero el viento, el tiempo, que hace girar todo
se da de ojos frente a la clara neblina que
todo lo quiebra, lo desdobla y lo acicala

algo camina a lo lejos en el aire frágil y ondulado
como una ventana viajera que se acomoda
en el quicio húmedo, frío e inefable de este lago

espejo de peces, espejo que refleja el cielo que
se refleja en el agua, infinitamente, una borrasca
inaudita, inextinguible que no cabe en ningún borde





sin línea definida, sin cardinales postrados
oreada y sacramentada en soles multiplicados
mustia su faz de diamante expandido en cielo

azures y violetas con rostros de inquietas agujas
sin la fragilidad del instante, sin ser pulsado
este piano fluctuante muda sus reflejos al gris

explosivas en sus besos las ondas fugaces reptan
dormidas, invisibles en la opacidades traslúcidas
caminan hacia ninguna parte, tal vez hacia mi

clavado a estacas, forrado de maderas musgosas
asidos por cuerdas a esta barca inmóvil y flotante
los barcos son latidos fatuos del agua y la arena

incluso el insomnio que revierte los sueños en voz
nada contra la corriente y fluye buscando un ancla
deteniéndolos sin petrificarlos, sin dejar de respirar

simula ser olas sin rumbo fijo, sin aire ni distancias
sumergido y rústico en ningún lugar del ritual
rumiante y sonriente se introduce definitivo

en las concavidades de mi alma subacuática
sin ejes ni auras, sin ecos tangibles, sólo voz
en ninguna imaginación fugaz, en ninguna parte




RECORRIENDO UNA SOMBRA


Prístino azul que enfebrilece la escarcha
ronda anacarada, fugaz y única sombra
que pespunta el simulacro tiritante
de un noviembre en cada mayo distante

Arrullante la luz que logra adormecer
el rasante resplandor de un minúsculo rayo
insomne, sereno y callado se levanta
de un sueño de contados instantes

Aunque poco implica el envejecer del péndulo,
que empuja incesante el transcurrir lento,
de nidos picoteados, machacando batientes
instantes náuticos enredados en miles de horas
que se aprieta en redes de macilentas cinturas

Cambiando el traje de los días y las noches
amarilleando un calendario puesto de cabeza
apenas, unas sombras ocultas tras las cortinas
que saltan irreconocibles de un ojo hacia el otro
ahogando en la luz el ventanal de mis pupilas




rígida, traslucida, apenas un cristal opaco
su cuerpo gris trasvasa la profundidad
arrimado al eco congelado de una palabra trunca
entre el silencio y la espiral encapsulado

la agitada voz invocando un trueno fatuo que respire
aserrando sin cesar, amortajando los destellos
el agua, silabas onduladas que recubren el fondo,
inexistentes sus aristas en la sombra sin sed

qué la recorre, no es acaso el tiempo detenido
su intransigente derrota, su devenir simulado
rezongando en la brisa de suaves cuchillos
en un tiempo serpentino que se ondula como pez
gimiendo una canción que suena a ensortijado eco

el escotado vértigo de las ansiadas y fugitivas olas
un arcano de números y letras que cae como hojas
debajo de los adamascados cántaros de flores secas
entre los dedos desesperados que toman la nada
como si fuera algo inextinguible, algo inacabado.




Madre agua

¿Dónde, Madre mía, acuden tus ojos tan prestos
como a la simple caída de mis lágrimas?
anónima y ciega en un torrente de angustia
mi sombra te roza y se adelgaza más, hasta
ser solo una insignificante brisa frágil
que acaricias con ternura de orfebre

A tus pies, como un alga transparente
como una gaviota ciega buscando tu sonrisa
tu cesto de bondades donde cabe todo
díme, estrella–cielo, qué será que cuando hablas
escucho nítidos todos mis silencios
y añoro mi clara serenidad de niño

Tan azul como fuere el espacio del aire
tan dulce como aquellos tus párpados entornados
mirando quietos y frescos posarse el beso simple
de mis labios trémulos en el altar de plata
íntimo, fragante y sin tiempo de tus estrellas
que navegan en la barca delgada como luna
madre, madre agua, madre lago, madre




mirando mi zozobra trastornada en paz
su vértigo de fragancia sustantivada
parecida a un espejo arremolinado
levantarse podría y ser una escalinata
una ventisca raída, un vago fulgor
con ademán de impredecible alegría

un simple guijarro, cualquier tallo quebrado
tus estrellas quietas, tu corona sin velos
donde alguien depositó su alma sin bríos
algo se mueve en la profundidad del lago
aquello que viene del fondo y emerge
sin límites quietos ni distancias conocidas

la infinita y cabalgante ternura de tu manto
el brillo de tus ojos, la mirada que todo lo mira
la ofrenda del humilde, del desesperado afán
en los baldaquines barrocos, los arcadas áureas
talladas por miles de peregrinos que te añoran
buscando un gesto inmóvil equivalente a una
vida, inacabable y sola, vida sin tiempo




Agua viva

Agua fría jugando consigo misma y con el aire
cada giro de ola un celaje diferente y quebradizo
cada reverbero de luz apañado por un verde
diferente, casi azul; como sombra transparente
sin hojas, un espejo burbujeante e inexplicable

yo mismo te miro absorto, lleno de naufragios
maravillosa agua viva, agua llena de latidos
en tu lomo acariciante adoro ver el sol a trozos
mi alma navegando con tus pájaros a cuestas
respirando en tus orillas, diluyéndose siempre

la brisa venida del silencio hurta con frecuencia
miles de rumores, de respiraciones húmedas y aladas
que el agua espanta y transforma en alas y velos
en cabellos náuticos que huyen acercándose
en medio de una calma infinita llena de voces

cuando mojo mis manos en tu prodigiosa piel
llanto de alegría interminable, oigo en mi sombra
sílabas de un sueño inconfesable y eterno
emerger desde el fondo oscuro hacia la claridad diáfana de tus aguas frías oscuramente mías





desde la lluvia que brota hasta el fondo
una inmensa batalla de fosforescencias
que huele a malecón enmohecido, a piedra
arena fina fluctuante entre los pliegues fluctuantes
vestido de nubes rosadas y grises nublos

de extremo tacto metálico y casi matutino
de musgo servido a manteles soberanos
las espumosas piedras regocijarse con tus besos
con la intermitente tierra que escribe mis huesos
en una vigilia de incógnita ternura y remolinos

las vagas criaturas taciturnas de tus senos
girando entre tus besos buceadores y sin labios
en las corrientes tejidas de tu eterno bautizo
sin turbaciones, apenas un chapoteo luminoso
que toca tu desnudez acuosa, tu alma adolescente

hecha de fresca espuma, de líquenes deshilados
reflejos que se tejen con las aguas enjoyadas
sin pausa de pescadores ni vela de navegantes
totoral, como hecha por una ciega imaginaria
que enciende mi exilio y lo torna dócil balsa.




ESPEJO OCELADO

Al contemplar el lago de frente se está desnudo
absolutamente transparente y sin ninguna sombra
en este espejo ocelado es imposible encubrir algo
ocultarlo tras un espontáneo y claro recogimiento
sin eco en las palabras, sin voz en la distancia

Es una alcora convexa de esquirlas cristalinas
que se apodera de quien lo mira por dentro
de quien lo toma por una aviada nervadura,
por una ciudad clara, sumergida en la tormenta
por el recodo terso de una libración ausente

Al otro lado está lo engarzado de todo lo terrestre,
estamos nosotros mismos contemplando lo inverso
se halla aquellos veleros inmensos aderezados
de nieve eterna, de rampantes animales congelados
que se muestran impasibles al decir de los vientos

Su piel espumajosa retoza cantarina e incontrolable;
no es el diamante, el oro, la plata, sino algo parecido
lo que en un escote inmenso se ofrece a todos los ojos
lago ajeno, inasible, errante, definitivamente hermoso
extraviado entre el misterio evidente y la paz sin pausa




se vierte en cascadas arando sin prisa el agua
vestido sólo a babor, inaccesible a estribor
que de tan escondido se torna apenas evidente
tras un latido de aguas claras y ecos cristalinos
sin una pizca de arena entre las escolleras

rústicas gemas de miedo húmedo y silencioso
de quien se inunda en sus delirios, fatigado
por un desierto de luz, alado y traslúcido
en el rito fragoroso de una hostigada aura
acunada en la simple mortaja del peregrino

todas las constelaciones presentes en un manto;
mirando desde el fondo de una estrella lo humano
islas desiertas y pobladas de árboles y sueños
vestidos de nubes y sangre clara y transparente
de los oleajes escribiendo códigos indescifrables

me deslumbra su esquiva algarabía invasora
evidente como toda duda transitoria y guerrera
que talla ventanas pausadas de otras vidas
apenas te presiento, mi voz se ahoga en tu recuerdo
que flota sin nostalgia en medio de un vértigo centinela.




EL ESPACIO QUE NO OCUPAS

No se sumerge el sudor bajo la piel de alguien
con solo caminar agitada, despierta en el sendero
no se agota el fragor de los arbustos inundados,
en las constelaciones que contemplan su alimento

No se cubre el río con tal cantidad de aguacero
que alimenta su húmeda garganta y calma su sed
no se mira acaso silencioso y transparente el cielo
desde la honda cavidad arenada de su lecho

No se quiebra el naufrago viento a empellones
que arremolinados peinan una cabellera interminable
no se aglomera la respiración y los murmullos
desgajado de sus bocas viajando por los aires

No basta la humedad para sus pieles sobrepuestas
que mezclan arcilla, barro, huesos, olvido y gestación
se deleita la piedra, los metales, y los fósiles olvidados
con solo sentir su peso y su frágil memoria de lucero

Y aunque la música inaudita no llegue a los oídos
jamás podrá ocupar el espacio de las sombras
donde existes, donde quiero que existas




recostada en la arena, noche virgen en abanico
visitada por los palpables besos del lago encantado
empapada de sombras, acariciada por la lluvia
el miedo húmedo que reúne el cielo, el lago y la tierra

sueño de alegría imaginando el abrazo vertical
insaciable que se bebe la leche de las nubes
bajo las flechas líquidas apenas movidas por el viento
y los repentinos festines de las mágicas centellas

cruzando las mejillas de la niebla trozada en copos
de serpientes transparentes yendo no sé a donde
ya no soy hombre, agua, cielo ni siquiera una sombra
por las inagotables redes de tus laberintos líquidos

algo ha brotado al navegar por tus rincones azules
sumergida mi voz no habla sino por tus desfiladeros
por ese deslumbramiento que repta por tu vientre
líquido, en la inflorescencia pura que no se sosiega

ni se ensarte en tu respiración de pez, de balsa
donde cabe todo lo imaginable, lo inexistente
y que hables sin decir lo que no piensas



Nocherniega

A esa hora en que la tarde se adelgaza
hasta volverse sombra, pacífica escoria
ya está cargada la noche de estelas, titilante
unida por miles y miles de senderos, transeúnte
tú sólo ocupas la oscuridad densa, parturienta
apenas hace instantes una repentina brisa

A esa hora ensayo lúbricas las noches
barajadas entre el valle sindinal del tiempo
y el filo dulce del petrificado embarcadero
aguafuertes transparentes y piadosas
procesiones vagas que van del amarillo
hasta el estertor súbito de los adioses

A esa hora rutilante trafica mi alegría
inquebrantable entre fantasmas remotos
amaneceres de virajes incomprensibles
sin orillas, cauce o marcas rizadas del viento
irremplazable jinete taciturno sin raíces,
es el portal crepuscular de algo indescifrable
que se ofrece como verdad constelada



asciende y se dilata llegando a recostarse
naufragio de arabescos partidos en abanicos
muda testigo de vestigios húmedos y grises
lentamente unida a la luz o a la sombra
llena de remolinos tenues donde el aire niño sea
un remo impalpable, un haz de ojos rutilantes

espejos de agua somnolienta cabalgando sin sed
junto al instantáneo latido del rugiente estrellerío
donde, atados, los botes choquen unos a otros
recibiendo sus quillas olas gimientes y quebradizas
al mielado soplo que insufle sus carrillos de brisa
en el bosque parco de sus mástiles desnudos

disuelta al público arrebato de la noche clara
imágenes de seres festoneados de púrpura
pueden sus torsos vacíos alimentarse del lecho
vaporoso, de las ánforas maniatadas al rompeolas
unida por surcos impalpables a los peces dormidos
reverberante, simula ser una sucesión de lágrimas
salina su alma, amortiguados sus hondos virajes




NADA CON ALAS

El silencio es una voz cóncava y sin fondo
alas innumerables volando sin cesar
un resplandor a punto de nacer
un incendio concentrado y sin tiempo
danza íntima y repartida por doquier
un espejo rabioso sin honduras
la tierra clara hablando consigo misma
el salto saturado de impulsos y latidos
el agua bebiéndose todos los instantes
el tacto febril acariciando la lluvia
la espuma que huele a peces
la desnudez poblada de ojos
el sueño alucinado de las brasas
una gestación eterna y obsesiva
el tiempo remando por los cuatro extremos
silencio, más silencio, siempre el silencio
acumulando distancias y moviendo el mundo
la memoria encaracolada rumiando espejos
heredero de todo lo umbilical y delirante
dios giratorio que penetra en toda alma
manos que tocan un instrumento sin cuerpo
silencio, cuando alguien pronuncia una palabra
o nombra sin querer lo innombrable
cabes en todo, le das sustancia transitiva
permites que emerja un territorio nuevo
cabes en esa garganta peregrina que te ama
y piensa que al hablar se transforma en tu sombra
en la voz que siempre acaba en un silencio tibio




una mano que inventa tu perfil y lo moja
renaciente calina que flota en la sonrisa
una torre que nace en el cielo y se aposenta
en las partículas humedecidas del rocío
enceguecida en los ademanes del aire
en el viraje repentino de las gaviotas
en el flujo íntimo de todo lo subterráneo
de las rocas desovando peces en el musgo
cada una de las mesas blancas humeantes
lisonjera playa que se peina los cabellos
los peces que saben a olas deshaciéndose
los ojos mirando desde el fondo de sus ojos
la presencia sin bordes de nuestra sombra
un alumbramiento súbito en cada piedra
la rosa de los vientos pregonando el sol
poblado de sí, de pieles, de fragmentos
racimos de nubes tatuando en el viento
una apacheta de adioses y regocijos
un alba que es noche al mismo tiempo
puentes nupciales destilando mariposas
un festín de nácar en los castillos de arena
en la espesura de besos solo cabe un rayo
no hay nada que decir sino una pausa
una tersura obstinada y sudorosa
una risa desatada en el cielo de jade
que acata el delirio de la fuente
en el silencio quebrado por dos sílabas
que se mezclan en el susurro expandido




MADREAGUA

Agua
gesto silencioso
que por instantes se quiebra
ancla intangible y navegante preso
te tomo entre mis dedos y fugitiva tu voz
me envuelve como un halo de espuma clara

Agua
rumor niño
cabellos sin color
desnudas y fluidas burbujas
desde el fondo te miro como un cielo
desde el aire es apenas un espejo latente

Agua
madre esencial
lluvia detenida en el tiempo
caricia secreta ornada de piedras
venida de un pergamino fugitivo
inunda todo con supremacía de pájaros

Agua
argentario cofre
sin límites absurdos
heredera de la dificultad de la materia
cortina horizontal que galopa sin cesar
haz con la luz lo que el aire hace con la tierra:

Agua
espada desenfundada
aposentada en un naufragio
flujo sin edad del viento y la marea
quien te toca se disuelve en el verdor
quien te sueña se transforma en tu perfume



vestida de mil nubes desnudas, lamedoras y claras
que desde las centellas se hunde en una voz
se posa festiva en la cresta de las olas
en las sombras claras sumidas
conversa con la piel
cristalina

maravillosa fantasma que murmura entre las rocas
repentino talofito que peina sus finos dedos
definidos en ondulada y clara bruma
de arenas movedizas
como un alma
que sonríe

seductora poblada de espejismos derramados
senos burbujeantes que nutren las olas
gaviota sedienta hecha de sílabas
de musgo ceniciento
adamascado
seminal

precioso verdiñal que echado de bruces pareces
manojo de vertientes, arcaico mar de dioses
sin bordes definidos ni rociados
sin lapso en la memoria
goteando siempre
todo

te adoro como al más claro sendero
definitivo placer tu corteza virginal
en una escalinata sumergida
peces y pájaros inauditos
en el ronco cerúleo
de mi alma.



NEBULOSA DIÁFANA

Porque cogí del aire esta sombra que me duele
que llega a mis labios, más gozosa, más pura
como una página transparente que atraviesa
tu voz de azules, el viento y cuanto callo a veces

Se remoza, se dilata, su piel juega con la luz
corre donde ésta huye, reúne todo en perfil;
muevo los dedos de la mano para asustarla
y me los devuelve óseos y felinos en el muro

No puedo medirla, se escabulle, me sonríe
y yo la recuerdo cuán larga era por la mañana
cuando apareció bajo un halo de luz y polvo

Estimo que me abandonará por la noche, si es
o tal vez será ese su triunfo y ese mi consuelo
y la noche sea un piano y yo sólo una tecla oscura




absolutamente como las manos cubriendo el rostro
más allá del abismo líquido que enhebra mis palabras
la definitiva mañana donde conjetura la fría ventisca
en el paisaje poblado de campanas transparentes

te siento tan mía como lo es la honda caricia del sol
como en la piadosa fe de la corteza de un árbol
la tomo en el bronce deslumbrado del crepúsculo
con miles de imágenes desapareciendo al tacto

adamascada la plural sombra se mide con el tiempo
su recóndita campiña de dichosas quiswaras tiritando
como un intervalo sin lejanías ni confines sedientos

tu indescifrable devenir de pasos esplendorosos
aquel que me conversa en la confusión insomne
que arremolinada se ajusta a la espesura amable.



Alba

Me sorprenderá el alba robando
un imperecedero trozo de noche fresca
donde habita un sueño que he soñado
en esa oscuridad donde aún flotan
cercenadas las umbrosas sombras
que me quieren decir algo o casi nada

Es la última línea donde cabe el ensueño
penetro dentro de un traje que no me ajusta
cuyos colores sin luz se mojan en el aire
camino levantando los brazos, muy grises
fantasmales, disfrazados de nadie
tras una hondonada de clara insurgencia

No cabe certeza alguna en este lago personal
sólo destellos fugaces y fragancias fugitivas
resabios de lo existente y lo imaginario
en un territorio fatuo donde se escancian
los solitarios arquetipos y los esplendores
apergaminados de mil días y mil noches
reunidos en un despertar lento y atroz




cada trozo de negrura enmascarado en un gris
tenue de incestuosa y misteriosa contemplación
un espejismo de dos caras sonriendo al sesgo
ojos peregrinos que al cerrarse ven lo mismo
aniquiladas las manchas de arduos instantes
algo que transcurre en ningún territorio

la brizna de unos campos por siempre serenos
dentro la tormentosa noche que cae gota a gota
con una magia irreconciliable con la alegría
exento de confines, de arcaicos símbolos
de escrituras criptadas, de voces silenciosas
que me rozan a cada instante sin tocarme

este remolino inveterado pleno de agua dulce
me acompañan el tiempo invertido y el torneo
cuyo límite sólo conoce el lento laberinto
las aguas que inundan los inexistentes desiertos
fundidos a una desnudez vestida de amores
en los que una moneda vuela por los aires
despertando al agua, al aire, al fuego y la tierra.



ENCRUCIJADA

Me será quitada la piel y el frío que me inunda
no considerará inefables las caricias de mi madre
los incandescentes roces de las mujeres que amé
ni el soplo impalpable de la sonrisa de mi abuelo

mis cabellos crecerán como un haz desovillado
la barba agreste revestirá mis tercas mejillas
los resecos huesos recuperarán la sed de irse
los harapos resecos convertidos en polvareda
y el cofre ritual bebido por la simple humedad

nada de eso sería extraño si el viento en su alborozo
nos llevara a pasear por donde quiera que volara
sin memorias ajetreadas ni olvidos prematuros
polvo mezclado con agua nubífera suspendida
entre lo subterráneo y un simple entrecielo

si en tus cabellos enredado me hallo alucinando
en una mezcla de dicha y de frugal desasosiego
qué de febril torrentera me inunda para hacerlo
si en la cima dorada me acosa esa profunda lejanía
de lo que no conozco y al conocerlo carece de sentido




será que del tacto se escapan las algas resbalosas
sus tiernas y laceradas semillas de ufano madrigal
su imperceptible devoción por lo irremplazable
sus ojos de patriarca liados a lo claro e infinito

flotando en un espacio maltrecho y diminuto
rozagantes sus máscaras afines a la sorpresa
de caminar sin espasmos y sin prisa alguna
en fantasmas sonrientes, rústicos y lascivos
por la marisma de la irreconciliable llovizna

aquietara su lozana vagancia, sus líneas invisibles
ahuecando las alas oscuras de leve cormorán
sin prisa ni tiempo entrecruzando los gestos
goteando su inaudita paciencia en los bordes
sumergidos, en las piedras disueltas en el agua

dueño de la encrucijada, del incandescente sueño
de la aparatosa simplicidad de todo lo existente
más cerca del húmedo beso de la repentina brisa
ese espécimen de hierba fresca creciendo apenas
en la piel transparente de tus ojos acampanados.




TEORÍA

Todo puede ser más claro y más simple
como desprenderse del aire y caer
como estarcir la arena o remover
el polvo acumulado e inacabable
como la luz tamizada por la lluvia
o mover de un lugar a otro cualquier mueble

Como ver pasar los días y las noches, quieto
o seguir paso a paso cualquier sombra
beber así el interminable sorbo
de una lágrima inocente y rara
mirar la hierba de abajo arriba
ver perderse el día en cada esquina

Todo puede ser simple y menos claro
como acariciar tu rostro y sonreírte
como beber un vaso de agua
acariciar un mechón de totoras
refrescarse con el rocío de la tarde
o irse campante al terminar el día




así de elemental como un roce de piel
apenas despertando de un sueño
con todo el tiempo del mundo
como decirle buenos días a alguien
sin necesidad de preguntarle quién es
y sentarse en cualquier esquina

sin dejar de latir, ni pensar en los precios
sumisa ante cualquier rogativa
sumergido en un trozo de papel
repitiendo un estribillo: agua va, agua viene
invirtiendo las nubes que cubren el sol
en cada elemental despedida

como abrir los ojos y ver distinto
o hablar sin darse cuenta
o sentarse a tomar el aire
mirar volar las gaviotas
tomar el agua entre los dedos
pensando que toda teoría es ajena.




CONVERSADOR SILENCIOSO

Y ¿que será cuando el tiempo fluya como el agua
cuando el fragor de la distancia se lleve tu sombra?
el tiempo seguirá fluyendo como un torrente
la distancia devorará cada día mil sombras
mil voces como ésta regurgitarán como siempre
como cuando no estábamos ni pensábamos estar
cuando con mágica pesadez flotaban en el aire
nuestros párpados anunciando el parto de los días

Las flechas se dirigirán hacia el rostro solar
acabarán clavadas en los bordes de los riscos
en la arena húmeda de todos los rincones
podrá acaso transigir la fragancia de las orillas
una tregua en las cortinas transparentes de tus ojos,
en el tren galopante y fantasioso de un corazón
alucinado que pronuncia el estribillo antiguo,
el sereno e interminable rigor de lo tangible

Vagabundo rumor de alas de un ángel extraviado
plumas rozando las ramas de jade de las olas
cabellos ambarinos acariciando a los batracios
qué del tiempo transcurrido, qué de la presencia
sorprendente y vacilante de los totorales limonados
cuál tu sueño y quién lo discordante de la sombra
nada removerá el azul vestido de piedras preciosas
diluidas en esta hora a la que asistimos como viento



como el sudor, la sangre o las lágrimas
aquella transparente crudeza de la luz
como un tamiz de huesos dispersos
mil enredadas caracolas en las orillas
mil cormoranes batiendo sus alas grises
como jamás lo imaginaran las aguas
cuando el relente rezumaba de las nubes
ya estaba presente el perfil de las islas

hacia los senos emergidos de las olas
poblados de árboles, piedras y pájaros
en cada comisura de tierra y alimañas
podrá lamer el vacío la humedad de tu piel
un quicio de frescor, un hálito de rubor
galopante que construya un maderamen
un quicio de muelle contando sus olas
en el reflejo ondular de sus mareas

revoloteando las escalinatas del aire
como guirnalda batiendo sus pétalos
hurgando intrigado en los páramos desiertos
qué de lo irreversible del sueño eterno
de su tácita desdén por la memoria
disgregada del brillo y las palabras
jamás pronunciadas de la simple soledad
nupcial, riente y centellante

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