sábado, 6 de diciembre de 2008

✒ LOS JARDINES DESPUÉS DE LA LLUVIA, poemas, Barcelona, 1979




Estos poemas van dedicados

a dos personas

una de ellas no existe
y la otra, aún no ha nacido


CANTO INTRODUCTORIO


A ti vengo, como chubasco de luz
abigarrado en mi propia voz;
murmuro casi imperfectamente,
el deletreo de tu intacto nombre.

Sale mi ser a través de mis ojos,
luminoso, con forma de estrellas;
para beberte tumba mía inagotable
extinguiendo el amanecer formidable.

Escucha el viento nocturno indisoluble
que tiembla lleno de belleza arrullante
- Ah! Bienvenida, - Ah! Bienamante!

Hacía ti voy, cántico vivificante
mujer, hoja, panal, firmamento,
¡ Remota caricia de mi muerte !


CANTO PRIMERO



La tarde con sus playas sedientas escucha serena
cabellos dorados de sombra en la espalda del aire
el tiovivo de estrellas de artificio se divierte;
y yo te arrullo en mí como una concha a su perla.

Las colinas oscuras rondan las rutas de la plaza;
agua, quiero agua dicen los pozos mudos brillantes.
De la capilla transparente como una mano levantada
bajabas la escalinata oscuramente rosada por las nubes.

El violín del ciego gemía en el arco guarnecido;
para los campanarios la noche sólo era silencio tibio
batiendo sus dedos alargados al negror impenetrado.

- Transfórmate, sílaba de hierba pálida -
¡Enfebrecida! Ondulado nivel del entrecielo,
Inclina tu cuerpo, vibra! - Dime palabras -

CANTO SEGUNDO



El agua ha recobrado su gravidad perdida
basculando sus brazos fríos, amorosos,
en las islas lejanas grises y borrosas
que parecen sombreros viejos olvidados.

Aspecto inconocible toman los caminos,
polvorosos con sus amplias mejillas de tierra;
desleídas tras los cristales las yemas de los dedos
goteando como una lívida aurora, desaparecías.

Los recuerdos son pájaros misteriosos
y nuestras almas, la jaula invisible
donde siniestros, soñadores, rozan hirientes sus bordes.

Prodigios impalpables se dejan caer
en el vasto portal alado de los bosques,
dentro los labios que se unen flotantes !

CANTO TERCERO


Clarividencia oscilante de maravilloso árbol
el viento azul
violín vasto de las olas temblorosas de arena
anillar de espuma
catedral colgante de los sueños quiméricos
río de tierra

Playa anclada entre visiones solares ardorosas
muelles de piedras
ventisquero musicante ensartando las huellas
mariposa de luz
floresta tiritante de caricias enramadas
orilla de besos.

Como repentina alegría de luminosidad dolorosa
penetraba la arena en los pies sumergidos del viento
Desfloraba el amor.


CANTO CUARTO


Floresta extenuada de durmientes mustios
donde húmedas las orillas tiritan sus arbustos
o vagan alucinados de besos los trenes vacíos;
dedos largos llenos de caricias frescas enramadas.

Desvanescientes criaturas las sombras del río
escondidas bajo puentes casi arqueados;
ardiendo el navío solar huye con los vientos
galopando entre las nubes sus ojos ciegos.

Sueño transcurriendo entre palidez yacente,
donde los párpados enmohecidos del aire
duermen bajo tus alas de hierba suave apetecible.

Adiós, hasta los días de arrullo sollozante
cuando la clara luz salga a besar las nieves,
y flotando en los bosques entreabiertos te halle!


CANTO QUINTO


Horadan mi voz hasta la última palabra
los latidos germinados dentro de los muros,
tus manos de flor dentro de las mías;
la noche, con sus párpados de piedra...

Apenumbrados trenes dormidos en sus nidos
mecanismos de viento en las mejillas rosíneas;
arboleda plácida de árboles vagos y oscuros
como manos batiendo sus rígidos pañuelos.

Huellas frágiles mareándose en el reloj de la torre;
delirante la ciudad en el perfil tenue de las tapias
y allí, las sombras heridas en la lentitud candente.

¿Duermen aún las locomotoras como abanicos heridos?
¿Es rosada la cópula ardorosa del sol en su letargo?
¿ Silenciosa la hierba, recobra su actitud de aguja?

CANTO SEXTO


¿Quieres saber algo en tu corazón de nubes?
frases silenciosas que la brisa hace suyas,
que susurran como plegaria y tiemblan como hoja;
ya conoces su perfume que como cenizas arde.

Mujer, he aquí mi cuerpo aderezado de olas
que silba diminuto en la red de tus cristales
¡ Ay ! amor, reconcomio almendrado de letanías
espejo encantado del viejo paraíso terrestre.

Reflejo endormido de lágrimas anacaradas;
entreabiertos tus brazos destellan fraganciosos
montoncito de oro, vergel de besos azulinos.

Es elemental - y para decirlo - pongo mis dedos
en la cortina fresca de tus cabellos suaves,
para decirte como latido de luz: ¡ te amo !

CANTO SEPTIMO


Un carnaval de muros sonreía
o arrojaba serpentinas de sus ventanas;
calles que vibraban en su caminar descalzo
nacían en la aurora crepuscular de la noche.

En la mañana quieta o nebulosa o tibia
querubínicamente inundada de proximidades
dentro la laboriosidad de los susurros,
los abrazos arrojados al lagrimar del lecho.

Danzan, danzan las niñas de los ojos
rumor de profundas oceanidades,
en cada juego, en cada agonía feliz.

Turbulentos en los momentos tibios
nos bebíamos hasta la última gota,
y después volvíamos a bebernos!



CANTO OCTAVO


Senderos alargados de lluvia intermitente,
como alas de grillo o lágrimas de nieve
donde los sentidos son potros galopantes
o trenes sueltos como collares del aire.

En tus cabellos hadicos color de té o de miel
delicadamente rosada como un caracol,
bebías agua transparente de las nubes grises
y yo, bebía de tus labios otra lluvia dulce.

Campanas tañían enloquecidas detrás de las montañas,
hacía rondas el viento entre los eucaliptos
y las caricias súbitas de luz asaltaban el claro.

Desleída la voz febril de las cascadas estivales
en la numerosidad de los charcos sedientos,
sentados, en los troncos, ¡nos evaporábamos!

CANTO NOVENO


Desprendamos del tiempo la holgura de las sensaciones redivivas
como una procesión cuya sombra alargada, continúa a lo lejos,
como el color de las mejillas de las montañas
de oro pálido,
o trozos palpitantes de amaneceres futuros, transparentes.

Adios voz mía, cuyos ecos veo impulsados
al final de las horas
¿Has vuelto a renacer?
¿Cómo vistes tu tierna necedad?
¿Agitas tus cabellos en el deshacimiento
de los días?
o te depositas inerme sobre los cálices consagrados ?

Este silencio perlado de nubes
entretejidas y oscuras
es el jubiloso beso de la eternidad parturienta;
de mi amor lábil y de sus pasos
peregrinos en el espejo.

Brindis renacido cuyos alados
perfumes fatigados,
anidan dentro de los vergeles habitados
de niebla tibia
por las trompetas lejanas de los natales gritos.



CANTO DECIMO


Confusa en el silencio estas sonoridades guardas,
como si en lugar extraño de pronto te hallaras;
entre fuegos intensos súbitamente consumidos
o entre tesoros elaborados cuyo brillo continúa.

¿ No has visto los ojos tiernos de quien amas ?
cuyo dulce tacto hace lo que una estrella ciega,
que agita ardiente lo mortal de tus deseos
o la fuerza que los hace eternalmente imposibles.

Cubre las aguas para que no se inunden solas:
que el recíproco amor son dos espejos locos
y el escaso tiempo, de la eternidad la porfía.

Estas palabras caídas de un puente o lagrimar sonoro
a cada instante nacidas en mundos diferentes,
son sólo encarnación tuya, de ti, o de quien fuiste.

CANTO FINAL


Extraño camino: ¡Que todo lo eterno, tiene final!

Hasta esta ventana he llegado tejiendo hilos,
quietas las vagas sensaciones laberínticas;
cuyo amanecer tiembla como hojas o pañuelos;
¿ Será tuya la mano cuyas tijeras hablen filas ?

Acompaño los tersos filigranas con que llenas
sortijas de humo, revoloteantes como nubes rotas
¿Qué quieres amada enemiga con tus labios callados?
¿De que intenso olvido quieres llenar estas almas?

Nos volveremos a ver tras las constelaciones fúlgidas;
donde emergen los húmedos jardines ensilvecidos;
y los ojos de los ojos, miran la sombra de las sombras.

Cuando retornemos aéreos a los abrazos de cristal;
junto a las fuentes donde brota como niño del tiempo,
- ¡Adios vagarosa! - rostro de hojas...Adios!




este opúsculo vio la luz un día de febrero del año mil novecientos setenta y nueve, luego de un período de gestación realizado en los talleres gráficos del Conservatorio de las Artes del Libro como colofón a diez años de un itinerario inconcluso por las estaciones.

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