domingo, 7 de diciembre de 2008

✒ GOTACORAL,poemas, Caracas, 2006

A modo de prólogo: 

Una parte de nuestra vida esta hecha para pagar las deudas, deudas que se hereda, deudas que se transfiere o que se presta, que se halla, descubre o se esconde, pero deudas al fin. Cada poema es un pago a cuenta, un abono que a veces deduce y otras acrecienta el saldo. En una encrucijada de mis veinte conocí algo parecido a una mujer; no tenía rostro sólo presencia, presencia intensa, voraz e intransitable. Cada abrazo suyo era una vorágine de fasto, abanico y sangre, un retorno al vientre prematernal, una concepción, una epifanía y una plegaria. Comenzaba con un aura non santa, un saludo gélido a los dioses que goteaba desde el colodro, recorría mi sangre, me inventaba ademanes feroces, me daba gestos y muecas de máscaras inexistentes, me decoraba de gotas y perlas las comisuras y siempre acababa en un sueño profundo, donde recordaba la eternidad y mi infancia antigua y futura, era un sueño inconcluso, una deuda por pagar, un rompecabezas que debía armar con piezas que no coincidían. Eran abrazos de mujer, convulsivos, abismales, pero abrazos al fin, con cicatrices, con geografías, con ternura infinita y salvaje. La recurrencia selénica se vincula a lo nocturno y a su influencia en las auras, en las mareas y los mareos súbitos de la sangre trepando por la espina dorsal. Una adoración no sólo lírica, más bien animal, ritual, sensual y física.
Ahora que casi me duele no ver su sombra cálida, siento sus fantásticos inventarios en el fondo de mis vísceras y, no puedo negarlo, soy una cabeza solitaria que añora su tibia guillotina. Este es un pago a cuenta, el saldo nos lo jugaremos en lo que resta del sendero.



ARMA MORTAL
(para Aguinda)

sé que estás dentro de mí y te oculto como a un arma mortal
como a una mano que quiere apaciguarse en mi muerte
como la niebla vaharina que acaricia esta noche
y te hallo tibia y transparente como mi cristalino
sé que te ocultas en la sombra de los pasos perdidos
como una navaja fila que atraviesa las vísceras
que se sumerge en lo aparente de todo riente rictus
como una granada expansiva que perfora los dedos
y en la noche te saco a pasear en un traje cotidiano
prestándome como un balcón móvil para tu devaneo
y veo como tú ves y piso como tu pisas la misma tierra
te llevo en bandolera con las caserinas cargadas
esperando que explotes al coger tu sombra tras mis costillas
que se quede en mis uñas el resto del abrazo que te doy
al hacerte volar en mil pedazos junto a mi estuche eventual


AURA ARREBOZADA

salta difusa como una realidad ardiente excomulgada
rasgando arpas deshechas que una garganta escupe
como una pesadilla de fuego que diviniza el miedo
royendo de a poco el carro de mil soles sedientos
en una danza mudable con una forma de cien pesebres
y bebe los aires enjalmada –deseosa de ser arcángel
pero huye adrede de los espejos remotos y quebrados
donde cualquier hoguera ondulada huérfana tirita

toca la puerta sin nudillos como un viento helado
que acariciando un apetito luminosamente infiel
abre las cervicales una a una con su tacto helado;
sus lamedores visitantes arrojan opilados un aroma
que llega desde adentro como una amorosa peste
sus pasos a tientas dejan huellas de húmeda ceniza
menea su cola infantil con taraceas de carmín en gotas
y deja un rastro incierto de escaleras y remolinos

zahumados sus ojos fervientes de bestia solitaria
anudan vagos todo intento de vertiginosa huida
su amante, como un juguete crispado en sábanas grimadas
sin sueños, sin recuerdos, sin arrullos, sin muerte siquiera,
abre sus dedos apretados y desenfunda unos gritos helados
es el abrazo vaporoso y sutil de la eternidad parturienta
y abandonado deja la noche el fardel crispados sus cabellos
las muecas quebradas, la boca babeando perlas crespas
obscena compañera, favorita escarcela de flores violadas
día maravilloso embelecado y dolorido heredas por vivir


SAETA CAUTIVA

cascada agazapada que penetra en frío
cálida báscula que hiere todo equilibrio
riente y aparejada camina de súbito
halando un hilo coral conectado al alma
como una marioneta que así se persigna

es un hondo sollozo vestido apenas
con densos intersticios de esqueleto
acariciando los bordes de las crestas
donde un mar interior respira y se ahoga
dentro las crestas pálidas de un tiempo
que no existe, que no quiere morir deshabitado

son albricias congeladas que horadan
las aéreas paredes de la nada que te habita
que ordena ¡vete, anida, repta o desaparece!
no cabe en sí un resquicio de respuesta
pero su delicada carcajada huele a nadie


LUNA CON TELARAÑAS

la bebí toda porque la tenía enfrente, inmensa y luminosa
lucientes sus mareas, grises sus oceánicas ocultaciones
por un lado, húmeda su piel en el frío rutilante de la noche
por el otro, circulares sus bordes de rústico alabastro

y la tenía rugiente por todos lados, incluso dentro mío
la vi entre mis pupilas, silente alcora junto a las cejas
oí el eco de sus apogeos alucinados y sentí la tibieza
de su ardoroso pecho, en sus pleamares de luna llena

rotonda, rotatoria, ráfaga paseando por mi sangre
y las nubes deshilachadas moviéndose quietas
sin detenerse sin hincar sus dientes en la pulpa
transparente y cinerea de una noche tersa y oscura
que de transparente parece volar dentro de sí misma



DE MEMORIA

cada vez que algo se olvida en mí te busco, memoria ¡ven aquí!
entona tus estriadas notas esgrafiadas en mi piel y mi sangre
haz emerger en mis amohosadas entrañas peces laterales
que circulen inquietos unos dentro de otros, sin atravesarse
como cuchillos clavados unos encima de otros, sin lastimarse
como flores amarillas cortando tijeras transparentes del aire
sin inventarios, sin adioses, sumergidas apenas las caricias

recordar sin arrastrar minucias, detalles ni circunstancias
sin enrostrar a nadie sobre algo concreto no evitado
simplemente no pensar, repasar lo que nunca ha sucedido
perder toda noción de superficie, piel o profundidad
obviar todo punto intermedio, salvar distancias y perjurios
perder el sano juicio, saltar sobre ninguna red de pescar
vivir asido a una tangente, saltar por el borde de la borda

habitar un perpetuo decir sin palabras ni silencios
roer el bisbiseo de una quimera de los mil demonios
medir el orgasmo fastuoso con sabor a lentitud sonora
oler el último remolino concentrado donde se inicia
aposentar la muerte en el rescoldo de un recuerdo
tan delgado, tan tenaz, que opta por reconstruirlo todo
para luego devorarse a sí mismo con paciencia de hilandera


OSCURA Y NOCHERA

¿que noche es ésta? rotunda como una cascabel; vacías
sus cuencas cavadas en lo oscuro –es una redondez
que no existe, apenas una noche fresca, intangible, enlutada
fugaz y perspicua, sólo el deseo incestuoso de ser infinitud
mezclada con miel, corales y brisas retozadas en mil fraguas

respirando entre caricias sin manos en un salto sin caída
pero, tus recovecos tibios tan refugiados en el vértigo
de lo frágil, tiemblan adheridos a un costillar de carbones
tonsurados donde cuelgan con gajes y encajes temblorosos
las estrellas quiescentes cuyo resuello de distancia aterra

quién como tú para aderezarse en el vacío olvidado
de las luces, en el margen compatible de la nada
tangible, humillada al límite de los estofes transparentes
y morbosos, que te atan a una marejada de respiraciones
donde todo parece latir en la lobreguez llena de grises

cuanto más tiempo se goza de tu aparatosa presencia
más profundidades romas resaltan tus sinuosidades
hendeduras, faldriqueras o cicatrices extensas y rugosas
noctívaga, muestras en tu piel inefable de ardoroso animal
el aullar denso y agudo de una perra herida y parturienta

es un bosque inmenso con árboles inexistentes y horizontales
que tallan, arañan o rasguñan todo temor a sentirse cuantioso
ilimitado, sólo sujeto al denso bostezar de las grises umbras
en las entrañas siderales donde la luz es sólo la huella
de una astilla fosforescente transformada en constelación fugaz


VIENTO TRANSPARENTE

poco solemne y traslúcido, sonriente como un niño
que pasa entre cada gota de la lluvia, atado a un poste
en cuya corona parten los cables no sé a donde
es el efluvio siempre nuevo, omnipresente transformándose
al correr en viento en un augur bestial e impalpable

la noche animal es como un gato enorme y rumoroso
que otea en cada esquina, que lame cada ventana abierta
y juega el aire desovillando sidérico, haciéndola girar;
tras de los vidrios, algo se mueve entre sus dedos y despeina
el rumor del fugaz arrullo donde impides la quietud de lo poco

acostumbrado al oficio vibrátil, instalado en la hosca humedad
en la cascaral instancia de lo ajeno, giriente, enrumorado
sin rumbo aparente, sesgo garrido o brújula fluctuante
te introduces en la distancia de los cuerpos, en la espacialidad
de las ausencias, en los rincones olvidados por el alba y el ocaso

arco y flecha tensos que se disparan en espirales de arrebato
que revuelven los resquicios de la arena, el óxido de las herraduras
del glorioso caballo inexistente que relincha ronco por doquier
cayendo siempre dentro su sombra, como a un relámpago huérfano
desnudo, niño, apaciguado, deseoso de ser un simple aliento









MANOS QUE JUEGAN

jugo extraño que recorre las manos cuyos dedos se arrojan a los cinco
destinos diferentes o a las cinco negaciones que se encierran en un puño
líneas sin bordes como surcos arando sus destinos, dedos como arbustos
donde agazapados aguardan los gestos, las uñas o los amagos de caricias;
los montes y colinas angulosas que anidan en su geografía maniatada
aguardan el cuenco donde nacen los manoseos y acometen los instantes
ese territorio poblado de cicatrices, tersura, tonsura, textura o lo que quieras
que viene desde dentro de los sinuosos tendones y van hacia cualquier lugar
de casi todo lo conocido, presentido y lo que aún no se desconoce como tal

si un hosco temblor de repente las moviera y se percibieran las garras
irregulares y ovaladas, algo así como escudillas espirales sin filo ni tajo
tacto intermitente de araña, de rama fluctuante, de venérea umbra
petrificados saliendo como gritos de un alumbramiento sin parto;
que tenaz tu caminar de jeroglífico, propagado en mil manías gelatinosas,
esa torsión nacida de una muñeca donde concuerdan mil huesos diminutos
formando un compacto tren que gira y se tuerce, que juega y se oculta
que busca la otra mano, y ambas, colgadas de los hombros se traducen,
se balancean al alejarse retozando en los guantes húmedos que las calzan



ECLIPSE

anhelo tender un ánimo presencial a los oídos peregrinos
hundir el cayado, trazar perenne un aguacero transversal
que sea luz herida, sonido tremolante o aguafuerte opima;
transitar agitado el rústico paisaje jenízaro donde el aire azul
se torne verde –casi blanco– en el eco ajedrezado y lábil de su voz
desesperado tornasol de maniquí, claroscuro manantial
desfloración cíclica con pies de plomo, con alas transparentes de insecto

desandar unos pasos jabalinos hacia al cuello desbordado
ladrar a la luna en la ondulada ladera fragmentada de la tierra,
con una lisonja que sea reguero, viento gris, heces perfumadas o nada
reír jugando a destrozar los minuciosos juguetes del tiempo
edulcorante que construye una infancia febril, una vejez riente;
un aspaviento sin edad o un minúsculo devenir donde transite
un aparatoso pavor sin sed, una vida ajena apenas violada
en sus labios verticales, en sus íntimos deseos de manzana
ondulante, sin arrugados maleficios de ferviente lencería

conversar con furia en los patéticos confines de un puente
y, pese a él, sumergirse en las cavidades de la noche plúmbea
donde un eclipse lento adorna el rostro de pan plateado de la luna
–recorrer las umbras, devorar la ausencia, hacer unos intervalos
y sonreír sin muecas y decirle al oído, sin que el eco no retumbe
sin que la humedad apacible de las paredes ni el fresco
aliento de las nubes le diga: bestia fugaz, ¡hasta siempre!


EL ESPACIO QUE NO OCUPAS

no naufraga el airoso sudor bajo la piel de un nadie
que con solo caminar agitado despierta en el camino
no se agota el borbotón de sangre del animal caído
para la alimaña apacible que contempla su alimento

no se cubre el alcorado río con tal abundancia de lluvia
que atormentando su húmeda garganta lo reviente
en minúsculas partículas de acequias traslúcidas;
no se mira acaso lechoso y silencioso el firmamento

desde el hondo orificio de arena granza de su lecho
no se quiebra el viento fugitivo a jaras ni a empellones
que arremolinados peinan una cabellera interminable
no se aglomera el espumarajo, la respiración o los murmullos

desgajados de los dientes en sus bocas que viajan por los aires
no basta la humedad insolente para sus pieles yuxtapuestas
que mezclan arcilla, barbotina, huesos, olvido y gestación
no se deleitan la piedra, los metales y los nuevos fósiles

con solo sentir su piezgo y su frágil caducidad de tierra
y aunque la música inaudita y hostil no llegue a sus oídos
no podrá ocupar el espacio intemporal de las apariciones
donde existes, donde quiero que exista lo que no existe



ESPEJO IMAGINARIO

le fue entregado todo a tu ojo implacable, y con sólo reflejar
su sombra opacabas el brillo y alimentabas sus fastos, pero
ya no convence a nadie tu viejo marco de cobre oxidado
verdoso, amarillento, sin nada que quepa en su epidermis

ya no retiene tu imagen cóncava la luz de las mañanas
se han formado sobre tu ingenua e ilusoria piel de vidrio
islas de moho, lagunas de ausencia, lacras verdes de la edad
eres un archipiélago de fragmentos perdidos en un lago de azogue

temes llegar a ser cualquier cosa menos un espejo vertical
y dejar de redundar en el simulacro de las cosas que te miran
o lo que es peor, mostrar su imagen desvariada en un brillo tenue
mezquino e intransitable en aquel tu vano ovalo esmerilado

mostrando, no lo que quisieras sino sólo lo que puedes ver;
ahora ruegas silencioso desde un rincón de viejas ingratitudes
transitorias –tus imperdibles modestias– tus nadas flotando quietas
mirando de costado al muro desconchado que imaginas a tu amigo

ese tu rostro avejentado, tu prisa de tren detenido en el tiempo
¡quiébrame, multiplica mi luz, desperdígame en el suelo, pero
ten el valor de olvidarme mil veces al día, sin faltar un instante
no gimas malhadado espejo, no regales tu triste conmiseración

es la ilusión de tu cenicienta e irrepetible repetición sin ecos
te contestan la humedad, el rincón y su vaguedad retenida
telarañas grises tejidas como puentes levadizos o flechas
detenidas lanzadas desde un arco inmóvil e inexistente

penetra un viento destemplado y halando de tus perfiles
parcelados, de tus biseles edulcorados, de tus rasguños
finos, ¿has visto tu revés tan apagado su voz tan queda?
aquella sed inaudita que te manda al diablo trozado
en infinitos pedazos vagabundos, en estrellados escalpelos


ROMPER EL DÍA

me sorprenderá el alba robando un imperecedero retazo de noche fresca
donde habita un insomnio que he soñado en esa oscuridad, donde aún flotan
cercenadas las boscosas sombras que me quieren decir algo o casi nada
cierro los ojos y te veo igual, vestida de cenizas, de harapos, de espejismos

en la última línea donde cabe un ensueño, penetro dentro de un traje
que no me ajusta, me marca con sus colores sin luz, húmedo de aura;
sin levantarme, camino levantando los brazos grises fantasmales
disfrazados de nadie tras una hondonada de negrura insurgente

sombras caladas en océanos de penumbra aúllan en silencio
que lenta la intransitabilidad del tiempo parece caer hacia atrás;
cargada de voces, sin eco de medulas hambrientas de medrosía
cuanto más tiempo parece que pasó, menos se mueve todo

se parece arremangado a una nada ese tiempo inagotable que gotea,
gotea, gotea, anunciando un instante tras otro instante, tras otro instante
y cuando ya nada esperas de ese mar vertical de miel apenumbrada
se abre desde el rincón más insulso un resplandor impertinente
que dispersa el insomnio en un figuración vaga que mendiga sus bordes
a la nada concreta de la noche, que huye hacia sí misma, lejos, lejos


GOTAPERLA

intento converger con la muerte y su oscuro sesgo fluctuante
de brillo metálico que te observa desde dentro de su esencia;
ollar las cuencas húmedas que te congelan y no alcanzas a distinguir,
su mueca de marioneta encantada, ensartados sus pulmones
transpiran un perfume cuya fragancia huele a vaho de mirra o canela
una húmeda y combada espiral que parte de la almohada

su nuca siente el tacto esquirlado de los dedos impacientes
cabalga lento el corazón tremolado y las heridas florecen en apronte
cálido; pestilente es su beso estremecido y su bestial aullido
cierra los ojos y salta al vacío palpando una imperecedera nada
donde recorre palmo a palmo, con velocidad viscosa y ululante
la plácida arremolinada espuma, la libertina anatomía de barco

nada tan fresco, tan nuevo, tan infinitivo como su muerte galopante
encaracolado su vientre pare una y otra vez en su febril jineta,
orgasmo tras orgasmo con el pulular de la cresta aérea,
y luego, el salto mortal sin red ni trapecista hacia lo tangible
para caer sin prisa en la vida sudorosa, silente y excitada
que lo recibe como una madre huérfana de hijos y de vientre


AUSENCIA/ PRESENCIA

jamás pensé habitar en la temida ausencia tuya
labrar en cada segmento transparente del aire
el vestigio amartelado de una airosa sonrisa de niña
verter en cada muesca del estropeado paisaje
un atisbo desflorado de tu entrañable sombra

el humo azul de tu presencia tan lejana
habita en el estremecimiento de los dedos
tu nombre como encrucijada de hilos
late quebradizo entre el horizonte incierto
que define tu presencia más allá de mi memoria

es un conjunto de interminables signos
que dispersos se juntan en la nada
que se alimenta y me muerde, como si
tu ausencia no se mirara en mis ojos
o el amanecer inquieto no se devorara la noche

nada más absurdo que imaginarte en un bosque
que armar tu voz entre unas piedras mudas
que reconstruir el calor de un árbol cortado
que mirar tu sombra en el espejo infinito
donde se devora tu ausencia en mi presencia.



NOCHE ALUCINADA
(para David Angles)

enmarañado de bruces, mirando de lado la noche intensa,
por el rabillo rasgado de su ojo izquierdo, como un ciego
repentino ante la oscuridad impenetrable que flotaba…
allí nada pertenecía a nada excepto el brillo intermitente
la brisa vaga que intentaba cubrir las nubes o la arena
¿te acuerdas, chino, cuando vagábamos
por las polvorientas takanas urbanas del viento?
cada esquina, cada zaguán, cada puerta entrecerrada
de la candorosa Buenos Aires, era un cielo abierto
una cálida bienvenida, un amanecer empapado
de respiraciones, de líneas, de carboncillos violados

con los bolsillos llenos de hojas, piedras y ansiedad
acariciábamos las medias con talón de mariposa,
los bellos óvalos en las cintas de los sombreros,
los vapores de los camaradas caídos en la calle;
nada nos detenía, ni el brillo de los adoquines
nos devolvía todas las lunas llenas; eran un cielo anexo
para los que mirábamos dormida en cada esquina
la ciudad tersa con sus inmensos lomos de luces
con sus laderas y sus senderos sin confines
dicen que estás que estás muerto y enterrado
dicen que han dicho tu última misa
¡que poco te conocían!, amigo

hace unas noches me has visitado en la vigilia
ya no sombrío ni impaciente ni infranqueable;
conversamos por horas en una encrucijada
alumbrada por un poste de luz tan redimida
tan cerca del cielo tan cerca de la avenida
¡que bien te queda la muerte, David
te veías fresco, diáfano, sin dudas
tus ojos me miraban desde adentro
a golpe de tajo con su hermética ternura

la muerte, camarada, casi nada se ha llevado
tus manos siguen siendo remolinos en la virgen palidez
de tus papeles; en tus telas ya no hay distancias,
el tiempo sólo es una bella quimera y el viento, no sé, no sé
gracias amigo por regalarme esta absurda y bella pesadilla
hasta luego, hasta nunca, David, hasta la próxima noche
donde nos miraremos como siempre, sin ojos y sin todo


SURCO

todo cuanto no hice está aquí adentro
en un lugar cuyo envoltorio sospecho
cuyo bagaje apenas intuyo o palpo

poco puedo reconocer como definitivo
espacioso o al menos prescindible
poco menos que una nada que flota
pace, busca, revienta, o enloquece

suspendido en un tiempo que divaga
confuso como un puñal en el aire
como un ave que vuela dentro de sí misma
está allí, preso, donde no puedo verlo

donde cabe la reyerta sin el ritmo
sin la flotante red que no envenena
la miasma, la luz o la serena voz

tallo reconditeces en la escarpia del viento
majestuosa la tez festoneada de hilos
clavados los ojos fuera de todo
es, apenas en rumor, el escozor

de un camino más, recién surcado
de un surco apenas renacido
de un hilo apenas hilvanado


HÚMEDO PONIENTE

atado a las orillas de la negrura ambarina un calofrío
para que cuando huya espantada y agotada por la luz
quede el resplandor opaco que cada sílaba nombra,
quebrada, de una presencia intolerable, un testuz, no sé

aromado vago y ríspido, ilusorio, ungido de temblores
se encabrita escondido en un húmedo desposorio
retaceado por faroles cohabitando con los alambres
nadie percibe la penumbra oscura donde tropiezan

un ínfimo tragaluz y el insomne divagar de un abalorio
sabe a una tarde, saborea los vagos labios vaginales
húmedos, inquietos, casi transparentes que arrullan
y devoran tersos el alma rústica a retazos, por si acaso


TEORÍA

todo puede ser más claro y más simple
como desprenderse del aire y caer,
como estarcir la arena o remover
el polvo acumulado e inacabable
como la luz crepuscular, o mover
de un lugar a otro cualquier mueble

ver pasar los días y las noches, quieto
seguir paso a paso cualquier sombra
beber así un interminable sorbo
de una lágrima inocente y rara,
mirar la hierba de arriba abajo
y ver perderse el día en cada esquina


NOCHERNIEGA

a esa hora en que la tarde se adelgaza, tanto
hasta volverse lobreguez, pacífica arena, luciérnaga inmensa
fosforescente serpiente, aligerado volcán rugiendo en silencio;
sus miles de orificios parpadeando desde arrugadas laderas,
a esa hora titilante y absurda en que la noche ya está cargada
de infinitos senderos transeúntes, algunos se empujan entre grises
concavidades, ocupando unos y otros la turbiedad densa, parturienta,
musical, apenas hace poco repentina brisa o respiro de azures fragmentos

a esa hora ensayo lúbricas las jornadas barajadas entre la bruma
del tiempo y el filo dulce de los aguafuertes transparentes
y las piadosas procesiones vagas, que van desde el amarillo
diamantino, hasta el estertor súbito de adioses que agitan la tierra;
todo respira en esta quietud selenita, sin límites ni bordes
donde lo invisible cobra presencia y se apodera del viento
fugitivo, fugaz e incandescente que congela cuanto toca
que hace móvil e inefable toda caricia inacabada


a esa hora rutilante y rumorosa trafica mi alegría inquebrantable
entre lémures remotos, hoscos habitantes de rincones y temblores,
sístoles y diástoles con un corazón abierto a borbotones;
inconsistente todo, allí donde los atardeceres de ríos inaprensibles
sin molduras, cauce o algo parecido, son irremplazables, jinetes taciturnos
cruzando el zaguán crepuscular lleno de algo que ya no recuerdo
que repta por mi oscuridad interior buscando un alguien, una ausencia
un algo que no encaje en la pulpa nocturna recién alumbrada


HILOS ENREDADOS

tal vez pueda escapar de la muerte, pero no del azar
que la convoca; decantar su fresca bienvenida
adelgazar el peso fútil de las palabras
trenzar un óbito en un desdibujado bautizo
que no pueda alejarnos de lo eterno
que no quepa en la invisible hilandería

aunque el rigor del tiempo precipite
la hostil carrera de un túmulo estelar
la liturgia crepuscular de las ofrendas
la sed posesiva que en la lluvia se resarce
que toma inmediata posesión de lo claro
y resume misteriosa delgados los hilvanes

torzales que inversamente comunican
la sombra con los bordes; el horizonte
y la distancia, la cópula y la ausencia
que ningún estertor precoz puede esquivar
la laboriosa paz que convoca un silencio
a una nada, a un nadie, a un nunca




MUJER SIN FONDO

simula portar un aura en una infinitez que hiere
camina aligerada, bestial, y en silencio;
rumorosa, cabe en el eco de mil palabras
enredada en cabelleras galopantes,
azules de la noche y verdes en la corteza
transparente, escenario que se presiente
sus pasos aéreos de cálida ventisca
anclados para siempre en las nubes;
huelo su genitales y su transpiración
precedidos por una estrecha luz

no huye porque su presencia ilusa
jamás está presente sin el miedo
sin desearla, tenerla y no tocarla;
su perfil está impreso en la sangre
transparente riel que retiene los vidrios,
jadeantes en la niebla gris que la denuncia
al voltear su cuerpo irrecuperable;
sólo queda el silencio y el deseo
de atarla al crepuscular incendio
y dejarla ir, intacta, junto a la nada


LUNERA Y VASTA

apenas hoy día un repentino vendaval, hoy noche
a esa hora fresca en que la tarde se precipita
hasta volverse la sombra única de un océano;
se diluyen las nubes inaugurando un rayo
y golpean en las piedra su gorjeo inundado,
llueve y se desfloran uno a uno miles de caminos
velando la bóveda celeste de caricias en lo oscuro
vacilante paz que implora aún por lo crepuscular

que te hace pensar que hablar es una forma de ser
–luna enlucida– oculta en la gris axila de la noche
decir palabras, caminar con la sombra a cuestas
quedarse en silencio, abundar en las distancias
sé que te observas de frente y que te miro de lado
–caminado hilo de luz– por las alforzas del aire
hoy no es noche de abrir ventanas ni comprar entierros
menos retozar contigo, así que divide la oscuridad

en tus ojos alborotados o en la red de papeles que te leo
declina la voz que nace de tu amaneciente ánimo;
mares tus senos de plumas, hechos y deshechos
tus océanos de bondad intolerante y generosa
pero, un fantasma transparente se llena de vos
y se me esparce la noche en un estanque alado
donde pájaros refugiados en florecientes guaridas
y disuelven en sus alas todo intersticio de miedo

lentamente se desenhebran las nubes y se te encubre
el rostro de moneda recortada, el terliz acurrucado
en tu espalda y mi pecho, ¿qué tienes que espanta
cualquier alegría que dejas caer sobre mi espalda?
deseo que te aproximes sin que me de cuenta
umbrosa, aneblinada, revestida con remos y carnes,
incipiente, tu aliento de cristal, se convierte en un puñal
sucesivo de besos en medio del rincón más claro



DANZA SIN TIERRA

danza, llamado desesperado de un alma por nacer
devórame tan quedo que pueda disfrutar de cada gota
de cada violación en pleno, de cada giro rotatorio;
como una cascada frenética, circular y subterránea
como un clavecín estrellado resbalando por los ojos
danza, eres cualquier reloj anónimo que se devora
cualquier aire respirado, cualquier cosa que se mueva

y aunque baile, cruce los pies y agite las manos
los minutos caminan en inversos segundos,
en ritmos que trepan hacia cualquier parte
–vaciados en una ondulante transparencia–
jamás hacia adelante ni hacia atrás, sino adentro
siempre adentro de algo incomprensible, inasible
inefable guerra dulce donde el suicidio es goce

esférica, ondulante, rabiosa, repentina y fugitiva
ubicua esperando ver pasar los cuerpos sin distancia
en un frenético cortejo detenido en el espacio
sin distancias, ni espacio, ni sangre en los senderos;
danza, tu aliento fresco de leche cautiva a borbotones,
allí amamantan mil atónitos y mordientes labios
cintas arremolinadas en un giro de hoguera

dónde las flores, botones de camisas y sudores
de los hoteles sin paredes donde huele, se hospeda
y se detiene la noche danzando en un tiempo sin memoria;
danza, sustituye todo cuanto lleva puesto y huye
no sé a dónde, no sé por qué, ni adivino cuándo
separada de las visceras da un salto indisoluble
que abisma y silencia cuanto llevo dentro

danza simulas lo ondulante en un incendio giróvago
que enrama una celada invisible, un sendero de deseos
tejiendo una red irremediable que flechará al vacío
donde algo espera apavorado entre sus brazos
donde el cuerpo de todos y de todo es una brisa que
solloza entre carcajadas y eternos desvaríos
simulando sin querer una hormigueante delicia

danza, velocidad intermitente sin tormentos
árbol que mece sus ramas y gime en las raíces
apaciguadora, reptante, sinuosa, violínacea
construye por doquier tus ilusorias ventanas
los invisibles ríos que conversarán con el viento
que renegarán sin voz en el silencio denso
de la contradanza y el apaciguamiento aéreo
para intuir una frágil, eterna e interminable
algazara de remolinos piadosos que no acaban
sólo danzan, solo danzan, sólo danzan


NIEBLA IDA

aunque pretendas sorprenderme yo sólo te contemplo y toco
visitado por la ausencia intransitable de tu sustancia viscosa
que me penetra hasta los remordimientos que aún no tengo
como si hablaras desde tu interior y ya no alcanzara a oírte
mariposa anegada en tu belleza que del sopor asume
una condena naufraga de todo color, sin heridas visibles
sin pérdidas constantes modelando en rodajas grises
en senderos verticales que tallan un perfil a gritos

no puede ser, no puedes verter inagotable a ratos
sudor, lágrimas, semen celestial y miel rotunda
permanecer hacia fuera como un traje vacío
habitada por miles de gestos invisibles, hilos
pareciendo un lecho merecedor de besos profanos
donde caen como cuchillos de lluvia horizontal
dos cuerpos ondulados que callan su vértigo
alucinado y traslúcido, tan simple como una brisa
rasgada en mil respiraciones sofocadas y transparentes
que te reciben con las manos abiertas, frescas
sin señales de duelo ni guantes despidiendo la nada

pero, ¿acaso eres un naufragio sin olas que llevado por el agua,
nada incandescente y fugitivo en su serpenteante lucidez?
¿eres de esos senderos tatuados en mil recovecos escondidos?
uno a uno aparecerán en escena, salidos de la quietud
de aquellas nubes depositadas sin misericordia sobre la tierra
y el aire que vuela sin alas en un rumor de voces inaudibles
en ese impetuoso habitar de repente en cualquier sitio

camino dentro tuyo como un ciego alucinado y torpe
detenido en ese reposar sobre una silla instantánea
tapizada de tu presencia, inadecuada como tu sombra
imprecisa como lo es toda circunstancia aérea donde no caben
ni alas, ni plumas, ni el andrógino volar de los aviones
que cortan en dos toda generosa nada llena de celajes
digo nada, pero es alas de lluvia, de humedad, de sonidos
tenues que son atravesados con las agujas del sol
cercenados a cada vuelta inversa del reloj, a cada
inquieta mirada de una bestia inexistente
que se pierde dentro tuyo porque no existe
porque no vale la pena existir fuera de ti


NOCHE CABALGANTE

aun si la sangre se transforme en vino encabritado
y el cuerpo desaparezca sesgado en una luna arcada
que apenas se adivina, que sólo comulga con nadie
luna que es un caballo entumecido en sus crines aéreas
que cabalga sin moverse en un arreo de gasas

prodigiosamente por las praderas de mi deserción
siento su sudor adormecido, sus ojos desorbitados
la sin fin dolorosa tez de su alma, que acompaña
la flecha que se arroja al infinito amanecer perfecto
que es, sin decirlo, apenas, una perla horizontal

pero, ¿no es la nube lechosa sólo una guedeja de la noche
que, sin cesar, camina, ruge y se levanta, roncando?
aquella que cabe en todo intersticio, en una pira intransitable
donde, perruna la noche, se acomoda bajo los pies de la nada
disecada en los bordes y húmeda en sus rotundas irrealidades

se deposita bajo un fantasma del tamaño de un potro fatigado
brisa musculosa e inerte en un desatinado y lento vuelo
que concluye cuando se inicia el espeso párpado somnoliente
de la noche, la intermitente bruma de la aparatosa máquina
transformada en el embeleco de un gato ondulante y glacial


MÁRMOL COMO ESPEJO


mínima como el rostro del viento transparente que se ha ido
invitada de piedra, como lápida que se acuesta sobre la tierra
infiltrada, nadie te invita para verte rumorosa entre el mutis opaco
te buscan las palabras para convertirse en cachorras aéreas
pobladas las cavernas rutilantes con raras grafías humanas

si no fueras la razón de mis muertes, mi vida sola bastaría
para convocarte en un placentero beso que se quiebra
como agua ondulante o como un reloj sin horas ni engranajes
que intentan volverte patética, debido a los vacíos habitados
por seres que ya no se acuerdan cuanto has hecho por ellos

nada se hizo para que converjas en la oscuridad o el silencio
¿hay lo oscuro sin vida o lo silencioso que no grite?
te creen un reloj detenido, pero no eres sino tiempo dilatado
que otorga plazos más espaciosos, más magos y rugientes
rumbera sin destinos ni silogismos, sin huellas ni memoria


NADIE SINO TÚ

la muerte es nada, es ese algo que nos recuerda
el reverso de la caída, del parto al alumbramiento
donde lo antiguo se transforma en lo mínimo legible
en ese espacio transversal al tiempo que nos mira
como si nunca existiese, como si no tuviera sed
como si hubiera estado siempre en frente
y éramos nosotros, los ciegos del alma, los bebedores
del aire quienes ignorábamos su esencia; esa angustia
viscosa que cabalga la vida, que vemos encapsulada
el devenir sin retorno, la crucifixión de las sensaciones
y el alud de alusiones que se decantan vertiginosamente
hasta ser sólo vagas cicatrices en el borde del alma
no, la muerte es nada, llega, está, respira y luego
se aleja reverente ante su obra, ante su nada obsecuente
que permanece, que es todo cuanto nos queda, después de todo


CREPÚSCULO CABALGANTE

el crepúsculo es un gato que se araña a sí mismo
que rasga su piel y, en un salto vertiginoso, detiene
la sangre restañada que forma nubes, telarañas
y el retrato tallado por un ciego que se ahoga
en los cenagoso incendios que paren las sombras
en la mariposa ciega que se destruye a sí misma

no cabalgan acaso los vientos en vano tropezando
con el polvoroso cielo que escupe en el cenit
donde escupieran maliciosos los maullidos congelados
en las manchas iridiscentes del poniente en crisis
básculas púrpuras en las corladuras de las nubes
arco iris anclados en acopio de maleza flotante

el gato es un crepúsculo que arquea el lomo
coruscante noche ataviada de sombra garza y gris
simula ser un espacio bestial, una trinchera densa
donde, su cabellera suelta, suena absolutamente
a nada, a esa nada infinita que inventa el espacio
donde maullando eriza sus pelos acariciantes y eléctricos

una carcajada febril abotaga sus entrañas húmedas
que suelda uno con otro jardines sucesivos y lustrosos
sus ojos fluorescentes, su lengua fría y hosca lamiendo el aire
impenitente de sus garras filas y sensuales
clavadas hasta el fondo con ímpetu robado
en el fragor de un meneo de cola


NAVEGANTE DE LA PIEL

tus dedos, montaña, son parientes de mis árboles
el verde y el ocre son casi el azul y el amarillo acuosos
donde, a salto de mata, se deducen tus perfecciones
se siente el rumor de la tierra escupiendo, dulce,
tus áncoras sesgadas y los insectos que reptan en tu piel
huele a hierba el agua refugiada en tus entrañas
donde tiritan sin moverse los retazos de las piedras
somnolientas que escriben tu biografía sin edades
pellejo pálido y multiforme que se mueve denso, tenso

no camina por detrás y huye de los contornos de las huellas
ignora cada vez más al mortecino y fatal fuego fatuo
que rueda hasta el fondo sin moverse, sin detenerse
se quiebra tu paseante sosiego que hace tropezar,
al pubis que muerde la impaciente semilla que lo rasga
matinal pesadilla que perfora el primer rayo de luz

mirar el espejo en que se mira la nube transitoria
donde el fresco viento de la noche cabe en la distancia
más cerca del reflejo que de la húmeda nostalgia
te toco y no siento en mis dedos tu brillante azogue
dime, ¿vagas siempre en lo indecible, o ciego, caminas
hacia esa vana luz que acariciara tus bordes?

mirarte es mirarme y atravesar tu tersura a tono
más donde cabe el espacio que le robas a tu entorno
allí, mi espectral transparencia se redime en tu sombra
clara y fugitiva que, casada con la luz, me mira desde
un lejos que conozco, desde un aquí que no toco
me multiplicas sin tocarte y cuando te quiebro
en mil pedazos, tu maraña me enloquece y sana
mi simple fragmento asaetado y su espejismo roto


GOTA SEMITRANSPARENTE QUE EMERGE DE SÍ MISMA

mi niña cree en una estrella estacionada
en una galería oscura llena de telas grises
le habla como si fuera otra niña lejana, ríen, sonríen
se ponen serias, siempre se escuchan una a la otra
su diálogo no cabe en palabras, está en los ojos
Ben es una estrella geométrica que estando ahí
zambullida en el fondo, no está en ninguna parte
Ben habla, respira, le cuenta historias de estrellas
y de niños de voces de tiempos y silencios idos
es un niño de millones de años que asiste a una cita
precisa en la mañana que susurra palabras diáfanas
es la estrella de mi hija y tienen, mas o menos, la misma edad


PAISAJE ONDULADO

vestida de oro el terliz de su manto alimonado
trazaban sus pliegues, cambiantes, montaraces
panoramas duplicados en cada leve movimiento
de ese cuerpo tibio y sinuoso que se cubría de ti

ataviada de árbol seco o de abeja absorta en su panal
simula ser un haz de trigo, una ondulada brisa en estertor
una áurea serpiente que se talla un cofre en la garganta
unos senos amanzanados y un vientre gimiente que canta

simulaba aniquilar el denso ardor flagrante de su distante
arco, de sus flechas arduas y esponjosas que flotaban
en lugar de ser lanzadas al vacío de sus vientos
recordaban sus colinas lo sudoroso de las lluvias finas
aquellas sombras que no sienten los gemidos que las transitan
aquellos espacios sin piel estragados del aire en la cubierta

finalizaba acariciando del cenagoso oro su paisaje
de la ambarina ajenitud que se brinda desde dentro
esa danza, paso a paso, que rueda a un alfamar húmedo
humedecido rocío que escurriendo por laderas, tibio se desliza
miserable avaro que atesora una sombra orillada de ecos
que presiente de su perfil la voz y teme sus fraguas arder
su movimiento de moneda giratoria en el soplo sin flechas
huyendo hacia unos gladiolos peinados en el espacio

uno a uno introducirá su espada en el vago tul de su seno
en su trigo áureo un oropel bañado en trasca barnizada
donde puede caber un dorado oribe en su talle frágil
un infinito rugir temprano en la mañanera caminata


CORNUCOPIA FESTIVA

se precipita un celaje gris cerúleo
una mínima luz de trémulas visitas
un bagaje de voces deambulando pasillos

coinciden como cuchillo en la herida
la dulzona sensación del tibio hielo
la perpleja nube del nervioso viento

siglos de mar bajo la paciente luna
en el azar del quizás o del ahora;
enredando sin fin las curvas del aura

en el avejentado color que viste
la ilusoria hierba, el humo serpentino
bajo su húmeda lengua compacta

sueño extraño que su voz revolotea
sin párpados, sin ojos, sin pupilas
clavadas en unas voces sin silencio

alguien a quien nadie ha visto, ni siquiera
la niebla oblicua de agujas transparente
fugaz, incierto, clavado en la nostalgia

pánico gris que llora a carcajadas
sueño letal que no es quimera, sino
una simple ausencia temblorosa sin hojas

es esa caridad escalar que viste
las distancias duras e irreconciliables
del nunca del tal vez o del ahora

trasflora su imagen en un cedazo de aire
donde cabe el esplendor amarillento de un dorso
arremolinado que tiembla en el indicio de vos



TRASLUCIDO MATIZ SIN LLUVIA

mira que mirarte no cuesta mucho, apenas
un soterrado alivio que arriba clandestino
desde un incierto aliento que viste harapos
donde toda caricia anuncia a un ofuscado
grito ajeno a todo desperdicio inexpugnable
así, inquieta tu piel, tremolaba en el resuello

era un incienso aromado de purpurada tez
plena de extrañas brújulas sin helada travesía
precipicios que cabalgan una tarde enjalmada
ventanales húmedos de balsámica mirada
que se ofenden al pasear un lomo argentado
un vientre dividido, un abalorio y tajante genital
luna llena, luna de leche espesa y cobalto estrellado
que falsaria la voz que trémula te amamanta
que aneblinada la faz que tenue te recubre

no existe el tiempo ni el rigor opilado que no suda
ni el destello de ese muro, ni la sombra niebla de ese puente
siquiera fuera fácil ver la pecera vidriosa de piezgo vacuo
y transparente donde se mojaran tus pies cansados
ojalá fuera cómo seguir los tildes orbitales del agua
las sombras laberínticas del humo traslucidas
en los escaparates lluviosos que se beben la sed
del barro flotable que impreciso respiras


GIRO SIN FIN

no sé si rutilante, remordido o subitáneo fue
ese llamado desesperado de un alma por nacer
el tósigo devorador que respira en cada gota densa
como una cascada en cada sofocación sonora
como un cielo estrellado que templario te recoge
espejo que suena a escarcela o a cintas sin pliegues

gira anónimo reloj que acomete hacia cualquier parte
salta adelante y cae a los costados, va atrás y flota
guerra dulce donde el suicidio es promesa ineludible
que mira pasar los cuerpos en un frenético cortejo
sin distancias, ni espacios, ni caminos lacerados

gira tu aliento, cautiva y sustituye al desvanecido
tornado que se lleva no sé a donde lo hilvanado
en el aire lo arañado es un paso de la sombra fresca
que suena a desvarío o, lo que es peor, huele a distancia
en esos cuerpos tremolados que talla la brisa sollozante

será que es muy simple establecer sus pliegues
su velocidad sin tormentos, su árbol que mece las ramas
no creo que, apaciguadora o amamantadora, construyas por doquier
paredes invisibles que conversen con el mágico espectro
que reniega del mutismo denso e intuye una frágil
y eterna algazara de remolinos piadosos que, poco
a poco, se introducen en tus bolsillos rotos?


SIN PREGUNTAS

me remito a lo estrictamente necesario e inútil
al doble filo orillando el resplandor de un destello
que viola, lame, o se resquebraja en lo efímero
de un beso estelar que despeinando tu sangre
rasga tus arterias hasta cruzarse con la válvula mitral
y tu sueño es una insubordinación a borbotones
¿dónde caerás? ¿acaso importa saberlo o presentirlo?
no será aquello que te despierte sonriendo al alba
de repente, sin sonidos de sombra, sin atisbos de paciencia
sin roturas de viperinos escándalos que te ruegan que seas
un fabulario mendigo de rincones, un mendicante de defectos
¿por dónde? no simula aparecer la húmeda criatura
que aposenta tu respirar dificultoso en un cofre inmundo
ondulado, repentino, imperecedero como tu impropia
ausencia que por retazos recorres ansiosa
un reloj de arenas movedizas, un ramo
de ociosas serpentinas papelerías matizadas
en un oscuro carbunclo infortunado ¿quién eres?
no dices ningún nombre, no repites qué apelativo prefiere
tu propia, tu ajena y reposada piel, tu incendio táctil que no flota
no salta ni se quiebra como si fuere un pus fastuoso y gris
que repite hasta el cansancio que eres tú, tu simple identidad
todo lo que nunca has deseado que muera ni desaparezca
¿a dónde? importa acaso la distancia que no recorran
tus pies, tus manos, tu virginal sevicia, tu mirada miope
o el hambre subterránea de la láctea marejada que cojea
al navegar tras las cortinas transparentes de tu voz,
cuando dices que eres lo que no eres y estás donde no estás
o siente lo que dicen que se siente cuando dices quien eres
a dónde vas cuando te quedas o donde estás cuando
te has ido a ser lo que no eres


IMAGINARIO

dices que no puede caber una sombra en la oscuridad total
que la simple mirada se extravía en la ceguera voluntaria
o ¿será que no has dormido lo suficiente como para quedarte
suspendido en un bostezo o aletargado en un ensueño?
tal vez sea tan simple como mirar el espejo en que se mira
un reflejo inexistente o la inconsistente pretensión de ser
amado o ignorado en un orgasmo apacible e interminable
donde quepa el fresco viento de la noche o la distancia
irrevocable de nadar a contraflecha tras un semáforo ciego

o, quién sabe, la simple química aplicada a un objeto transparente
y quebradizo, delgado como unas cuantas hojas de papel, sea
la explicación más absurda, la contundencia más perpleja
que te sitúe en el lugar exacto donde debas estar parado
más cerca del reflejo o de la luz que de la húmeda nostalgia

toco su resbalosa piel y no siento en mis dedos su brillante azogue
dime espejo: ¿vagas siempre en lo indecible, o ciego, caminas
hacia ese vano resplandor que acaricia ingenuo tus bordes?
mirarte es mirarme y atravesar tu tersura es estar a tono
mas, dónde cabe el espacio que le robas a tu entorno
allí tu fantasmal transparencia se redime en mi sombra
clara y fugitiva que, casada con el albor, me mira desde
un lejos que conozco, desde un aquí que no toco, desde un siempre
que ya no conozco, desde una nada que todo reconstruye

me multiplicas sin tocarte y cuando te quiebro en mil pedazos
tu maraña de fragmentos luminarios me enloquece y sana
el simple fragmento asaetado de mi alma y su espejismo roto


JUNTOS Y LEJOS

no eres tú quien me busca aletargada
no soy yo el que te encuentra alimonada
como una niña frágil que desde dentro
contempla la sombra vaga de mi ser
¿hay alguien adentro? piensas entre dudas
nadie te contesta que sí, que puedes caminar
cuanto quieras sobre la arenisca de mi piel
que es continuación de la nuestra, de la nunca
ajena geografía de nuestra vida compartida
donde tu retorno nocturnal y vertiginoso
remonta la infancia de nuestras caricias
la ceguera de lo siempre repentino, de lo
golondrino de nuestros adioses esquinados
de las frescas mañanas en las que pusimos
nuestras pesadillas adornadas de aguacero
dueña de todas mis máscaras traslucidas
dueño de todas tus ternuras repentinas
¿vienes conmigo? no puedo no seguirte
emprendería el vuelo que se detiene
siempre en la puerta de cuanto dejamos
respirando, añorando otros objetos rotatorios
con tu sonrisa prestada a nuestros gestos
con aquel aire que sin ser tuyo ya no es mío
no me iré, ni tu conmigo, cuando partas, cuando
parta, partiremos juntos siguiendo las huellas
que jamás trazaron los bordes que no sobrepasamos
y que trazaremos y sobrepasaremos juntos
no existiendo, no estando donde estamos


AUTOPISTA INTERIOR

cambio de segunda a tercera para situarme en el ardor
de la distancia irrecuperable del allí que está donde no está
aquello que nunca jamás tuve al remontar la carretera
que rueda lenta y densa desde los bordes a las orillas planeadas
un borbotón rumoroso va orillando hasta el último confín
de un cofre transitorio donde se allá lo que quedó en silencios
la sucesión de miradas es como un río de sangre vasta y transparente
que fluye como el viento, rueda como el mundo y escapa como la luz
allá donde comienza mi simple presencia acelerada que pasa los cien
que piensa, sueña, se aletarga y se torna repentina e irreparable
ya todo es vértigo, visión borrosa o velocidad que se torna esférica
en pasos de río, en saltos de cascada, en curvaturas de gato
o en afilados clamores que no sé desde donde aparecen quietos
en el objeto arrinconado de ventana abierta por donde penetra
el mundo, sus sinuosidades, sus soledades transitadas, sus vacíos
transparentes, los recuerdos olvidados o las empacadas despedidas
recorrer esa ferocidad serpenteante y ardorosa es cómo comprender
el eterno movimiento de la quietud sin prisa, de la vaguedad concreta
de todo aquello que entrelazado a tantas cosas es lo que fui sin querer
de pronto, tanto rotar sin ningún freno, empieza a cabalgar hacia atrás
hacia los lados, hacia arriba, hacia abajo, hacia quién sabe dónde
será acaso la muerte, esa excepción de la inmortalidad, que nos mantiene
que detiene la inerciada sensación de nada que ningún intento
se detiene para apacentar el aura, que ningún aura retorna de la insondable certeza, que sólo aquella lenta y densa rotación de la inefable risa
nos salva de todo y de todos, de la última partícula de tus celulares pasiones
hasta de nosotros mismos




MAR DE LUCES APAGADAS

pierdes tu sombra al penetrar en lo oscuro
tu visión sólo palpa densas inexistencias
que, apenas espantadas por tus dedos temblorosos
abren un cerrojo o simples puertas inexistentes
difícil saber si nos ves, si miras o presientes
los senderos incestuosos de los miedos de tu alma

algo le da a tus pasos la liturgia de las ofrendas
habrá sido ese el rostro de la luna negra
el que en este sueño denso y mielero
segregas desde la pulsación galopante
de unas arterias que caminan a turbiones

cada espacio es un armatoste inerte e inexcusable
que detiene toda huida sembrada de ánimas
que copulan en silencio, que acarician una oreja
que endurecen los pezones de unos senos suaves
que gritan en ondas largas como larvas

mariposa nocturna sal de tu oruga encapsulada
cava en la transparencia de tu acrobática caricia
volátil tu presencia, cáustica tu pose en la ventana
presta a la lámpara más cercana tu inexplicable adicción
no permitas que mis dedos extasiados atrapen
tu efímera vida oscura fascinada por la luz


CARICIA EN COMUNIÓN

mientras dormía la amorosa ternura de las noches frías
cortada en sesgo junto al mármol difuso de la niebla
abandonado y temeroso como bisbiseo que susurra
un eco ronco al desgaire temblaba mirando la luna
vigorosa, esperando de abrazos abiertos un amanecer flamante
otro día evaporado como cortina púrpura o incienso
estaba enterrado en la honda lejanía de mi insomnio

¿de dónde viene ese extraño pesar que nos cabalga?
de medio abajo, depuesto por un profundo tajo de luz
caricia de mieles yuxtapuestas que emergen sin voz
sin vos decir es poco, tal vez ves de vez en cuando
algo tras los ventanales húmedos que atisban palpitantes
la sombra pura, la sin armónica belleza, la madura
grupa que ladeando su lomo nos lleva y se encabrita
la balsámica comunión del amanecer y sus aditamentos

pero algo hay que seduce y comparte nuestra alma,
es un espacio girófago construido con melancolía y crueldad
un abalorio minucioso que depara tibias emboscadas
una separación de espacios tajante plúmbea y sin laderas
una sonrisa acariciante que trepa tu espalda tibia y
sus rincones los juegos clamorosos, aquella alegría frágil
vaporosa del miedo alucinado y los muros manidos de los paisajes
aquellos húmedos ríos verticales que zigzaguean
al caer por el tejado plateado y recíproco como dos manos
sobrepuestas, aletargadas en una ferviente despedida
aderezada de relámpagos de luna llena, de leche espesa
de maleficios de lluvia raída, de oscuros rincones de variada fauna
donde enigmáticas epifanías se limitan a la tersura de la noche



TORMENTA

sombra de las sombras, vidrio de los vidrios, azul ceniza
caminas lenta hasta posarte en el tibio esqueleto del viento
crees que calando, húmedas mis vísceras, me hacen tu fantasma
el bostezo que tornó en vagas ramas tus rociados párpados
sentado en la pocilga melindrosa de ciertas ventanas vaporosas
que configuran tu distancia, mis dudas de riel o el boceto pardo
de los charcos de sus espejos vagos, de su templaria serenidad

algo cubre todo y no es la brisa polvorosa, ni el quicio del amanecer
que esparcido se transforma en nublos, en juguetes, en artefactos
de dos o mil pedazos, con sus piezas confusas e invertidas
su entrecortada acústica y el relámpago que ruge como llama herida
donde cabalga tu insaciable hambre, mi aliento ciego, el rescoldo
de los senderos efímeros, lo cristalino oscuro e inexistente


INQUERENCIAS


¿qué cosa misteriosa y flamígera te atreves a acariciar
en aquellos rincones indivisibles donde se apacigua el vértigo?
caminará ¬–tal vez– con aquellas pisadas que no alcanzan
a llegar, no por descuido ni por la nívea lentitud de las gotas
que no acaba de caer, que no empieza a decir nada inundado
acondicionado a la atmósfera ondulada, que sin decir nada, calla
por cierto, ¿es nadie quien ocupa aquel sillón amohosado donde
las rústicas palomas se aglomeran en las tardes talladas a viento
con rojor de fragua, con sudor de inesperados silencios

nada aligerados son los bordes donde acometiera tu voz
¿tendrá pensado orillar la sonriente escalada de su palabra?
tal vez deletree cada uno de los silencios, antes de decir:
ven fragante a las flagrantes albricias que se acomodan en el vacío
ven a las surcadas montañas donde oscura y la mirada penetrante
cabe de lado, en un temblor de nudillos arrebozados e impíos
que quiebran una oración con tamboras leves y táctiles
¿me piensa amartelado la noche en sus concavidades grises?
posiblemente, no inevitablemente, si percibiera que aún la acaricio.


QUICIO DE VENTANA

acodado, con un hilo azul de humos tejido entre mis dedos
puedo tallar, inevitablemente, la distancia con un sino enmascarado
con un reflejo pardo donde se acurruquen muecas menos transitorias
no es posible detallar, sin cansancio, que los aparejos adamascados
de la piel pueden transitar como un gato oscuro al mediodía
sin pausa –desaliñados– radicalmente opuestos a la nada

mientes, me dijo la brisa fresca, simplemente desocupas la travesía
para alquilarla a la peregrina huella que arrebozada en la esquina
mira de sesgo y se orilla de medio abajo, para mostrar sus senos
sus bellas quillas de barco, en los que flota un dulce maleficio
basta un corte curvo y tangencial para mostrar sus ojos densos
el allanado embeleco de sus cabellos como fisuras de lluvia

falla al anversar el golpe de cincel, se cae la sonrisa
se esparce por la calle, se calientan los abrojos del paisaje
vestida de mil hilos, calienta su sonora incandescencia
sus pasos fugitivos, los vástagos silenciosos de la sombra
ensartados a un incomprensible afán de tallar, de estar
ausente, de morir, de regocijarse con lo insignificante


SED INTRANSITABLE

no puedo mentirle a cuanto nace dentro del vacío, como
aquella sed que se aposenta en las cogollos atolondrados
de mi voz liada a muchos de los silencios sonoros
para decir que no halla razón cierta que permita una pizca
así sea de coral, de arcoiris, de bala o de abanico

aquella avidez se devora el pienso de las praderas que amo
y por las que pienso que alguna vez pasaste antes de existir
me rasca con su pulgar justo en el ajustado cuño azulado
que el cielo deja en el intersticio de la vaga calina
es esa sed que torna sin edad mi garganta y nubla mis ojos
sed que camina a rastras para sorprenderme, arrullarme
o quien sabe, embestirme de frente o quedarse quieta
pero su tono es de torzal y encaje, así que no cabe resquicio

y el chubasco repentino cae y sin fondo y sin sentido
haciendo un cerco alrededor de mi perfil, para ahogarla mi sed
en un húmedo e intempestivo beso que naufraga
en dos bocas a la deriva en dos botes bordados
que fabrican una tormenta y son dos apenas dos fraguas
que rugen roncos como gatos en celo
y la sed, la sed que se apaga y vuelve a bufar


TIBIA ESCULTURA

puedo tallar tu sombra en los intersticios de una aurora
inextinguible y preguntarle solapado ¿qué hace un maravilloso
fantasma luminoso como usted para afinar tanto su horizonte?
al punto de convertirse en un surco inverso, más allá
de la noche, más aquí del día, inevitablemente opaco
inefablemente luctuoso? no sé si negarle todo
a los cabellos del cierzo, a los sonajeros del agua
a los estambres delicados de las rosadas inflorescencias
que vuelan alrededor como sedosas luciérnagas flotantes

hundo mi rostro entre mis manos como quien camina
hacia atrás o hacia el fondo de un pozo circular e infinito
intento introducir en las pupilas del camino un instante frágil
donde quepa una huella profunda con bordes espantados
para que se regenere la luz con el vacío, con el polvo, con el viento
caminando simplemente, con la sutileza de las alas
de las mariposas que aún son larvas aceitosas e impalpables
inevitablemente volátiles y voladoras como batientes abanicos
asido a una mano diminuta que explota en dos labios delgados
y vuela, vuela, tallando tu sombra en mi sollozo núbil y nictíbero


DÍA DE TI

que podría ser más necesario que transitar por los ojos de un tigre
que se haya devorado a una inmensa pantera vestida de azules
si aquella mañana quebró sus sedosas nubes en el púrpura
de las laderas –hubo, creo, una purificación de la brisa
helada, que se clavaba en todo ser caminante que roía
pleno de frescura, de inquietud, de todo cuanto no huye
pero, allí donde está encendida la lejanía en un orifrés salino
es difícil hallar un camino que no sea una sombra amable
un halo protector que te cubra desde el pesar del humo
al sol instalado en el quicio de la ventana, en el trozo
rasgado de los objetos preciados que rodean tus bordes
la taza azul, los rostros callados que observan desde
una distancia que absorbe todo instrumento de medición
todo intento de fuga, toda fugacidad que no engañe
todo icono de ternura que me amamante sin límites


INVETERADO AIRE


no ha llegado la hora de los invisibles esenciales, tan recónditos
y tan asibles, en cuyo espacio una vejez huérfana se mostraba como un lomo
transparente y rusticario; las lascas de brisa húmeda que rotaban
en una procesión ambulatoria –que de tan dulce musitaba
ojos solapados y lacrimógenos ardientes y frescos
serpentinas, rotatorias, que atravesaban sin desearlo las distancias
tan ínfimas como un palmo de polvo o palmatorias de palmentas
miopes tactos que contemplaban una luz magra y omnisciente
inquieta la humedad del oleaje imperceptible y claro
desovillada, desnuda y desangelada que orillaba en los extremos
un espejo cóncavo, donde puesta del revés, zurcía
sus alforzas goterosas con velocidad y ferocidad de miel
franco desgaire aquel que hizo un halo de sol
que se asomo al remolino incierto de la tarde con su
harapiento traje de áureas transparencias y cinabrios
de ese modo, se quebró lo tan impalpable y un reino
incipiente de crepusculares alas azotó el espaldar inmenso
de la cordillera ofuscada entre el celaje y el polvoriento viento

NOCHE AZUL

azulina, verdosa, casi agua cenicienta retenida en el aire el rocío
aquel azur profundo e intenso, que pretendía ser la temprana
noche, se estarcía por todos los rincones desprovistos
de bordes, de silicios, por los intersticios claros que atenuaba
con su misterio de sombra densa y escapularia, no sé
si era un ángel desintegrado al infinito o el occipucio
de una gran bestia adormecida por el sol, ya derrotado

noche clara armada con estrellería y fugacidad de estelas
sus sombras sólo eran caballos detenidos o pasos en transición
hacia la nada palpable, hacia las efímeras teclas negras
de un piano sin reconcomios, hacia un azul caparrosa o cobalto
el azul estaba detrás de todo, inaccesible, inmarcesible, inefable

de lejano sólo tenía la distancia de los ojos a los ojos nos ven
titilantes sus heridas de mágica luz que manaban fosforescencias
de plata antigua, de oro viejo, de almas extraviadas en el vacío
noche lapizlazulina, reverberante, garza, tan lejana de la oscura
y devoradora presencia donde habitan recónditos, los miedos



PASAR DE LARGO

noche, pasa de largo y déjame intacto el vacío donde cabe
cetrina la piel intacta, la frágil advocación de una brújula
amartelada luna de luz recóndita, recogida en un plato
delgado y blanco que tirita en su honda redondez
sólo los árboles altos estorban tu convexa infinitud
el ardor frío de cada estrella la bastarda quietud
de sus senderos esparcidos como leche de cuevas
que húmeda cabalga sobre las colinas hondas enlutadas
como senos rígidos que amamantan con hálito succionador
una leche hosca y acariciante que reconforta
todo artificio es un imposible decidor de cifras
pasa de largo noche inmensa y gerifalte
devoradora de todo lo intangible y ausente


MIEDO DE ALGO

ingresa desde adentro y se queda en algo intangible
un vasto retablo donde, ambarina, la luz apacigua
toda vaga ilusión, acariciando la superficie de los huesos
acaricia los objetos grises que la penumbra devuelve
como sombras descendentes que suben desde el suelo
acribillando toda trinchera agazapada o cubiles desangelados
sin terca frugalidad, la sombra oscura despierta en plena noche
rumiando pesadillas, justo en lo definitivo del desamparo
el brillo tenue de los rincones difusos da la idea de ojos ciegos
esparcidos que se mueven lentos en la niebla quieta y firme
donde lo negro no existe y solo se presiente en cada gris
que reina en silencio que dilata tu inefable ubicuidad
es aquel vacío que habita tu insondable nostalgia de algo
que no tienes, no compartes, ni presientes como tuyo


ESCALINATA SIN AIRE

silbido como sombra subitánea que sube una a una
el lomo angular de la escalera –alfombra ascendente
o descendente– donde cada paso sumido en el aire
cada escaño una acariciante encrucijada en la que
se abre una ventana intemporal sobre una distancia
quieta empoderada de los crujidos sordos y rústicos
de las cornisas hendidas en un mar de opacidades
cada piedra recostada en el interminable empedrado
testiga de las travesías sedientas y sedentarias
flores lisas talladas en interminables caricias de viento
bebedoras de lluvias con placer de dedos raídos
en el lento reposar de las ausencias que vuelven
en la inexistencia del presente sin recovecos
o las noches que bucean en los ojos de los ojos


TELÓN DE FRENTE

sentí en las pupilas de la niebla –cortado a cuchillo–
un incendio que observaba, impasible como el día
se alimentaba de los grises húmedos y laminados
inundando los navíos que lamían el vago horizonte
donde las susurrantes gotas de ácida algazara
besaban unos labios inimaginables, en medio
de una pausada mirada teñida de amarillos,
no se cómo, se mueven a lo sesgo los pájaros
que llegan desde lo bajo –parecen senos erectos–
los palpo y desaparecen en el acto, camino, siento
el camino que trazan los pasos, el silencio fatuo
reniega en lontananza al escuchar, húmeda
la mañana, que como un tapiz de besos flotantes
le da a las campanas latidos ocultos y gritos rozados
niebla frágil, palpable, sin remordimientos ni quejas
te bebo al caminar te abro al recorrer te dejo atrás
para hallarte frente a esta tempestad de calma
apenas escampada entre la tierra húmeda
y el aire mojado que penetra hasta los huesos


REVERSO DE LA NOCHE

camino en el reverso de la noche del que formas parte
–oscuridad absurda –tenue profundidad escondida
múltiple e inconclusa– que aúlla armoniosa desde adentro
de todo labriego huésped asido a una transparente miel
a un guante guarnecido, a un presentimiento mudo
¿son cuerpos o son almas este rostro de la nada?
caricia aterrada fugaz arcoiris pórtico sin seguros
sombra de espejos enfrentados, rumor de sonrisas
es un reloj palpitante caminando hacia unas horas
aún inexistentes, es la luz atravesada en el viento
formando arcoiris abatidos en el acunado celaje
vertiginosa fantasía suspendida en la atmósfera

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